sábado, 1 de enero de 2022

Foto inédita

 Hoy día de San Manuel, he encontrado en mi ordenador por casualidad esta foto del padre Manuel Cantero. Supuestamente de 2011.


domingo, 1 de agosto de 2021

SAN IGNACIO DE LOYOLA

Pongo aquí una recolección de distintas entradas del blog relacionadas con San Ignacio, que el Padre Cantero, realizó:  


Las lecturas expresan 3 características de la espiritualidad y la obra del Santo.

            1Tim 1, 12-17 sería la referencia a la vida de Ignacio. San Pablo se describe a sí mismo como un blasfemo, un perseguidor y un violento, pero Dios tuvo compasión de mí… Dios derrochó su gracia en  mí…, se compadeció de mí para que en mí mostrara Cristo toda su paciencia… Ignacio se describe a sí mismo como “soldado desgarrado y vano” (y en la expresión esa –“vano”- está indicando una vida pecadora). Pero descubre a Cristo crucificado que ha dado su vida POR ÉL, y se abre con todas sus fuerzas a preguntarse: Y yo ¿qué he de hacer por Cristo?
            La respuesta viene en el evangelio: Lc 9, 18-26, en el que se siente Ignacio interrogado por el propio Jesús: Y tú, ¿quién dices que soy yo? Para entrar Ignacio en una dinámica de conocimiento interno del Señor para más amarlo y seguirlo. Ahora bien: ¿Cómo se ama y se sigue a Cristo? Cuando se le ha conocido en su vida misma y se acaba uno identificando con el Cristo de la cruz: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día y se venga conmigo. E Ignacio querrá parecerse a Jesucristo y buscará identificarse con él en lo más característico de Jesús: la pobreza, la humillación, la cruz, en un verdadero reventón de  amor.
          El camino que sigue Ignacio lo marca la 1ª lectura:           Deut 30, 15-20 hace referencia a esa nota distintiva del discernimiento de espíritus: Hoy pongo ante ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Si cumples lo que yo te mando hoy, el Señor tu Dios te bendecirá… Elige la vida y vivirás tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus largos años… La vida de Ignacio se desenvolverá en esa ELECCIÓN que le pone ante la vida y las cosas con la plena conciencia de que de nada vale al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida, lo que a su vez le conduce a vivir su vida y realizar su obra a mayor gloria de Dios para EN TODO AMAR Y SERVIR.
          La Eucaristía marca un hito en la vida de San Ignacio porque en ella recibió profundas gracias místicas de arrobamientos y lágrimas de amor, y en ella recibió una buena parte del espíritu que trasmitió a la Compañía de Jesús. La Eucaristía no era para Ignacio un añadido espiritual sino un foco de irradiación para todo el proceso de su espíritu
      
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 Las lecturas expresan 3 características de la espiritualidad y la obra del Santo.
            1Tim 1, 12-17 sería la referencia a la vida de Ignacio. San Pablo se describe a sí mismo como un blasfemo, un perseguidor y un violento, pero Dios tuvo compasión de mí… Dios derrochó su gracia en  mí…, se compadeció de mí para que en mí mostrara Cristo toda su paciencia… Ignacio se describe a sí mismo como “soldado desgarrado y vano” (y en la expresión esa –“vano”- está indicando una vida pecadora). Pero descubre a Cristo crucificado que ha dado su vida POR ÉL, y se abre con todas sus fuerzas a preguntarse: Y yo ¿qué he de hacer por Cristo?
            La respuesta viene en el evangelio: Lc 9, 18-26, en el que se siente Ignacio interrogado por el propio Jesús: Y tú, ¿quién dices que soy yo? para entrar Ignacio en una dinámica de conocimiento interno del Señor para más amarlo y seguirlo. Ahora bien: ¿Cómo se ama y se sigue a Cristo? Cuando se le ha conocido en su vida misma y se acaba uno identificando con el Cristo de la cruz: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día y se venga conmigo. E Ignacio querrá parecerse a Jesucristo y buscará identificarse con él en lo más característico de Jesús: la pobreza, la humillación, la cruz, en un verdadero reventón de  amor.
          El camino que sigue Ignacio lo marca la 1ª lectura: Deut 30, 15-20 hace referencia a esa nota distintiva del discernimiento de espíritus: Hoy pongo ante ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Si cumples lo que yo te mando hoy, el Señor tu Dios te bendecirá… Elige la vida y vivirás tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus largos años… La vida de Ignacio se desenvolverá en esa ELECCIÓN que le pone ante la vida y las cosas con la plena conciencia de que de nada vale al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida, lo que a su vez le conduce a vivir su vida y realizar su obra a mayor gloria de Dios para EN TODO AMAR Y SERVIR.
          La Eucaristía marca un hito en la vida de San Ignacio porque en ella recibió profundas gracias místicas de arrobamientos y lágrimas de amor, y en ella recibió una buena parte del espíritu que trasmitió a la Compañía de Jesús.

            Siguiendo con la lectura continua que se leerá hoy en las iglesias que no son de la Compañía de Jesús, hoy explica Jesús a sus apóstoles la parábola de la cizaña, aunque ya casi que quedó clara en la misma exposición de la misma. Pero tomemos ahora la palabra misma de Jesús para saber interpretar esa enseñanza que nos llega en la forma de parábola.
            Dice Jesús que el que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre. Es evidente. Jesús, el enviado de Dios, sólo siembra el bien, y nunca el mal. El mal no procede nunca de Dios. El campo es el mundo: Jesucristo esparce su enseñanza en el mundo. Quiere que todos los hombres escuchen la palabra de Dios. La buena semilla son los ciudadanos del reino. Esto sí puede resultar un tanto novedoso, porque en la otra parábola –la del sembrador. La “buena semilla es la Palabra de Dios”. Aquí, la buena semilla es la gente buena que anda por el mundo. La cizaña son los partidarios del maligno, la gente malvada que convive con la gente buena, y que provoca constantemente la tensión entre el bien y el mal. El enemigo que la siembra es el diablo. El mal solo puede venir de él, que es el enemigo de Dios y por tanto el enemigo de lo bueno y de los buenos.
            La cosecha es el fin de los tiempos. Entonces es cuando toca separar a los malos de los buenos. Entonces es cuando queda patente dónde estuvo Dios y dónde estuvo el diablo. Los segadores son los ángeles. Dios dará a los ángeles, sus ministros, esa orden de separar la cizaña (lo hijos del diablo) del trigo (los ciudadanos del Reino).
            Y lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancará de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojará al horno encendido, donde será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. La descripción es muy expresiva y muy digna de considerarse, porque hoy viven los ciudadanos del Reino aplastados por el mal y por los agentes del mal. Pero no será ese el final de los tiempos y el final de la situación. Dios saldrá a favor de los suyos, de los que fueron trigo limpio. Y la cizaña, los que siguieron al maligno, serán arrojador fuera, donde será el llanto y la desesperanza.










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Él no quiso que nos llamáramos con su nombre (ignacianos o iñiguistas). Centrada su vida en la persona de Jesucristo, quiso que nuestro nombre fuera “de la compañía del nombre de Jesús”. De ahí, y quizás con un tono despreciativo, se nos llamó jesuitas, nombre que aparece con connotaciones peyorativas en los diccionarios, y que sin embargo para nosotros es el emblema que nos distingue nuestro espíritu y nuestro modo de proceder centrados en Jesús, ese Jesús que mamamos en el Mes de Ejercicios desde el comienzo de nuestro noviciado, y que marca una vida.

