jueves, 24 de diciembre de 2020

NOCHEBUENA - CICLO B

LITURGIA SE LA NAVIDAD
Se abre con la MISA DE LA VIGILIA, o misa vespertina. Ya de blanco y con Gloria. Se repite la genealogía de Jesús que se leyó el día 17, continuándose con el anuncio a José de que el hijo de María viene de Dios y José hará de padre, imponiendo el nombre.
Sigue la MISA DE NOCHEBUENA (de medianoche; "del Gallo"), que debiera empezar a las 12, si no fuera por la inseguridad ciudadana y las edades de los fieles. Es la MISA DEL NACIMIENTO y anuncio a los pastores.
2ª MISA: DE LA AURORA: Evangelio de los pastores, que encuentran a Jesús, conforme a lo anunciado por los ángeles.

3ª MISA: EL NACIMIENTO ETERNO DEL VERBO DE DIOS. El Niño nacido en Belén, indefenso, sin habla, sin movimiento, es nada menos que el Verbo de Dios, el Creador de todo, el Hijo de Dios, la Palabra elocuente de Dios, que ha plantado su tienda entre los hombres. Vino a los suyos... 


Día 24 por la mañana 

         Las lecturas de hoy comienzan con una repetición de una de las leídas el domingo: David ha decidido construir un Templo al Señor. Natán, el profeta, aprueba. Pero Natán recibe esa noche una comunicación de Dios. Cierto que David es un elegido y privilegiado de Dios, pero no será él quien construya el Templo. Y dando y salto histórico de siglos, se anuncia un templo que será eterno, un trono que no tendrá fin. Ha sido el salto profético que anuncia al Mesías.

          Ese Mesías es cantado por Zacarías, con su lengua ya expedita, que bendice a Dios que ha visitado y redimido a su pueblo, enviándole la salvación en la casa de David. Salvador para todos los pueblos, y libertador de Israel. Como eslabón de unión de aquellos tiempos antiguos y de ese tiempo que llama a las puertas, Juan, profeta del Altísimo. Ha llegado la entrañable misericordia de Dios.

