Escrito por el sacerdote Manuel Cantero en 2014.
SANTOS PEDRO Y PABLO
Prevalece el la liturgia de hoy la fiesta de los dos apóstoles a la que hubiera correspondido el “domingo”. San Pedro y San Pablo son considerados las columnas o pilares de la Iglesia. Simón Pedro que vio al Señor, que lo trató con toda familiaridad, que fue el discípulo aventajado y elegido especialmente por Jesús. Pablo, que no vio al Señor; no lo conoció físicamente, personalmente, y sin embargo fue el apóstol ardiente que lo predicó y lo llevó al mundo. También a él lo eligió Jesús, aunque tuviera que hacerlo por muy diverso procedimiento.
A ambos les preguntó Jesús (de diverso modo): Y tú ¿quién dices que soy Yo? Simón respondió con pocas palabras la esencia de todo el Evangelio: Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo. Y Jesús le respondió –por su parte-: Y yo, a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta ROCA edificaré mi Iglesia, y las fuerzas del infierno no le podrán.
Cuando al cabo de los años, ya ausente Jesús (que ha subido al Cielo), Simón Pedro haya de encontrarse con la persecución y la práctica condena a muerte, las fuerzas infernales –encarnadas en aquello dirigentes judíos- son burladas por “el ángel de Dios”, que hace caer las cadenas y abre las puertas y pone en libertad a Pedro. LA ROCA NO PUEDE SER TRITURADA. La ROCA permanece.
Han pasado los siglos –muchos siglos-; muchos “pedros” han sido encarcelados y puestos en trance de muerte…, ¡y hasta morir! La Roca sigue inexpugnable.
Lo que no quita que hoy esté vigente –y mucho- la pregunta aquella de Jesús, pero dirigida a mí: Y tú, quien dices que soy Yo. Quisiera Jesús oír de nuestros labios respuestas tan contundentes como aquella vez escuchó de Simón… Quisiera Jesús poder decirnos a nosotros: Y yo a mi vez te digo que eso te lo ha revelado mi Padre. Y que TÚ ERES… [Es aquí donde puede surgir una reflexión muy honda. Se me viene a la mente aquellos versos maravillosos: ¿Somos los hombres de hoy aquellos niños de ayer? Porque causa escalofrío comparar la fe a machamartillo de nuestros padres (“aquellos niños de ayer”)…, la defensa de la fe que supieron llevar adelante (aunque a más de uno le costó la vida)… Y comparar con “estos hombres de hoy” que vivimos adormecidos, que nos dejamos enervar por “el agua templada –ni fría ni valiente-, y que casi sentimos a las espaldas aquellas palabras del Apocalipsis: porque no eres frío ni caliente, provocas nauseas… Hoy Jesús también quiere decirnos: TÚ ERES…, y poner detrás un nombre nuevo, un nombre que corresponde al momento presente, en las circunstancias presentes, en la urgencia presente... Pero somos los hombres de hoy aquellos niños de ayer? ¿Las medias tintas “del infierno” no minan cimientos personales que parecían inalterables? Ojalá no sea. Pero no quiero eludir la pregunta, por si acaso.
A aquel Pedro, ROCA, el Señor le desató las cadenas para que diera testimonio público de Jesús. Nada pudieron con él ni los odios religiosos ni es “pasteleo” político de unos jefes que se dejaban llevar “por el populacho y la demagogia”…: ellos habían decapitado ya a Santiago y como el pueblo pareció gustar del espectáculo, por eso apresan ahora a Pedro. [La “política no ha variado mucho en estos 20 siglos…]
San Pablo, a punto ya en sus últimos días, hace un balance de su vida, y puede mirar gozosamente su misión cumplida: Yo estoy a punto de ser sacrificado. He corrido bien mi combate; ha mantenido la fe. Me queda que aguardar esa corona que Jesús ha prometido, y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a mi venida.
Nos unimos hoy a San Pedro y a San Pablo, que vivieron y realizaron la misma Eucaristía que nosotros. Lo que hace falta es que esa fuerza eucarística nos una en un mismo modo de hacer: en una confesión de fe como la de Pedro (que llevó hasta las últimas consecuencias); en una exigencia como la de Pablo (que llamó severamente la atención a quienes celebraban la Eucaristía pero no vivían según la Eucaristía).
Por eso, ante la Eucaristía podemos y debemos recitarnos –en oración reflexiva y escrutadora: ¿somos los cristianos de hoy, aquel Pedro y Pablo de ayer?