          A eso responde la 1ª lectura de la solemnidad (Jer,20,7-9): Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir. Y reconoce el profeta que eso le ganó el ser el hazmerreír de todo el mundo, que se burlaba de mí. Cuando San Ignacio nos da el “Examen” para que sepa el que desea ser jesuita a qué se atiene, le planta por delante un principio fundamental de humillaciones y cruces, que debe amar el jesuita como el mundo ama la gloria y la alabanza.
          Comenta el profeta Jeremías que pretendió dejarlo todo eso a un lado (“olvidarme del asunto”) pero se encontró que el pensamiento de dejarse seducir por Dios le ardía como fuego en el alma. ¡Tenía que aceptar esa humillación! E Ignacio de Loyola lo llevó a rajatabla y lo inculcó a sus seguidores.
          El SALMO 33, que afianza la idea, nos hace repetir algo hasta que se meta en las entrañas de nuestra vida: Gustad y ved qué bueno es el Señor.

          En la 2ª lectura (1Co,10,31 a 11,1) se expresa lo que será el colofón distintivo de la obra ignaciana: A mayor gloria de Dios. Pablo lo expresa diciendo: Ya comáis, ya bebáis o hagáis lo que hagáis, hacedlo todo para gloria de Dios. Dice Pablo que él procura no escandalizar a nadie: ni a judíos ni a griegos ni a la Iglesia de Dios, sino que procura contentar a todos para que se salven.
          Una acepción del diccionario sobre la voz: “Jesuitas”, es la de “hipócritas”. Y es que el jesuita responde a esa palabra de Pablo: no escandalizar a nadie y estar abierto a todo el mundo para salvarlo. Ignacio era un hombre serio y recto, pero su actitud era condescendiente, buscando no mi propia ventaja (dice Pablo), sino el bien mayor. Y concluye; Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo, expresión que muy bien encaja en Ignacio de Loyola, y que ojalá sea la mística interior de un buen jesuita.

          El evangelio (Lc.14,25-33) finalmente viene a marcar una de las características más determinantes de Ignacio de Loyola: el discernimiento. Jesús enseña a CALCULAR…, a no dejarse llevar del primer impulso…, a calibrar lo que es conveniente hacer en cada caso: el que empieza una torre tiene que saber si tendrá medios para concluirla, porque de lo contrario será objeto de burlas, porque empezó y no pudo concluir.
          Lo mismo el rey que va a aceptar batalla contra otro rey que le ataca con muchos efectivos, tiene que sentarse a pensar con los que él cuenta. Porque si no tiene un mínimo de garantías, mejor es que envíe mensajeros a pedir una paz digna.
          San Ignacio de Loyola centra la espiritualidad de los Ejercicios  en la ELECCIÓN, y tiene dos tandas de Reglas para orientar una sana elección, unas que están más al comienzo de la experiencia espiritual, y otras –más de iniciados- cuando se trata ya de personas más cultivadas, en las que el peligro es más subrepticio y la atención a las señales tiene que ser más sutil. Hay que sentarse a calcular…
          La vida diaria conlleva muchas situaciones que piden determinadas decisiones. Y aunque entonces no se van a pasar por delante las Reglas, sin embargo tiene que haberse hecho un “fondo” que casi automáticamente aplique los principios. He ahí una de las razones por las que no es fácil que un jesuita adopte posturas definitivas en cualquier modo y momento. Y es que en su “mecanismo interior” se están poniendo en acción esas señales que indican por dónde se mueve realmente el Espíritu…, o qué “espíritu” es el que realmente mueve en ese instante: ¿el de Dios?, ¿el espíritu del mal? [que no es necesariamente el demonio, porque pueden ser los resortes subrepticios interiores o las influencias externas lo que esté moviendo a una parte a otra, no precisamente bajo la acción de Dios].

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ESCRITO 9 DÍAS ANTES DE SAN IGNACIO

ESTAMOS EN LA NOVENA QUE PREPARA LA FIESTA DE SAN IGNACIO DE LOYOLA. Acorde con esta liturgia que hemos explicado,  podríamos honrar al Santo con un recuerdo a sus “ejercicios de primera semana” que miran a la purificación del ejercitante…; a que descubra en sí mismo el buen trigo y la mala cizaña…; a que se sincere en su corazón con lo que pone Dios, como dueño, sembrado a la luz del día, y lo que viene luego del enemigo que aprovecha el engaño, la “noche”… San Ignacio pide entonces tres gracias muy importantes: conocer el pecado para aborrecerlo; conocer el desorden –el engaño tan fácil- para ordenarse y enmendarse, y conocer las triquiñuelas del estilo del mundo, para aborrecerlas… Porque bajo apariencias atractivas y a veces “inocentes” (a primera vista), el mundo es una fuente de engaños y cizañas que vienen del enemigo. San Ignacio recurre a tres fuerzas para PEDIR: a la Virgen para que me alcance de Jesús; a Jesús, para que me alcance del Padre. Al Padre para que me lo conceda.

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Mes de San Ignacio de Loyola
Concluirá el mes con la fiesta de San Ignacio de Loyola. Es costumbre en los jesuitas dedicar el mes a nuestro Fundador. Y yo lo haré en este blog con el recuerdo de su AUTOBIOGRAFÍA, que narra los pasos fundamentales de la vida de este personaje. Aunque se llame “autobiografía”, de hecho no la escribió él, sino que fue el paciente trabajo del Padre Luis Gonçalves da Cámara. Eso sí: están como escritas casi al dictado, tal como las oyó dicho Padre de boca de Ignacio, que por mucho tiempo se había resistido a contarlo, pero que un día “después de haber hablado conmigo, habiéndose recogido en su cámara, había tenido tanta devoción e inclinación a hacerlo, que se había del todo determinado, y la cosa era declarar cuanto por su ánima hasta ahora había pasado.


CAPÍTULO I
1.- Hasta los ventisiete años de su edad, fue hombre dado a las vanidades del mundo, y principalmente se deleitaba en ejercicio de armas, con un grande y vano deseo de ganar honra. Y así, estando en una fortaleza que los franceses combatían, y siendo todos de parecer que se diesen, salvas las vidas, por ver claramente que no se podían defender, él dio tantas razones al alcaide, que todavía lo persuadió a defenderse, aunque contra el parecer de todos los caballeros. Y venido el día que se esperaba la batería, él se confesó con uno de aquellos sus compañeros en las armas, y después de durar un buen rato la batería, le acertó a él una bombarda en una pierna, quebrándosela toda y porque la pelota pasó por entrambas piernas, también la otra quedó mal herida.
Caído él, la fortaleza se rindió. Él estuvo 12 ó 15 días en Pamplona, y los médicos dijeron que había que quebrarle nuevamente la pierna mal soldada, sin que él se quejara, ni mostró otra señal de dolor que apretar mucho los puños. Iba empeorando y cerca de la fiesta de san Pedro y San Pablo dijeron los médicos que si no mejoraba hasta esa noche, podían darlo por muerto. Ignacio, devoto de San Pedro, inició esa misma noche la mejoría.
No se acabó ahí el sufrimiento, porque la pierna se quedó más corta y con una prominencia, e Ignacio, vanidoso, se sometió a las pruebas más dolorosas con tal de que quedara lo mejor posible.