NOCHEBUENA


Liturgia: NOCHEBUENA La liturgia nos pone ante la luz. (Is.9,2-7). El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande, una luz les brilló. “Nochebuena” es el momento en que, en el mundo, se enciende la luz. Se ha acabado la violencia de la vara del opresor y la bota que pisa con estrépito. Lo que ahora se anuncia es algo tan delicado y tierno como un Niño: Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado…, y es Príncipe de la paz…, una paz sin límites sobre el trono de David. El evangelio de esta noche es la narración del Nacimiento: Lc.2,1-14. El hecho en sí no se explica con detalles. Sencillamente se narran las circunstancias que llevaron a José y María a desplazarse a Belén, para afirmarnos ya, sin más, que mientras estaban allí le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. Así, con esa corta descripción se narra el acontecimiento inmenso del nacimiento en nuestra tierra del Hijo de Dios. Y no tenemos más detalles. Dicen comentaristas de mucha profundidad que es pretendido esa carencia de datos, porque Dios no quiso pertenecer en propiedad ni a la posada ni a algún lugar concreto. Nacía el Hijo de Dios para el mundo entero, y por tanto nadie podía atribuirse haber sido el protagonista de aquel suceso. Si alguien puede sentirse directamente aludido son los pobres pastores que velaban sobre sus rebaños en parajes cercanos, a quienes se les anuncia que os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. ¿Y cuál es la señal para encontrarlo? –Un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Todo en esa humildad absoluta que sólo entiende Dios y los pobres. Porque si se hubiera hecho una encuesta en Jerusalén para barruntar dónde y cómo iba a aparecer el Mesías, jamás hubieran dado en el clavo. Acto seguido Dios se monta su fiesta y el ángel que anuncia se desdobla en miríadas de ángeles de luz –una legión del ejército celestial- que cantan el primer villancico de la historia: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama. Ahí se detiene la liturgia de esta noche santa. Pienso que podemos hoy utilizar la explanación que el Papa ha hecho de este día, con el título: NAVIDAD ERES TÚ: cuando decides nacer de nuevo cada día y dejar entrar a Dios en tu alma. El pino de navidad eres tú, cuando resistes vigoroso a los vientos y dificultades de la vida. Los adornos de navidad eres tú, cuando tus virtudes son colores que adornan la vida. La campana de navidad eres tú cuando llamas, congregas y buscas unir. Eres también luz de navidad cuando iluminas con tu vida el camino de los demás con la bondad, la paciencia, alegría y la generosidad. Los ángeles de navidad eres tú cuando cantas al mundo un mensaje de paz, de justicia y de amor. La estrella de navidad eres tú cuando conduces a alguien al encuentro con el Señor. Eres también los Magos cuando das lo mejor que tienes sin importar a quién. La música de Navidad eres tú cuando conquistas la armonía dentro de ti. El regalo de Navidad eres tú, cuando eres de verdad amigo y hermano de todo ser humano. La tarjeta de Navidad eres tú, cuando la bondad está escrita en tus manos. La felicitación de Navidad eres tú, cuando perdonas y restableces la paz, aun cuando sufras. La cena de Navidad eres tú, cuando sacias de pan y de esperanza al pobre que está a tu lado. Tú eres, sí, la noche de Navidad, cuando humilde y consciente, recibes en el silencio de la noche al Salvador del mundo sin ruidos ni grandes celebraciones; tú eres sonrisa de confianza y de ternura, en la paz interior de una Navidad perenne que establece el Reino dentro de ti. Una muy Feliz Navidad para todos los que se parecen a la Navidad. No me he resistido a repetir este texto porque me parece que puede ser un gran resumen y enfoque de la Navidad verdadera, la que celebramos los cristianos con conciencia de lo que estamos celebrando. Y que vivido en la EUCARISTÍA hoy es como un reclamo de gran fuerza para preguntarnos en el fondo del alma, si estamos celebrando la Navidad de Jesús. AHORA SÍ: CUANDO HEMOS CELEBRADO ESTA NOCHE SANTA, OS DESEO FELICIDAD ÍNTIMA DEL ALMA. Y todo lo demás, que se os dé como añadidura. AÑO 2011 PALACIO Y MUCHO AMOR 24 diciembre Empezaría a decir: FELIZ NAVIDAD DE JESÚS, pensando sobre todo en que el primer y esencial invitado a la fiesta es Él. Pero estamos aún por la mañana, y la liturgia va por otro sitio. Repite el Evangelio del domingo: David, ya instalado en su Palacio, y pacificados los reinos , piensa que es hora de que DIOS TENGA SU CASA digna; otro Palacio cde madreas nobles… Natán, su Profeta, asiente como persona particular. Pero Dios le habla como Profeta y le manifiesta otros planes: Dile a David que no será él quien me construya el Templo. En realidad David preparó materiales en abundancia y se lo encargó a su hijo Salomón. Pero la cosa va mucho más adelante: el “Palacio” de Dios será el amor humilde de la humilde doncella de Nazaret. El “Palacio será LA PA" en el mundo. ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, en la casa de David su siervo” +++++++++++ “Enseñándonos a renunciar la falta de religión”. Pero el corazón del ser humano no está para quedarse en vacío. Renuncia para dejar más espacio que rellenar. Y rellenará –paradójicamente- de sobriedad honrada, ahí donde los valores están trastocados con los del mundo y sus deseos mundanos. Y he querido que sea hoy, cuando ya nos encontramos en la última reflexión antes de la Nochebuena…, a punto de conmemorar el Nacimiento de Jesús, cuando ese Niño que llevo en mis brazos con la complicidad de María (que “se ha distraído” con las florecillas del campo, pronuncia la PALABRA que llena definitivamente el “vacío!”: Una vida, sobria, honrada, y religiosa. No se trata de rezos, de novenas, de devociones, de “piedades”. RELIGIOSO ya decíamos ayer que era una cosa muy a fondo: un RE-LEER y RE-ELEGIR a Dios. Un amarlo con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo el corazón. Un ser Dios el primero, el referente substancial. Un cerrar los ojos para SENTIR A DIOS en el fondo del alma. Una OBEDIENCIA profunda a SU PALABRA, que la tengo arropada en mis brazos y está elocuentemente gritando Pero no estaría entendiendo para nada esa SU PALABRA si me quedara ahí. Pienso como que Jesús mismo “se me caería” de los brazos para ir al frío del pesebre, si no empiezo a ponerle nombres a Dios: a mi amigo, a mi enemigo, al de mi cuerda, al de “la otra cuerda”, al seco y al gracioso, al agradable y al desagradable, al primero y al último, al hombre y a la mujer, al joven, a los mayores y a los ancianos, al solo y al solitario, al de un color y al del otro. Vivir una vida RELIGIOSA es vivir la tópica “ternura” de la Nochebuena, y la soledad y el hambre de los que tienen una noche como las demás (con el agravante de que saben que es distinta). VIDA RELIGIOSA y PIEDAD son dos expresiones iguales. Por eso no es la “dulce piedad del niño Jesús”, sino el corazón piadoso al andrajo humano, al ateo, al que no cree en el mismo Dios que nosotros (¿o será que nosotros NO CREEMOS en el mismo Dios de Jesús y hemos creado una simbiosis que no se compagina con el Dios del Evangelio, y eso es lo que escandaliza y aparta a muchos? ¡Mi Jesús!, casi estoy temblando. Casi me dan ganas de llamar a María y decirle que Ella sea la que tome en brazos a Jesús, porque Ella conoce, acepta y guarda en su Corazón… San Pablo concluye esas expresiones: “aguardando la dicha que esperamos, la aparición gloriosa el gran Dios y Señor nuestro Jesucristo. Cuando el profundo silencio de esta media noche nos haga resonar LA PALABRA MISERICORDIOSA de un Dios que se ha metido en la tierra, les aseguro que yo quisiera renacer otro distinto del que soy. No quisiera ser mera “voz” que clama (y menos “en el desierto” donde nadie escucha). Desearía ser ECO DE LA PALABRA DE DIOS QUE SE HA HECHO HOMBRE, ha venido a habitar entre nosotros, los suyos…, y anhelo como un alarido ilusionado, que he acogido su Palabra, y que he servido de tímido altavoz, para que todos también la escuchen y se zambullan en esa PALABRA VIDA Y EFICAZ…, en el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios, que no se limita a un “comienzo” (fugaz) –que es la primera palabra de san Marcos- sino a “desmontar” al leproso y al cojo, al ciego y al muerto de Naím, a Pedro y a Judas…, y empezar UNA VEZ EN LA VIDA a ser yo el que vivo cada y todas de aquellas realidades, siendo yo el que vive el instante aquel, el que ve la mirada de Jesús, el que sufre con Él o se alegra, el que pide agua o sufre por la traición del amigo… Es hora de “desmontar” el “cuentecito oriental de siglos atrás”, y sentirme que NOCHEBUENA no es lo que está siendo, y que NOCHEBUENA es otra realidad diaria muy actual, con Cristo en el Centro, yo a su lado dejándome enseñar, y el mundo que padece, sufre y goza, se sacrifica y disfruta. .