Año 2016
Liturgia: San Pedro y San Pablo.- Solemnidad
1ª lectura: Hech 12, 1-11: Herodes prende preso a Pedro con idea de matarlo al pasar las fiestas de Pascua. Un hecho milagroso lo libra de la cárcel la víspera de la pretendida ejecución. Pedro cree que está soñando pero cuando quiere acordar está libre de ataduras en plena calle. Y el ángel que le había guiado desaparece Pues era verdad; Dios ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes…
2ª lectura: 2Tim 4, 4-8. 17-18: Pablo confiesa que está a punto de ser sacrificado y el momento de su partida está cercano. Le queda la satisfacción de haber peleado bien el combate de Cristo, y queda a la espera de la corona de gloria que le dará el Señor. Pero no es sólo a mí- dice Pablo-, sino que es para todo el que tiene amor a la venida de Jesús. El Señor me libró y seguirá librándome de todo mal.
Finalmente desembocamos en el evangelio de Mt 16, 13-19, el muy conocido y recientemente explicado de la pregunta de Jesús a sus apóstoles: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?; y vosotros ¿quién decís que soy Yo?
Pedro se adelanta a todos los compañeros y hace el acto de fe mesiánica: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.
Jesús alaba a Pedro porque Pedro ha ido mucho más lejos de lo que él puede ver, tocar y palpar. Eso que ha dicho ha sido una revelación de Dios. Entonces Jesús responde al acto de fe de Simón con otro acto de fe de Jesús en Simón Pedro: Ahora te digo yo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
En esa frase se repite la misma palabra: “piedra”: cuando Jesús le dice “quién es ahora Simón”, y cuando la utiliza directamente: “sobre esta piedra”. En realidad Mateo está ahora expresando lo mismo que San Juan había expresado en el primer encuentro que tuvo con Simón, conducido por su hermano Andrés: “Tú eres Simón; tú te llamarás PEDRO” (=piedra). [La palabra original es CEFAS e indica una piedra rocosa, distinta de LITHOS que expresaría un guijarro del camino. Jesús está expresando que Pedro va a ser roca firme sobre la que va a realizar su obra: su Iglesia, indestructible por las fuerzas del mal].
El cambio del nombre es decisivo en la Biblia. Cuando Dios cambia un nombre es para designar una misión, una vocación. A Simón, el pescador, Jesús lo designa ahora piedra o fundamento de esa futura Iglesia que va a edificar. Y para la que le da plenos poderes: te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. “Atar-Desatar” son los dos extremos de una acción. En esa imagen se abarca todo lo intermedio entre atar y desatar. Por eso expresa plenos poderes. En esa Iglesia –que es la Iglesia de Jesucristo- Pedro va a ser el continuador, el representante, el Vicario. Al no quedarse Jesucristo en la tierra (porque él se va al Cielo), deja en su lugar y con su misma autoridad a Pedro: Se me han dado plenos poderes en el cielo y en la tierra; como el Padre me envió así os envío yo. Y Pedro va como cabeza de sus compañeros (TÚ eres Pedro sobre ESTA PIEDRA edificaré mi Iglesia) y como cabeza que se prolonga en la historia a través de sus sucesores.
Esa es la gran importancia que tiene esta fiesta, que celebra a los dos grandes apóstoles Pedro y Pablo, que viene a unir a la cristiandad en torno a las dos columnas de la Iglesia.
Un día también para focalizar nuestra atención en el “Pedro” actual, el Papa, que hoy sigue siendo la PIEDRA de la Iglesia, al que debemos la debida veneración los cristianos católicos, aglutinados bajo su cayado de Pastor de la Iglesia Universal. Y en este sentido habría que recordar a todos los católicos que la actitud ante el Papa y sus enseñanzas ha de ser de obediencia humilde y reconocimiento pleno hacia el “actual Pedro”, Vicario HOY de Jesús en la tierra.
AÑO 2017
Liturgia: San Pedro y San Pablo.- Solemnidad
Hoy la Iglesia está de fiesta. Celebramos la solemnidad de los Santos PEDRO Y PABLO, los dos apóstoles puntales de fe cristiana, Pedro en la parte más centralizada en el mundo judío, y Pablo en el gentil. Pedro, como Piedra fundamental (Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia), y Pablo recorriendo otros lugares y siendo “el evangelizador”, el incansable comunicador de la doctrina de Jesús, que va explicando y concretando mucho de lo enseñado por el Maestro.
La liturgia de la solemnidad divide la materia entre los dos, aunque llevándose Pedro la primacía. En Hech.12,1-11 se nos describe la liberación milagrosa de Pedro, encerrado en la cárcel por Herodes. Ni el propio Pedro llegaba a creerse aquella liberación, y pensó que se trataba de una visión. Pero el hecho fue real: Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos.