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AÑO 2014

Hoy he regresado a "mi base", con motivo de San Ignacio, mi Santo Fundador de la Compañía de Jesús, y tras mis ministerios -dando ejercicios espirituales- en Granada.
SAN IGNACIO puede ser conocido (y no siempre) por FUNDADOR DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS. Él no quiso nunca que lleváramos el nombre de él sino el de Jesús.
Se le conoce más por LOS EJERCICIOS, puesto que él fue inspirado a un "modo y orden" de ejercitar la oración y buscar la voluntad de Dios.
Dentro de esos "Ejercicios", EL DISCERNIMIENTO es un tema básico, muy experimentado personalmente por él, por comparación y reflexión  de sus propios estados interiores. La 1ª lectura de la Misa de su fiesta solemne litúrgica lo refleja estupendamente con un texto bíblico (Deut 30, 15).
Y juntamente esencial en esos mismos Ejercicios, y en su vida, el enamoramiento de Jesucristo, Señor, PARA QUE MÁS LE AME Y LE SIGA. Por eso la Compañía no podía llevar más nombre que el de Jesús. El Evangelio de Lc 9,18 viene a decirnos varias instantáneas de Ignacio: ¿Quién decís que soy Yo?  E Ignacio planteará casi 100 contemplaciones de la vida de Jesús a través de 21 días de su MES DE EJERCICIOS para que el ejercitante se empape de tal manera de Jesús que acaba SINTIENDO EL DOLOR CON ÉL y GOZANDO DE TANTA ALEGRÍA Y GOZO DE ÉL en la Resurrección.
De un santo de esa altura es menos conocida su vida anterior -"soldado desgarrado y vano (=pecador)-, que la liturgia reproduce en  la "foto" que hace San Pablo de sí mismo (Gal 6, 14).
Por otra parte en el Evangelio citado aparece una de esas expresiones que llevaba muy dentro y que acabaron por ganar a Francisco Javier: ¿De qué le vale a uno ganar el mundo entero si arruina su vida?
Pero la faceta que puede desconocer el gran público es su faceta mística. Ignacio fue un gran místico. Hay una revelación citada por él mientras se ejercitaba en Manresa. Salió -por lo que se ve- a tomar el aire y se fue a las orillas del río Cardoner. Allí dice él: "el río iba hondo", lo que hace pensar qué lugar concreto del río fue (yo lo he visto), y tuvo una manifestación divina en la que aprendió más que en toda su vida y en todos los libros. Fue una revelación grande.
Aparte de ello su "Diario espiritual" -que abarca dos años (al menos lo que se conserva)- en el que expresa sus movimientos espirituales, y muchos son de una altura mística notoria. Tenía una gran familiaridad con la Eucaristía, en la que quedaba arrobado, y también en su relación con la Virgen y de Ella con él.

El sentido militar que se le quiere dar al nombre de "Compañía" de Jesús no responde a tal concepto militar, salvo en el sentido que él quiso dar a los jesuitas como apóstoles siempre preparados para salir adonde más falta hiciere y más difícil fuere la empresa, y más rapidez se requieriera.

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AÑO 2013

  Los jesuitas celebramos hoy a San Ignacio de Loyola, nuestro fundador.  No permitió él que fuéramos conocidos por su nombre: “ignacianos”, “iñiguistas” (modo popular vasco de “Ignacio”), porque tuvo la inmensa experiencia interna espiritual de que Dios Padre le ponía con su Hijo.  Y por ello no seríamos seguidores de la persona de Ignacio, sino compañeros de Jesús.  [Se equivocan quienes creen que el nombre de “compañía” hace referencia a algo militar].  Ahora bien: ser “compañeros de Jesús” no es una presunción ni una exclusión: es una determinación muy determinada a que nuestros ojos se claven siempre en la Persona de Jesucristo.  Esa es la línea medular de los Ejercicios espirituales que él fue viviendo y escribiendo en su día a día, y que expresan los pasos de su conversión y de su objetivo fundamental.
             En los “Ejercicios”, Ignacio se centra en el conocimiento interno del Señor, que por mí se hace hombre, para que le ame y le siga. De ahí que el evangelio que la liturgia señala para esta solemnidad (en los templos de los jesuitas) sea la pregunta de Jesús: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?  Un jesuita se forma y modela en la fragua de los “Ejercicios” espirituales de San Ignacio. Y como en ellos se lleva un proceso de purificación, primero, y de conocimiento interno del Señor, como camino indispensable, irá pasando a la imitación…, a la identificación con la Persona de Jesucristo, incluida ya la Pasión, la muerte…, el sacrificio, la renuncia… “Quien quiera venir conmigo que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día y me siga”  “El Hijo del hombre va a padecer mucho, va a ser desechado por autoridades, ser ejecutado…”¸por ello, quien se decida a perder su vida –renuncias, dominio de sí, sacrificio…- la ganará, y quien pretenda ganar –disfrutar de la vida, vivir apoyado en su dinero, tener todos los goces…- la perderá. Porque ¿de qué le vale a uno tenerlo todo si se perjudica a sí mismo?  [Expresión con la que Ignacio martilleó a Francisco Javier, hombre vanidoso por sus muchos méritos y sabiduría…, hasta que –en los “Ejercicios”- acabó por ponerlo todo al servicio de la causa de Jesús].
             Quedaba una última palabra en la exposición que hizo Jesús de lo que sería su vida: al tercer día resucitará.  Ahí se cerrarán los “Ejercicios”, mostrando a las claras que merece la pena todo lo anterior. Y que, al conocer internamente al Señor, se está abriendo ya esa puerta de triunfo: no somos discípulos de un fracasado sino de un SEÑOR triunfador del mal, del pecado, de las fuerzas del infierno. Nos identificamos con un CRISTO QUE VIVE y que llena toda la vida de una criatura.
             Bien puede verse  que todo esto no es exclusivo de los jesuitas, puesto que lo que se está poniendo por delante es el Evangelio, y el Evangelio está ahí para todo seguidor de Jesús, para todo fiel cristiano.  San Ignacio le dio forma y caminos, desde el objetivo básico de amar a Dios y servirle, hasta la necesidad de ser honrados y no jugar con “las cosas” (cosas o personas) como caprichos de niño. Sino que hemos de ser muy dueños de saber avanzar con todo lo que nos va llevando a Dios, y saber dejar a un lado cuanto nos pudiera apartar o despistar de Él.
             ¿Cuál es el procedimiento?  La 1ª lectura lo dice:  la vida es una continua elección… Ante nosotros se abren constantemente dos frentes: el que nos hace personas, dueños, maduros…, y el que nos aniña ofreciendo las chuches de una vida facilona, placentera, de “niños pijas”…, “niños de papá” encaprichados y mimados.  Somos libres para elegir. Pero saber elegir es lo propio de la persona racional y –más aún- creyente. Y el que elige bien, es bendecido: vive, crece, posee la vida que viene de Dios. ¡Ha encontrado el tesoro escondido!  Quien elige su comodidad, “morirá sin remedio” [ha matado en sí la fuente de su felicidad].  Pues bien: los “Ejercicios” se dirigen a este punto de la ELECCIÓN para que quien ha conocido internamente al Señor y quiere llegar a la identificación con Él, elija de acuerdo con Jesucristo.  Y así entra la persona en su proceso de discernimiento, para evitar los sutiles engaños que le ofrece “la vida”.

             Una norma básica para no engañarse: la que San Pablo expresa en la 2ª lectura: lejos de mí el gloriarme, si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.  Por ella renuncio a las bagatelas del pobre mundo. Aunque es mundo –entonces- me considera  a mí un desgraciado (un crucificado).

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AÑO 2015

Cuarto ejercicio: EL RESUMEN
          Es un ejercicio poco conocido porque sólo se puede utilizar en el MES completo de Ejercicios. Presupone los tres ejercicios anteriores y hace nueva parada en el tema de ellos. Ahora estamos en el pecado y el “Resumen” viene a detenernos sobre las experiencias que hemos tenido en esos tres ejercicios. Dice expresamente el texto que ·resumir es que el entendimiento, sin divagar, va repasando asiduamente los recuerdos de las cosas contempladas en los ejercicios anteriores. Y se hacen los tres coloquios”. Se trata, pues, no de meditar sino de ir asentando lo que ya está meditado.
          No es extraño que el ejercitante deseara dejar pronto atrás estos temas. Que para alguno puede ser una pesadilla estar pensando en su pecado. Y sin embargo San Ignacio nos dice que hay que tener la madurez de detenerse ahí, y dar oportunidad a adentrarse más y más en esos recovecos profundos del alma en los que se albergan esas “sabandijas” de Santa Teresa, y que es un cúmulo de detalles enmarañados que no llegaremos a corregir mientras no se deshaga esa madeja. La parada que nos pide San Ignacio no es una parada masoquista para darnos golpes de pecho sino el descubrimiento de algún nuevo pecado (nuevo porque no se había descubierto, pero estaba ahí), y que debe constituir un verdadero gozo porque en la medida en que el pus aflora es como se puede desinfectar. San Ignacio llega a escribir que del pecador rezuma un pus asqueroso… Pero ahora, detenidos sobre la infección, podremos aplicarle el “antibiótico”. Antes, cuando no estaba descubierto, no se le podía curar.
          Por eso el RESUMEN es una gracia de Dios. Y advierto que San Ignacio ya plantea en el frontispicio de los Ejercicios que hay ejercitantes IDÓNEOS, que son capaces de adentrarse en esta plena experiencia; y que los hay NO IDÓNEOS para los que aconseja que se les den unas breves meditaciones “de alivio” y se les despida, porque no valen para una experiencia como ésta de unos Ejercicios serios.