4º domingo de adviento - CICLO B

 Liturgia del 4º domingo de adviento - B


          Hay una contraposición de situaciones entre la 1ª lectura (2Sam7,1-5.8-11.16) y el evangelio (Lc.1,26.38). En la 1ª lectura David se apropia el honor de construir un templo al Señor: Mira, yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda. Natán, el profeta lo ve bien y le impulsa a hacerlo, pensando que Dios está de acuerdo con aquel pensamiento del rey.
          Sin embargo Dios se dirige a Natán para que le comunique a David que él no va a ser quien construya aquella morada para el arca de Dios. Y le hace un resumen de acciones de Dios con David por las que Dios ha sido  quien tomaba la iniciativa. Pero tras todo eso hay una realidad: David ha sido un rey guerrero, y Dios le anuncia algo esencial a Dios: la paz: Te pondré en paz con todos tus enemigos… Pero sobre todo, más allá que la propia realidad personal de David, Dios lo proyecta hacia una promesa de mucha mayor envergadura: tu trono durará por siempre…, tu casa y tu reino durarán siempre en mi presencia. Es evidente que esa eternidad no podía caberle a David…: hay una mirada mucho más allá, hacia la promesa mesiánica. Y eso no depende de los planes y proyectos de David, por más nobles que fueran.