Luego en el Evangelio (Mt 16,13-19) encontramos el texto base en el que Jesús declara a Simón que es PEDRO (=Piedra) sobre quien edificará Jesús su Iglesia, declarándole que la confesión que ha hecho Simón sobre Jesús, como “Mesías, el Hijo de Dios vivo”, era mucho más que lo que Simón podía ver, tocar y palpar: en realidad era una revelación que había venido de Dios, por lo que Simón dejaba de ser simplemente Simón para ser el dichoso Simón, hijo de Juan, que quedaba convertido en Pedro, que recibía las llaves del Reino de los Cielos, con las que ataba y quedaba atado en el cielo; desataba y quedaba desatado en el cielo, es decir, recibía plenos poderes como continuador y vicario de la obra de Cristo, la Iglesia de Cristo.
Con la particularidad de que no era sólo la persona de Simón Pedro la que recibía aquella autoridad, sino todos sus sucesores que habían de ocupar el lugar de Pedro.
Por su parte, Pablo es el inseparable en la construcción de esa Iglesia, aunque no caminara al lado de Pedro, porque sus trabajos apostólicos se habían ido dirigiendo por caminos muy distintos, aunque acordes en la doctrina y en el amor a Jesucristo. Que allí donde surgieron iniciales diferencias en una obra tan ingente que estaba haciéndose, dos hombres de Dios dialogaron y estudiaron el espíritu imbuido por el Maestro, para acabar confluyendo en unos puntos comunes esenciales.
Escribiendo a su discípulo Timoteo (2ª, 4,6-8.15-18), define Pablo lo esencial de su personalidad: Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente, He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor me premiará en aquel día. Pablo mira ya hacia atrás. Hace su examen de conciencia y tiene la satisfacción del deber cumplido. Puede esperar con confianza la corona definitiva, que Jesús le va a entregar.
¿Por qué puede cantar victoria? Porque el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Ese fue su título. El que sacó de una de sus conversaciones con Pedro: que él se dedicaría a los gentiles. Ahora esa es su honra y su corona. Puede esperar el premio merecido.
La Iglesia de Jesucristo está asentada sobre esas dos columnas. Lo que quiere decir que nosotros nos alimentamos de esos dos cimientos. Las cartas de Pablo son prácticamente alimento constante en la liturgia y en la enseñanza. Y en cuanto a Pedro, sus cartas son menos conocidas y menos usadas, pero “PEDRO” sigue alentando la Iglesia cada día desde la acción del magisterio papal.
Y hoy día sería muy a tener en cuenta porque el PEDRO ACTUAL está dando una ingente catequesis diaria, desde sus cortas intervenciones diarias en Santa Marta, a sus más amplias catequesis de miércoles y domingos. Y lo que es inadmisible es que haya católicos en “guerra” mental (y a veces no tan mental) contra las enseñanzas del Papa, precisamente porque este PEDRO se ha tomado en serio el Evangelio de Jesucristo y está buscando conducir las actuaciones eclesiales por la línea de la misericordia, la comprensión, la compasión, el respeto a las otras formas. Lo que hizo Jesucristo frente a los ancianos de las piedras contra la adúltera, o con la prostituta en casa del fariseo, o de cada sábado saliéndose de la “norma” para presentar a las gentes la grandeza del Corazón de Dios. ¡Pero todavía hay “más papistas que el Papa”, y más falsos profetas con piel de oveja!
AÑO 2019
LITURGIA
Celebramos la fiesta de San Pedro y San Pablo, los dos grandes apóstoles de la Iglesia, columnas de la misma, cada uno en su función: Pedro, el designado directamente por el Señor para ser su continuador en la obra del Reino de Dios, como vicario suyo y cabeza visible de Jesucristo en la continuidad de la Iglesia. A ello responde el evangelio de hoy (Mt.16,13-19): Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque estas cosas no te lo ha revelado la carne y la sangre sino mi Padre que está en el Cielo. Y yo a mi vez, te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te doy las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. Lo que supone poderes divinos, los mismos de Jesucristo.
El otro “Apóstol” (así se le designa como apelativo propio) está reflejado en la 2ª lectura (2Tim,4,6-8.17-78) donde él se retrata a sí mismo como elegido del Señor: El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su Reino del Cielo. Podrían haberse aducido otros textos igualmente definitorios de la personalidad de Pablo. A él se le debe una gran parte de la ampliación del mensaje, porque sus cartas son todo un fundamento teológico de la fe que profesamos. Y más aún es significativo para nosotros, porque él fue el que abrió el Reino a la “gentilidad”.
A Pedro se le representa con las llaves, por la frase misma de Jesús, que se las entrega para que en sus manos esté la Iglesia. A Pablo se le representa con espada porque fue un gran luchador por esa fe.
Los dos murieron mártires por la fe que vivieron y defendieron.
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