          El Examen de la oración
          A todo esto hay un tema profundamente ignaciano y que es indispensable para que la oración tenga un efecto práctico: es el EXAMEN DE LA ORACIÓN.
          ¿Cuántas veces hemos hecho oración? ¿Cuántas veces nos hemos hecho conscientes de lo que hemos tenido en la oración?
          San Ignacio no quiere que la oración se quede en mero ejercicio mental. Y con ser parco en sus concreciones prácticas (prefiere dejar abiertos los temas para no encerrar nunca al alma), al hablar del Examen de la Oración le señala expresamente 15 minutos. Porque no se trata de saber si se hizo bien o se hizo mal (que también es importante para corregir para la vez siguiente), sino que hay que recopilar los frutos de la oración. Como el labrador que siembra, riega, cultiva, siega y almacena, el ejercitante ha hecho su oración y ha trabajado por espacio de una hora. Le toca recoger, medir, pesar, almacenar. Y eso es lo que debe hacer en el examen de la oración:
          -¿Qué me toco el alma? ¿Qué momentos más vivos? ¿Dónde experimenté más la mano de Dios? ¿Hacia dónde me inclinaron?
          -¿Dónde estuve más seco, más displicente, más deseoso de acabar? ¿Quizás me sentí alejado de Dios? ¿Qué sentimientos negativos se me han producido?
          Todo esto es lo que recoge este examen. De todo eso es de lo que hay que hablar con el que acompaña los Ejercicios, porque es esencial en ejercicios ignacianos el contacto con el que da los ejercicios o acompaña en ellos para que ayude a apoyar todo lo que va en buena dirección, o a descubrir posibles desviaciones y engaños. Es lo que va llevando a un discernimiento para hallar el camino de Dios.
          Como cosa mía personal (que no dice expresamente San Ignacio, aunque puede intuirse), el ejercitante aprovechará con ir tomando notas de estos movimientos de su alma. De otra manera se volatilizan.

          Y porque habrá un momento de ejercicios en que le va a hacer falta tener recopilado todo este fruto.

Ventana al Evangelio

 Querido amigo que lo fuiste tantos años en este mundo. No, no me he olvidado, simplemente los caminos me han llevado por otra parte últimamente, además no estoy demasiado motivado para que voy a decir otra cosa. Cree este blog con una intención clara, pero la INDIFERENCIA es un signo de este tiempo, y ya sabe que eso a veces me bloquea un poco, aunque luego remonte. Yo creo que ayer me diste un toque de atención, porque no sabía al despertar que era San Ignacio de Loyola, y hacía mucho que no cogía el libro "Venta al Evangelio", y precisamente ayer... me dio por cogerlo para compartir a mi madre un pasaje.

Así que, creo en la Comunión de los Santos. 

domingo, 4 de abril de 2021

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

 Liturgia: DOMINGO DE RESURRECCIÓN

                      Llegamos al día más grande del año cristiano, que es la celebración de la Resurrección de Jesucristo, que es donde se fundamenta nuestra fe y la razón de ser de nuestra vida creyente. Si Cristo no hubiera resucitado, no tendría razón de ser creer y seguir a un crucificado que es vencido en el patíbulo de la cruz. Ahí se hubiera acabado toda su historia. Pasaría a la posteridad como un hombre bueno que hizo el bien pero cuya influencia no llegaría más allá que el recuerdo.
          Pero al salir vencedor de esa muerte y de ese suplicio infamante y haber resucitado y demostrado que vive y que su vida sigue siendo una realidad, nos da pie para saber que nosotros no somos unos ilusos, sino seguidores y creyentes en un Dios vivo al que la muerte y las pasiones humanas no le han podido apartar de la historia de la humanidad.
          San Pedro, en la 1ª lectura (Hechos 10,37-43) nos lo expresa con toda contundencia: Somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al tercer día, y nos lo hizo ver a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección.
          Y ese Jesús, vivo tras su muerte, nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y de muertos.

          De ahí el SALMO que hoy rezamos como un apoyo a la alegría por la resurrección de Jesús, con ese estribillo que repetimos: éste es el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo.

          La 2ª lectura –Col.3,1-4– saca las consecuencias en nosotros  de esa resurrección de Cristo: Tenemos que buscar las cosas de arriba, no las de la tierra. Tenemos que proceder como personas que no nos dirigimos por las atracciones humanas y los goces humanos, sino que miramos al cielo y nos ponemos ante los ojos el propio ejemplo de la vida de Jesús, para actuar desde ese otro planteamiento de lo que agrada a Dios.
          Y la razón que nos aduce San Pablo es que nuestra atracción humana y nuestro deseo de goces mundanos HA MUERTO en nosotros cuando vemos a Cristo muerto, mientras que surge en nosotros una nueva visión de la vida y de nosotros ante la vida, que ya da un nuevo modo de ser, que da gloria a Dios

          Finalmente el evangelio (Jn.20,1-9) nos aporta –según San Juan- el primer testimonio de que Jesús, el que fue sepultado en la tarde del Viernes Santo, no está ya en el sepulcro en la mañana del domingo: al tercer día de su muerte. Testigos de ello son Simón Pedro y ese “discípulo amado” (que la tradición identifica con el propio Juan evangelista, pero que es algo más que un personaje concreto). Llegan al sepulcro los primeros y observan que los lienzos o vendas con que fue amortajado Jesús, están allí en el sepulcro, lo mismo que el pañolón que envolvió su cabeza. Todo está de modo que lo único que suscita es la idea de que el cuerpo que envolvieron se ha esfumado. Y aquello le hace creer al “discípulo amado”, que tiene en ese momento la seguridad de que se ha cumplido lo que Jesús tantas veces había anunciado: que resucitaría al tercer día. VIO Y CREYÓ, son los dos verbos con que se concluye el relato.
          Ese “discípulo amado” expresa la experiencia de la primitiva comunidad cristiana, que es la que tiene la primera seguridad de que Jesús ha resucitado, porque los efectos de la fe en él producen en esa comunidad unas formas de vida absolutamente diversas a las que traían de antemano. Es una comunidad renovada, y esa renovación ha surgido como consecuencia de la fe en Cristo, y de empezar a vivir al modo con que vivió Cristo. Que eso es SER CRISTIANO.

          Todo ello queda intensamente revivido y celebrado en la EUCARISTÍA de aquella comunidad y en toda Eucaristía que celebramos a través de la historia, que se prolonga a través de los siglos y da sentido a toda la fe del cristiano y, por consiguiente, a toda la vida de la Iglesia, que se sustenta sobre ese hecho primordial de la celebración del MISTERIO PASCUAL, el paso desde la muerte a  la resurrección de Jesucristo.

sábado, 3 de abril de 2021

SÁBADO SANTO

 Liturgia:          El pésame a la Virgen

            Lo que para nosotros es –en realidad- “Sábado Santo” es un día de luto en la Iglesia. En todo el día no hay culto. Incluso los templos permanecen cerrados.  La muerte de Jesús se ha vivido intensamente el Viernes Santo.  Después podríamos decir que estamos retirados en el Cenáculo, en el silencio doloroso de la muerte del ser querido.  No hay velatorio porque no hubo tiempo para poder velar el cadáver de Jesús.  Y como el sábado era día grande de los judíos y ellos estaban de fiesta mayor y en reposo sabático absoluto, no cabía otra cosa a los amigos de Jesús que permanecer en esa espera.  La vida litúrgica también queda así paralizada desde la tarde del Viernes, y durante todo el sábado.