          En el evangelio, María no dice: “voy a hacer la voluntad de Dios”, sino “hágase en mí lo que Dios quiere”. María se ofrece pero deja a Dios la iniciativa. Que sea Dios el que haga. María se hace puro cristal que, al no poner nada de su propia voluntad, deja transparentar total y solamente a Dios. Todo el evangelio que hemos tenido hoy –una vez más la enorme poesía del misterio de la encarnación- es una manifestación de la actitud de María ante el anuncio del ángel. Ella se hace a un lado y acoge humildemente lo que Dios le va manifestando. La única pregunta que Maria necesita saber es si ella ha de actuar de alguna manera: es muchacha prometida en matrimonio pero no ha convivido con varón. ¿Qué es lo que Dios le está pidiendo y qué actuación tiene que tener ella? Y como el mensajero le dice que Dios llevará la iniciativa, y que es Dios quien va a actuar, ella se pliega plenamente y acoge la acción de Dios tal como Dios quiera realizarla: Hágase en mí… Se siente esclava de Dios, y por eso a ella no le toca más que acoger la voluntad de su Señor. Y no cómo quien se resigna, sino festejando en alegría admirada la maravilla que el Dios grande ha hecho en su pequeñez.

          La 2ª lectura (Rom.25-27) recoge el misterio y lo agradece a Dios, a quien sea dada la gloria por los siglos.

          Vivamos la EUCARISTÍA con esa actitud de dejarnos hacer por Jesús que viene a nosotros. Nosotros no podemos ofrecerle otra cosa que nuestra humildad, nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro deseo de que anide en nuestro corazón. Y que él sea el que actúe como desee. Nosotros ofrecemos la pequeñez de nuestra cueva de Belén personal. Él será el que la ocupe en la forma que él quiera. “Hágase” va a ser también nuestra palabra rendida en este día. Ojalá sepamos rezar de verdad la oración de Carlos de Foucold, que se entrega sin condiciones a que se realicen en él los planes de Dios: Padre, me pongo en tus manos; haz de mí lo que quieras; sea lo que sea, te doy las gracias. Te confío mi alma, te la doy, con tal que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

lunes, 14 de diciembre de 2020

Rezo del Padre Nuestro

 

ADVIENTO 3ª SEMANA (Lunes a Sábado) - CICLO B

 Reflexiones de las lecturas de la Semana 3ª del Tiempo de Adviento-CICLO B, tomadas del año 2017.

LUNES

Liturgia:
                      Llegan días –oráculo del Señor- en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. (Jer.23.5-8). Así comienza hoy la 1ª lectura. No se leyó ayer, por ser domingo…, la genealogía de Jesús, sus ascendientes. En esa relación de tanta importancia para un israelita, constaba que José era de la familia de David, y casado con María, de ella nació Cristo, dándole así José –como varón- el entronque con la familia de David: hijo de David. Es lo que hoy recoge esta 1ª lectura: un vástago legítimo de David, reinará como rey. Es anuncio del Mesías, que traerá a la tierra la justicia y el derecho.

          El evangelio (Mt.1,18-24) ya nos baja al momento concreto en que Dios llama a José y lo implica en el hecho mesiánico porque, aunque él no ha tenido parte en la concepción de María –se le avisa que ha sido obra del Espíritu Santo-, él va a ser quien imponga el nombre al Niño que va a nacer de María: tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a Israel de sus pecados El acto de poner nombre era propio del padre de familia. Y Dios quiere que José realice en todo ese papel, siendo el custodio de aquella familia, y el manto que ocultará el misterio a los ojos del mundo.
          José se pliega al Señor y toma a María y la lleva a su casa, formalizando la boda oficial.
          Estamos ya en la recta final hacia la celebración del nacimiento de Jesús.