          He tenido la bonita experiencia de un pueblo en el que sus fieles se congregaban el sábado en la Iglesia para dar el pésame a la Virgen. Algo así podría haber sucedido en el Cenáculo, una vez pasada la noche aquella, tan dura, tras la sepultura de Jesús.  Por la mañana es María quien sale a la Sala donde están todos.  Y respetuosamente se acercan a Ella aquellos amigos de Jesús, para darle el pésame, unirse a su dolor, apoyarla. También ellos son directamente afectados y, si cabe, se podría decir que están mucho más afectados. No porque puedan sentir un dolor más fuerte que el de la Madre, sino porque les falta a ellos la longitud de mirada que le da a María su fe, su meter todo en su corazón, su abandono absoluto en el misterio de Dios…  Es que ellos ahora mismo no ven más allá.  Ellos viven una experiencia de vacío y de fracaso absoluto. Han seguido a un líder que creyeron invencible, y ahora están completamente en el aire.  O, mejor dicho, por los suelos. No saben ahora qué serán sus vidas, ni para qué vivieron aquellos años en el seguimiento del Maestro, que en definitiva ha sido ajusticiado por las fuerzas religiosas y por las civiles.  Los de Emaús son los que expresan al vivo el sentimiento que les embarga: Nosotros esperábamos…  ¡Ya no esperan!  Se les ha hundido la vida.  Por eso digo que dan el pésame a María, pero ellos se consideran muy desgraciados.
De una parte es el propio dolor de la Madre. Ella vive en su Corazón la ausencia del Hijo de sus entrañas, que ha quedado allí arriba en el sepulcro. Ella ahora rumia todo lo que ha sufrido Jesús en las últimas horas. Ella, a la prudente distancia, le ha seguido los pasos, y ha podido vivir en sus entretelas del alma, cada dolor, cada tormento, cada expresión del rostro del Hijo…  Cada expresión de aquellos que intervinieron en ese trance.  Ella ha ido sintiendo entrarle el puñal en su propia alma, hasta clavársele hasta la empuñadura.  Ella ha dejado a su Hijo cadáver, puesto en un sepulcro de modo precipitado porque no hubo tiempo ni para los últimos detalles que se dedican a cualquier cadáver.
Acompañar hoy a María me es una obligación filial…, un encargo que he recibido de Jesús, allí al pie de su Cruz.  Mi compañía no puede tener palabras, que me resultarían ridículas. Sólo compañía.  Sólo estar allí. Sólo acoger si algo me quiere Ella expresar.  Y no puedo negar, que mi luto personal necesita también de Ella, y que sé que Ella tomó muy en serio el encargo de Jesús en la Cruz.
El mundo interior de María es un pozo sin fondo.  María pasó su vida con mil lagunas que no pudo entender, pero que supo ir guardando en su Corazón.  Y si muchas veces rumió tantos y tantos aspectos vividos misteriosamente en su vida, hoy –en ese silencio doloroso de su orfandad- parecen irse regurgitando y aclarando…
Aquellos misterios lejanos desde el momento del anuncio del ángel…, a aquel Belén inexplicable… Aquellos años silenciosos de Nazaret en los que parecía como esfumarse todo sentido especial de su Hijo allí escondido en una vida como cualquiera de la aldea. El extraño gesto del hijo de 12 años, que bien les dio a entender que ese Hijo no les pertenecía…, aunque aquello fuera un fogonazo suelto en medio de tantos años. O aquella despedida costosa cuando su Hijo sintió el impulso que le movía.
          Todo eso estuvo en los sentimientos de María aquel sábado. Acogía el pésame para Ella, pero abría resquicios para los pobres discípulos y amigos, allí todos encerrados, por el mismo miedo de que su amistad y seguimiento de Jesús, se pudiera traducir en la propia ruina personal de cada uno.  La obra de María es dejarles esa rendija a la espera…, a la esperanza…, a que tengan todavía la capacidad de aceptar y sobrellevar esa terrible duda que les embarga…  Porque aún el alma está desolada, pero Dios sigue mirando desde el Cielo, y no dejará caer sin su permiso un solo cabello de sus cabezas.

viernes, 2 de abril de 2021

VIERNES SANTO

 Liturgia: EN TUS MANOS ME ENTREGO


          Cuando todo está acabado, completo, perfecto, cuando –aun en medio de esa tortura de la muerte inminente- puede tener constatado que ha hecho cuanto debía de hacer, según los misteriosos proyectos de Dios-, Jesús se sabe ya en la última hora.  Pero nadie me quita la vida, sino que Yo la doy. Y en plena conciencia de ello, toma su vida en sus manos (por decirlo así) y lo deposita en las del Padre: En tus manos pongo mi espíritu. Todavía no es la muerte.  Ahora, da un grito tan fuerte, impropio e imposible en un crucificado, que queda admirado el centurión que estaba al frente de aquella patrulla de vigilancia (y tan acostumbrado a ver morir crucificados, con casi leves suspiros, sin poder sacar ya fuerzas de sus pechos). E inclinó la cabeza, como gesto previo del que se va a echar a dormir cuando “ha llegado SU HORA”, y expiró.  Dueño total de la vida y de la muerte.  El centurión, pasmado, exclama:  Verdaderamente este hombre era HIJO DE DIOS.  Había abierto San Marcos su Evangelio diciendo: “Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”.  Concluye ahora el centurión romano afirmando que “verdaderamente era Hijo de Dios”.
          Y por si fuera a quedar duda, la naturaleza entera se conmueve ante la muerte de su Creador. El sol de mediodía se eclipsa totalmente y suceden las tinieblas; un terremoto hace chocar las piedras y abre los sepulcros. Los muertos salen deambulando por Jerusalén.  Y las gentes se aterrorizan y echan a correr en aquella oscuridad hacia la ciudad dándose golpes de pecho. Si el demonio había dejado a Jesús “para otra ocasión” pensando entonces vencerlo, y se había creído vencedor en la muerte de su adversario Jesús, ahora también ha perdido la partida.  La estampida de aquellas turbas que se habían mofado de Jesús, es la confesión más clara de que –por decirlo así- “el Hijo de Dios ha bajado de la Cruz”, porque realmente ese Hombre, Jesús, ha aplastado la cabeza de la serpiente, y las lenguas viperinas y blasfemas que se valieron del anonimato de la masa para retar al propio Dios, tiene que golpearse el pecho en actitud de arrepentimiento estremecido.
          Todavía hay una señal más fuerte que todas éstas. El velo del Templo se rasgó por medio. ¡Aquello tocaba de lleno en los jefes religiosos que promovieron la injusticia! Ellos, los defensores” del Dios Yawhé, a quien guardaban celosamente en sus símbolos más sagrados contenidos en el Arca, en el Santuario, oculto a las miradas profanas con aquel velo, ven rasgarse su Presencia sublime, como el Dios mismo que rasga el misterio porque ahora se ha hecho patente y tangible en la persona de aquel Crucificado que ellos han despreciado y han pretendido quitar de en medio.  Lo que ahora ha quedado superado ha sido el período de la Alianza Antigua, y Jesús ha inaugurado una nueva y ya eterna Alianza de Dios con la humanidad, en la persona de Jesús, Hijo de Dios. El “velo” que era Jesús-Hombre ha quedado desvelado y Dios ha quedado al descubierto en JESÚS. Se aterrorizarán los demonios y los que le hicieron de diablos humanos. Descansará Jesús en los brazos de su Padre. Y María –con el grupo de incondicionales-, abrazada ahora a los pies de ese hijo muerto, dejando correr sus lágrimas serenas por sus mejillas, también entran en ese regazo de serena paz que da el final de unos tormentos tan terribles de la persona querida. Ni huyen ni se asustan, ni se sorprenden. Allí están contemplando la gloria de Dios.
          Los malhechores crucificados también guardan imponente silencio. Hasta el que había atacado con sus palabras. Ahora está callado. Mirando en todas direcciones como quien está viendo lo que nunca pudo sospechar. El otro sabe ahora que es hoy mismo cuando volverá a encontrarse con ese “Rey de los judíos” que está desplomado en la cruz de al lado, pero que tiene un Reino diferente.  Los soldados, pasmados.  Sin atreverse a moverse de donde están. El centurión, anonadado.  El silencio, que sólo rompe el jadear agónico de los otros crucificados, y quizás los sollozos más expresivos de María Magdalena, es la adoración del mundo hacia aquel JESÚS NAZARENO, QUE VERDADERAMENTE ERA EL HIJO DE DIOS.

jueves, 1 de abril de 2021

JUEVES SANTO: LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA


Liturgia: LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA

          La institución de la Eucaristía, con su doble vertiente de dar vida eterna a quien come su cuerpo y bebe su sangre (aquel anuncio que escandalizó otrora a discípulos suyos), y anunciar su muerte: vivirla de antemano en forma misteriosa incruenta, y al mismo tiempo absolutamente real. Un verdadero misterio que constituía el momento definitivo de la anunciada (desde antiguo) NUEVA Y ETERNA ALIANZA, nuevo testamento, pacto ya irrompible del amor de Dios a la humanidad, a la que Dios podrá mirar ya rescatada del fango en que la había sumido el pecado.
          Jesús tomó pan de la mesa. Dio gracias a Dios, y extendió sus manos sobre ese pan, en signo de bendición, y se lo dio a sus discípulos diciendo: TOMAD Y COMED: ESTO ES MI CUERPO QUE SE ENTREGA.  Y bien era conocido el sentido de ese vocablo: entregar a la muerte  Y los apóstoles fueron pasando aquel “pan”… También hizo Jesús lo mismo con una copa de vino. Y les dijo:   TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE LA NUEVA ALIANZA EN MI SANGRE, QUE SE DERRAMA POR VOSOTROS Y POR EL MUNDO ENTERO, PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.  Y otra vez aquellos hombres, envueltos en un ambiente de misterio, bebieron de la copa.
          Mi pregunta siempre es: ¿qué estaban entendiendo aquellos hombres?  ¿Hasta dónde podía llegar su “conocimiento espiritual” para hacerse cargo de lo que acababan de hacer?  Mucho dudo de que fueran conscientes de ser testigos al vivo de la acción salvadora de Jesús, de asistir a su muerte, de pensar que en aquel momento Jesús había entrado dentro de ellos.  Pienso que tendrían que recibir el Espíritu Santo de Pentecostés para entender la sublimidad de lo había ocurrido.  Y no sólo que “había ocurrido” sino que Jesús acabó aquel momento tan especial con una nueva palabra no menos maravillosa: CUANTAS VECES HAGÁIS ESTO EN MI NOMBRE, ANUNCIÁIS MI MUERTE HASTA QUE VUELVA  Porque Pentecostés les reveló que aquella acción que habían vivido, era una acción actual, permanente, que se trasmitía y se prolongaba –se revivía- cada vez que ellos repitieran aquel mismo gesto y palabras de Jesús.
          Para nosotros todo esto  es ya algo “casi natural”. Y también necesitamos Espíritu Santo para concienciar la inexplicable realidad a la que asistimos y en la que participamos los católicos en cada “Misa”.  Aunque les llevamos de ventaja a aquellos hombres toscos de la Santa Cena, toda la fe de la Iglesia, ¡la maravilla de la fe que hemos recibido!, y con ella la capacidad para asentir sin dudar que la Palabra del Señor ha transformado el sentir y pensar de nuestra mera capacidad “intelectual” humana.  Tenemos el llamado “sentido de la fe”, que nos hace “fácil” lo más difícil, cuando se desenvuelve bajo el manto del poder de Dios y de la acción en nosotros de Jesús a través de su Espíritu Santo.  En definitiva, de la Iglesia.
¿Cuál era el sentir íntimo, profundo del propio Jesús? Jesús estaba entrando en las entrañas del alma de cada uno. Jesús estaba viendo un horizonte de siglos, entrando en corazones del mundo entero. Y -personalizando- Jesús vio mi momento concreto en que yo acepto su entrada en mí. La pregunta es obligada: ¿Qué ve? ¿Qué efectos descubre de esa su divina "medicina", su Presencia en nuestra alma, que no es un caramelo para endulzarse un rato...?
Vio su llegada sacramental a aquellas primeras comunidades de cristianos ardientes por vivir la vida de su Maestro y Señor, que fueron sus Testigos que hacían exclamar a los paganos: "Mirad cómo se aman". Era el distintivo. Era el testimonio. Nadie tenía nada como propio, sino que quien tenía, ponía lo suyo a disposición de quien no tenía. Había una emulación por contender quién podía ser más "doble" de Cristo Jesús, más hostia que se inmola dándose y compartiendo. Un solo corazón, una sola alma, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos.
Vio aquella certera advertencia de Pablo al grupo corintio que se reunía para la Eucaristía, en dos grupos diferenciados: pobres necesitados, y "cristianos" satisfechos de sí. Y Pablo ratificó que "eso no es Eucaristía", no es la Cena del Señor. Él está ya ausente, por mucho que externamente parezca que "celebran". Es un pan vacío, huero. La levadura del amor efectivo es ingrediente esencial del Sacramento
Sigue viendo nuestras Eucaristías. Grandes momentos de su acción santificadora. Penosos momentos de comuniones aparentes en que parece recibirse a Jesús, mientras se albergan recelos y odios y negativas a perdón..., y se sale con el juicio negativo, la crítica e incluso envenenamientos del alma por algún motivo personal... ¿Qué panorama vio Jesús desde aquel Cenáculo, cuando miró hacia los otros cenáculos de la historia?

viernes, 19 de marzo de 2021

SAN JOSÉ

 SAN JOSÉ

             He de confesar que es de las liturgias que más trabajo me cuestan explicar, porque más bien hay que explicar términos, puesto que en las dos primeras no está directamente el Santo. ¡Y sin embargo lo está de lleno! Si es la primera (2 Sam, 7, versículos salpicados), José está ahí porque el reinado eterno prometido a David, es evidente que no lo fue en David, que murió. José es descendiente de David y José fue el esposo de María. De la cual nació Cristo.  En él se hace eterno ese “reinado de David”.  En la 2º (Rom 4, versículos salpicados), se alude a Abrahán, cuya fe sobrepasó todas las razones humanas. Pero creyó.  Y en José, el esposo cuya esposa está encinta –y él no ha intervenido- y agacha la cabeza en actitud de fe total cuando Dios le advierte que aquello que hay en María viene del espíritu Santo, pero que José será “padre” en la tierra a todos los efectos, con todas las responsabilidades… Y José se pliega y CREE contra toda razón, y afectándole en lo más hondo de sus ser de varón judío. Por decirlo así, ni padre ni esposo efectivo…, y sin embargo, esposo y padre.  El Evangelio (Lc 2, 41) incide en esa realidad que sería, en sí misma, humillante, cuando el evangelista pone en boca de Jesús una corrección a las palabras de María: Tu padre y yo te buscábamos… Y Jesús responde: Yo tenía que estar en las cosas de mi Padre, quedando –pues- San José fuera de esa paternidad. Luego se apresurará San Lucas en dejarnos claro que el Niño bajó con ellos a Nazaret, que era un niño obediente a ellos, y que crecía como un niño normal. Por tanto, un niño que tuvo en María y José a sus padres, los que le cuidaron y educaron, le alimentaron y le enseñaron…
             Por todo esto, que entra en la profundidad de misterio de Dios, San Jose queda elevado como la figura más importante de la Iglesia y de la vida de Cristo, hijo de María –la MUJER esencial anunciada desde el comienzo-. Con muchos “títulos” ensalza la Iglesia a San José: Patrón de la Iglesia, de la Buena Muerte, ejemplo de padre, patrón de los Seminarios donde se forman y educan los que han de seguir la obra de Jesús…, y muchos títulos más que ensalzan su amor casto, su fuerza contra toda tentación…

domingo, 21 de febrero de 2021

DE CENIZA AL PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

  Comienza el período cuaresmal; esta primera parte hasta el domingo se define como días de Ceniza, que comienza con la imposición simbólica de la ceniza sobre la cabeza, en demostración de nuestra poquedad y nuestra necesidad de penitencia, para abrirnos más a que nos dejemos llenar por Dios. 