MARTES

Liturgia:
          Había un sacerdote, Zacarías, del turno de Abías, que vivía en las montañas de Judea. (Lc.1,5-25). Estaba casado con una gran mujer, tan religiosamente buena como él. La pena que soportaron ambos era el no tener hijos, un baldón para un judío. Los sacerdotes servían al Templo por turnos. Y ahora le toca el turno a Zacarías.
Zacarías entró en el Santuario, como tantas otras veces y se disponía a ofrecer el incienso con todo su recogimiento y emoción… Lo que no contaba él era con la inesperada visita de “un ángel”. Zacarías se quedó quieto, admirado, temeroso, casi petrificado. No podía reaccionar. Miraba, casi sin ver. El “ángel” habló: “No temas”.[Es el saludo típico de las intervenciones de Dios]. Y prosigue el ángel: “Zacarías: tu oración ha sido escuchada”. De verdad pienso que Zacarías no podía hacerse cargo de qué “oración” suya era la que hubiera escuchado Dios
Y el ángel sale por donde menos esperaba Zacarías: “Tu mujer, ISABEL, te dará un hijo, a quien pondrás por nombre JUAN”. ¡Ahora sí que era para echarse a temblar!, porque allí había varios elementos sobrenaturales, casi como dichos de paso, pero bien comprensibles a un israelita. Dos ancianos –estériles-, a quien se les anuncia un hijo…, y tal hijo que trae NOMBRE ya puesto de antemano. Aquí es donde Zacarías se encuentra ante lo sagrado…, con el terror interno reverencial…
Más aún: Un hijo, en cuyo nacimiento, se gozarán muchos… Un niño que será grande a los ojos de Dios, consagrado [no beberá vino ni licor]; y será lleno del Espíritu Santo…, y convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios…
La gente esperaba fuera extrañada. ¡Algo especial ocurría allí dentro! ¡¡¡Y vaya si ocurría!!! Ha entrado Dios directamente, y eso sólo se entiende DE RODILLAS, y como “gente sencilla”. El mundo, realmente, empieza a estar DEL REVÉS.
Zacarías podía estar perplejo, intentando comprender y asimilar cada palabra del mensajero divino. ¿Qué le anunciaba realmente? Se clarificó Zacarías cuando “el ángel” le dijo: “ese niño Juan precederá delante del Mesías, para retornar los corazones de los hijos (=los judíos actuales) a la de sus padres (=los que vivieron fieles a la promesa de Dios), y de los rebeldes, a la prudencia de los que fueron justos, y así preparar un pueblo bien dispuesto a la llegada del Señor”.
Zacarías, en su atolondramiento, no sabía si escuchaba o soñaba; si le hablaban en realidad o en figura. Yo digo que no sabía ya ni lo que decía, y que “se coló” en pedir una prueba. ¿No le bastaban los diversos ejemplos parecidos de la historia de la salvación? Y preguntó aturdidamente: ¿en qué conoceré yo eso? Porque soy viejo, y mi mujer también. Y el ángel se identifica como el de las gestas sublimes de Dios, Gabriel, que asiste a la derecha del trono de Dios, y le da la prueba: “permanecerás mudo hasta que se cumplan estas promesas” ¿Querías una prueba? Pues esa será la prueba
Y cuando salió fuera, con todos los fieles extrañados por la tardanza, Zacarías “dio la prueba”. Realmente –advirtieron todos- que había tenido una visión. No era menester preguntar. Los demás sacerdotes pretendieron saber… Zacarías hizo señales de que “más tarde”. Primero cumpliría su ritual al quitarse los ornamentos de lino…; tendría tiempo para reflexionar, orar y pensar. El silencio tranquilo, la serenidad que necesitaba, serían el gran medio para poner un poco su mente en orden. Zacarías se retiró. ¿Qué pensó en ese tiempo, no es fácil de imaginar? Desde el, misterio vivido, a la imprudencia de su pregunta, a la ventaja de espacio de silencio para poder entender un poco mejor a Dios y sus maravillas misteriosas.
Acabado su turno, ha marchado a la montaña.  Y todo va como “el ángel” le había dicho. Isabel queda embarazada. Gozosa. Y gozoso Zacarías. Son padres, lo más hermoso para un matrimonio israelita.

Fácil es comprender que la 1ª lectura de hoy (Jueces.13,2-7.24-25) ha venido de la mano de ese evangelio. Precisamente una “prueba” que Zacarías debía haber tenido presente y no hubiera preguntado. Porque en la Sagrada Escritura había ya casos que eran intervenciones de Dios de un modo parecido al que ahora se le anunciaba a Zacarías. Y con un paralelismo muy fuerte con el anuncio de Juan: matrimonio estéril, visita misteriosa de un “angel”, características que ha de vivir Sansón (que ya le ponen a Sansón por delante: no beber bebida fermentada).
La diferencia más notable es que a Zacarías le da el “ángel” el nombre que deberá tener el niño, mientras que la mujer de Manóaj es ella la que elige el nombre de Sansón, para expresar aquella visita inesperada y prodigiosa que había recibido.
Sansón crece y se da a conocer por su fuerza especial. Juan tendrá esa fuerza peculiar que le da haber sido visitado por la madre de su Señor.