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tres aspectos fundamentales para insistir en la interioridad a la que nos llama el Señor y que expone en estilo repetitivo con tres temas típicos de la espiritualidad cristiana:
          LA LIMOSNA. Y advierte Jesús que no debe hacerse ostentosamente haciendo ver que da uno algo de sus bienes, sino que debe hacerse en lo más secreto; en eso que expresa Jesús –en su estilo extremoso- diciendo que tu mano izquierda no se entere de lo que hace tu derecha. No vayas tocando la trompeta por delante como hacen los hipócritas para demostrar su generosidad. La limosna que se da, sea en lo oculto, de modo que sea Dios el que la ve. Y Dios dará la paga merecida.
          LA ORACIÓN: cuando ores no lo hagas para ser visto de los hombres y que la gente te alabe; no ores con ostentación de que oras. No poniéndote delante de los demás para que te vean, sino entrando en tu interior y orando a Dios con el corazón. Y Dios, que ve el corazón, te pagará. Dios ve en lo escondido, y ahí es donde hay que rezar al Padre, que está también en lo escondido profundo.
          EL AYUNO. El ayuno, el sacrificio, no es para ir por la vida con la cara triste mostrando a los hombres que se está haciendo ese sacrificio. Al contrario, dice Jesús, perfúmate, lávate la cara, presenta un rostro alegre. Y así no serán los hombres los que vean que ayunas, sino tu Padre del Cielo que ve en lo interior. Y Él te recompensará.
         
          Quien dice esas tres características, dice de todo en general. La vida del cristiano tiene que vivirse en el fondo del alma: Los verdaderos adoradores adoran al Padre en espíritu y verdad. Cuando queremos distinguir la sinceridad de la persona, un signo cierto es la naturalidad. Por eso las apariencias externas para significar más devoción o más profundidad, son siempre sospechosas. Y de esto debieran tomar nota aquellas personas que pretenden manifestar más su “mundo interior” con posturas que resultan llamativas y que no responden a ese principio evangélico de vivir la vida cristiana en el interior y no en las manifestaciones externas, que podrán advertirlas los hombres pero no suponen una mayor intensidad de verdad en el corazón.

          La fórmula de imposición de la Ceniza que más se usa es la de Conviértete y cree el evangelio. Convertirse que es ponerse en otra tesitura de la vida, abierta a Dios. Y tal novedad de vida se centre en CREER EL EVANGELIO, en ir transformando la vida en un evangelio viviente, de modo que se tome de Jesucristo el estilo nuevo de interioridad, austeridad, fe, servicio, oración, amor a los demás, compasión…, y todas esas características de Jesús que el evangelio nos pone delante, y que vamos succionando en el día a día para acabar siendo fieles seguidores de el evangelio de vida que Cristo nos ha puesto delante.

 La Cuaresma debe plantearse como una elección que se hace en la vida concreta del creyente, porque ha de tomar postura en su vida: o por Dios o al margen de Dios (no voy a decir “contra Dios” porque ninguno de los seguidores del blog estaría en esa actitud). Pero no es extraño que pueda haber posturas “al margen”. No tanto de una manera voluntaria y deliberada sino en la práctica de la vida loca de cada día.
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          Jueves de Ceniza nos empieza planteando la situación con un texto del Deut.30,15-20: «Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Pues yo te mando hoy amar al Señor, tu Dios, seguir sus caminos, observar sus preceptos, mandatos y decretos, y así vivirás y crecerás y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para poseerla.
          Ante la vida de cada persona se abre siempre esa realidad: el bien que invita a seguir a Dios y a sus mandatos; el mal, que es lo contrario. No abiertamente “malo” sino no siguiendo la pauta de lo verdaderamente bueno. No se trata de pecados abiertos, en la regla general, pero sí de medias bondades, de “resbalones” sobre lo que se sabe que se debe hacer y que sin embargo no se hace, por debilidad, pereza, falta de voluntad…
          Eso lleva consigo un premio o un demérito, que se enuncia en el párrafo siguiente: Pero, si tu corazón se aparta y no escuchas, si te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses y les sirves… [Otros “dioses” son el amor propio, las pasiones humanas, las “cosas” y personas que nos crean lazos afectivos que pueden no ir en la línea recta…]; si eso es así en la realidad práctica de la vida de un individuo,  yo os declaro hoy que moriréis sin remedio; no duraréis mucho en la tierra adonde tú vas a entrar para tomarla en posesión una vez pasado el Jordán. Naturalmente la cita corresponde a la realidad de aquellos tiempos. No tenemos que hacer otra cosa que buscar el equivalente en nuestro mundo actual: la soberbia, la lujuria, la pereza, el engreimiento y endiosamiento…
          Se concreta todo: Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra. Pongo delante de ti la vida y muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que viváis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a el, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que juró dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob».
          Es el mensaje que nos propone la Cuaresma desde su mismo inicio. Dios nos pone todo ante nosotros. El hombre ha de tomar postura: ¿Quiere la bendición de Dios o quiere ser puesto fuera del ámbito de Dios? (maldición). Hace solo unos días se sintetizaba todo en una frase: Todo es vuestro, vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios. “Todo es vuestro”. El Señor ha puesto ante cada cual un camino con muchas bifurcaciones. El hombre puede coger el camino que quiere. Pero debe tomar el camino que le hace ser de Cristo, que es el camino de Dios. Por eso, aunque puede elegirse el mal, el que es sensato acaba eligiendo el bien. Y con ello vive, ama al Señor y escucha su voz, apegándose a Dios.

          En el evangelio (Lc.9,22-25) está ya “traducido” todo a la realidad de la predicación de Jesús, que nos señala su camino y, consiguientemente, nuestro camino: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. [El pasado domingo leíamos esa misma cita en el evangelio de Mateo; Lucas añade un matiz: tomar la cruz, la propia cruz, es labor de cada día” para el seguimiento diario de Jesús, en esa continuada elección que la persona tiene que hacer constantemente]. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. Es una desgracia pretender “vivir la vida, “gozar de la vida”, cuando el verdadero camino es el que Cristo ha señalado si se quiere ir con él. Porque ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».
        No hay mucho que explicar. Tomemos en serio la palabra de Jesús y vayamos aplicando su llamada a nuestra realidad personal. Es cuestión de meditar. De no buscar escapatorias. De sentirnos llamados a un estilo de vida muy concreto.



Viernes de Ceniza
                      Una insistencia clara a través de las dos lecturas: lo que Dios pide a quien quiere servirlo es que comprometa su interior, y que efectúe en su vida obras de caridad y servicio a sus prójimos. El ayuno, el sacrificio, y toda práctica religiosa no tienen valor cuando sólo se viven en lo externo: Orar para ser vistos, mover la cabeza como un junco, acostarse en el suelo… Todo eso no es lo que agrada al Señor. Así se va desarrollando la 1ª lectura del profeta Isaías (58, 1-9). Lo que agrada al Señor y lo considera verdadero acto de religión, es atender al prójimo en sus necesidades. Eso será como luz de aurora en la vida de quien lo practica. Y la razón clara de todo ello es porque Yo, el Señor, soy misericordioso. Quien quiera vivir de cara a Dios, tiene que practicar la misericordia.

          El SALMO 50 nos lleva a esa realidad del corazón, que es donde se alberga la acción de Dios: Un corazón arrepentido y humillado, Dios no lo desprecia, porque Dios mira al corazón.

          Es también el argumento del evangelio de hoy (Mt.9,14-15) que en su brevedad nos trasmite el pensamiento y la palabra de Jesús ante aquella pregunta que le hacen sobre el ayuno de sus discípulos. Es decir, sobre el no-ayuno de sus discípulos, siendo así que los discípulos de Juan Bautista y los de los fariseos, sí ayunan.
          Jesús responde que sus discípulos, que están con él, están de fiesta, y en la fiesta no van a ayunar. Estar con Jesús es estar en el banquete de la boda. Y no es lógico que estando con él, en plan de fiesta, los discípulos se pongan a ayunar. Tiempo tendrán para hacerlo.
          Pero no perdamos de vista lo dicho: el ayuno que Dios quiere no se queda en lo ritual, en lo externo, en la mera privación de alimento. Se trata de que el ayuno de unos sirva para dar de comer a otros, en las múltiples formas que hay de hacer el bien a las otras personas.

          ¿Por qué conserva la Iglesia días de ayuno o de vigilia? Como un lejano modo de unirse al sacrificio de Cristo. Cristo padeció, y en solidaridad con sus padecimientos, la Iglesia pone esas mínimas formas de participación en el dolor de Jesús. Por eso casi se reduce todo a los viernes, porque Cristo murió un viernes. Hoy se entiende mejor que antes este planteamiento de solidaridad, puesto que lo estamos viendo a cada paso en las reivindicaciones de temas laborales. ¿Por qué no vamos a aplicar al tema espiritual esos mismos modos de unirnos al que sufre? Ya dijo Jesús que cuando él se fuera, ya ayunarían sus seguidores.
          También es solidaridad con el que sufre. Muchas personas se encuentran en situaciones precarias de llevarse el bocado a la boca. Yo ayuno o me abstengo de algo como unión al dolor de mi prójimo, que no es sólo hambre de comida sino que tiene que “ayunar” de otras diversas cosas que a la gente les sobra y aun despilfarran. Todavía más sentido si mi ayuno se materializa en dar de comer a un necesitado.
          Por otra parte: ¡qué poco nos pide la Iglesia! Comparado con las prácticas de otras religiones, lo que nos piden a los cristianos resulta hasta irrisorio. Posiblemente por eso lo valoramos menos. Si se nos pidieran mayores privaciones, muy posiblemente las íbamos a valorar (y cumplir) mejor. Pero lo que se nos pide es tan mínimo que hemos acabado por minusvalorarlo y con ¡cuánta facilidad se salta!
          Yo comparo estos pequeños gestos que nos pide la Iglesia con el pequeño gesto que es un beso. ¡Y sin embargo cuánto se valora un beso! Una realidad de saludo que si se analiza, tiene el mínimo valor material. Pero lo tiene afectivo. Pues así la Iglesia nos pide el gesto afectivo de la obediencia a estos pequeños preceptos simbólicos con los que nos quiere hacer presente y tener recordatorio de otras grandes realidades mucho más profundas, a las que tiende el gesto leve del ayuno y la vigilia. Claro que depende del espíritu que pongamos en ello. La mera materialidad de “la obligación” o “precepto” deja sin sentido a la misma Misa. El espíritu y afecto con que se vive, es lo que da sentido. Y dará más sentido cuanto con mayor amor se una la persona a la razón de ser que la Iglesia ha querido dar a estos gestos.

 Sábado de Ceniza
                      Hay una 1ª lectura (Is.58,9-14) que es “condicional”; expresa una serie de bendiciones de Dios, que vendrán si se viven unas condiciones: Si destierras el gesto amenazador y la maledicencia, si partes tu pan con el hambriento y sacias el estómago del necesitado, entonces brillará tu luz en las tinieblas, y el Señor te dará el reposo permanente y saciará tu hambre. Toda la palabra que encierra esa lectura está en ese tono. Dios está abierto a todas las gracias, pero pide actitudes fieles. Que el día del Señor sea respetado en el culto y en el descanso, buscando que sea realmente “día del Señor” y no ventajas del propio interés para resolver los asuntos. Si el día del Señor lo vives así, el Señor será tu delicia, te alimentaré con la herencia de tu padre. Y como una rúbrica que avala eso, acaba la lectura diciendo: Ha hablado la boca del Señor.

          El Salmo 85 nos invita a repetir: Enséñame, Señor, tus caminos, para que siga tu voluntad. Y esos son los caminos del Señor, los de una vida leal para con los deberes ante Dios y ante el prójimo.

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          Hemos rozado de alguna manera en la 1ª lectura el tema del culto a Dios el “día del Señor”. Y no está de más hacer nuestra reflexión. Cierto que el domingo es largo y da para mucho. Pero LO PRIMERO que pide el domingo es el culto a Dios, la dedicación a Dios. Lo demás va en segundo lugar. Quiere decir que todo ha de ceder ante la santificación de la fiesta. Incluido el hecho de llegar a tiempo y no cuando ya está empezada la Misa. Es penoso ver que se comienza la Misa con media iglesia de fieles y que se va llenando poco a poco. Lo primero es que es una falta de respeto. Pero además es un error pensar que se vive la Misa completa cuando no se ha vivido del principio al final. No se vive la Misa llegando cuando ya está empezada. Aquel concepto de “llegar al evangelio” hace muchos años que está superado por la esencia misma de la Liturgia, y del “oír Misa ENTERA todos los domingos y fiestas de guardar”.
          No se asiste a un concierto llegando tarde, y no se ocurre a nadie preguntar si ha oído el concierto si llega cuando ya esta empezado. Entre otras cosas, porque no se deja entrar cuando ya ha comenzado. Hay naciones donde la puerta de la Iglesia se cierra cuando sale el sacerdote al Altar, y ya no entra nadie más. Eso es cultura y es respeto a la Misa y a los mismos participantes en la Asamblea.
          Y cuando ya está asegurado ese momento de Dios, vendrá el recreo, la distracción, las otras actividades lúdicas que pueden llenar el día del Señor. La vida social actual dificulta mucho esta jerarquía de valores y muchas veces la Misa se queda como “el compromiso” que hay que rellenar de alguna manera. Y del que, con una falta de conciencia recta, algunos acaban por liberarse, “porque han tenido otras cosas que hacer”.

LITURGIA        Domingo 1º Cuaresma- A
          El evangelio nos presenta la situación contraria .... Jesús, hecho Mesías e Hijo de Dios, pasa también por la prueba de la tentación variada: la de romper su ayuno y darse el gusto de comer; la del orgullo, tentando a Dios y poniéndolo en situación de hacer un milagro inútil: la del poder, dominando el mundo entero aun en contra del honor de Dios. Y Jesús no cede ante ninguna de las tentaciones, apoyándose siempre en la palabra de Dios: no sólo de pan vive el hombre; no pondrás a prueba el poder de Dios; a Dios solo adoraré y a él solo daré culto. Y Jesús no se deja atraer por la serpiente que también a él le ha ofrecido ponerse a la altura de Dios y corregirle la plana.
          Es la contraposición que se da entre las dos lecturas que llevan la voz cantante. Es, por tanto, la llamada de advertencia que nos hace la Cuaresma, que nos dice que vamos a sufrir tentaciones de muchos tipos, y que hay que resistir a la tentación apoyándose en la fuerza de Jesús.

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          La Cuaresma se nos presenta como período de reflexión y de mejora, de dominio de nosotros mismos y de unión al Cristo doliente de la cruz. Pero todo eso tiene su otra vertiente de la victoria que Cristo nos ha ganado con su resurrección, hacia la cual caminamos.

          Por eso en la EUCARISTÍA anunciamos la muerte de Cristo, que fue un hecho real en su obra redentora sobre nosotros, pero juntamente proclamamos su resurrección, que es el término hacia el que nos dirigimos. Que no se nos queden esas palabra en mera aclamación que decimos, sino en pensamiento transformante de nuestra vida: caminamos hacia el triunfo… Bien merece la pena la lucha diaria.