Estos días la atención primordial será al Evangelio porque nos lleva de la mano al misterio central: el NACIMIENTO DE JESÚS en la tierra de los humanos, nuestra tierra, nuestra vida.

[Quien desee seguir los hechos del evangelio con más detenimiento, consulte mi libro QUIÉN ES ESTE].


MIÉRCOLES

Liturgia:
                      Una pieza maestra de la literatura evangélica es el relato de la anunciación y encarnación del Verbo de Dios, el Hijo de Dios, en las entrañas de María: Lc 1,26-38. Mil veces leído, varias veces durante el año, y siempre conservando esa lozanía del relato de San Lucas, que leemos con verdadera fruición. Pone ante nosotros el momento que cambió la historia del mundo, el instante en el que Dios entró a formar parte de la raza humana, el momento sublime e impensable en que a pesar de su condición divina, el Hijo de Dios no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
          Esa maravilla de Dios se hizo posible a través de una muchacha, una doncella de Nazaret, casi recién salida de la adolescencia, que aceptó el anuncio que Dios le hacía, por el que ella era agraciada para acoger libremente la propuesta de Dios: Dios te salve, agraciada, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres. Y como aquello se despegaba tanto de la humilde condición de una muchacha pobre de una ciudad más pobre todavía, María quedó perpleja y se pregunto a sí misma qué era aquel saludo. El mensajero divino le puso delante de los ojos, de un plumazo, todo el enorme misterio por el que era llamada a ser la madre del hijo del Altísimo, al que el Señor le dará el trono de David, concebido en su seno…
          María estaba ya en pie dispuesta a darle a Dios el SÍ. Pero le quedaba algo por saber en su deseo de darlo todo en plenitud. Y expuso su duda: estoy prometida a un joven, y formalizada la boda, pero aún no estoy casada: “¿Qué es lo que quiere Dios?” ¿Qué tengo que hacer? Está admitido ya todo el plan que Dios me ha puesto delante. Pero ¿cuál es mi papel en todo esto?
          Y el ángel escucha la pregunta y responde: A ti no se te pide que hagas nada; Dios tiene ya su proyecto y será el Espíritu Santo quien venga sobre ti y te cubra con su sombra, su presencia, su acción misteriosa…, de manera que lo que de ti nacerá, SERÁ HIJO DE DIOS. A ti solamente se te pide el consentimiento al plan divino, porque Dios que te creó sin ti, no va a entrar ahora sin tu consentimiento.
          Y María se postró y con plena entereza y conciencia de lo que hacía, respondió con todas las consecuencias: Yo soy la esclava del Señor; que se haga en mí conforme a su palabraY EL VERBO DE DIOS ENTRÓ EN SUS ENTRAÑAS, y habitó en la tierra de los mortales.
          No podemos leer esto como un simple relato. Nos obliga a caer de rodillas, junto a María, y ADORAR. Y venerar a esta muchacha, gran mujer, gigante de la historia de la salvación, que abrió su puerta para que Dios entrara a borbotones en nuestra historia humana, aunque lo hiciera tan quedo como la semilla imperceptible que se habría de ir desarrollando día a día, mes a mes, en el seno de María.
          Dice el relato, como palabra final: Y LA DEJÓ EL ÁNGEL. A mí se me representa al enviado de Dios “saliendo de puntillas”, emocionado de ver una criatura humana que era obediencia personificada, rendida ante su Dios. Nosotros no vamos a salir. Nos vamos a quedar en veneración de María, en adoración del Verbo encarnado, rendidos ante la sublimidad de Dios, que es capaz de hacer cosas tan grandes en la pequeñez de una criatura.

          En María, en oración mística hondísima, estaban bullendo aquellas palabras de Isaías que hemos leído en la primera lectura (7, 10-14), cuando Dios invita a Acaz a pedir una señal a Dios en lo hondo del abismo o en lo más alto del cielo…, una señal fuera del alcance de todo poder humano, y que sólo puede darla Dios. Y Acaz no quiere pedir señal alguna, porque no quiere poner a prueba a Dios. Y Dios le responde que –a pesar de todo- él le da una sublime señal: una virgen concebirá y dará a luz un hijo al que pondrá de nombre DIOS-CON-NOSOTROS. En efecto, en el seno de aquella muchacha, Dios se hacía CON-NOSOTROS y uno de nosotros. Una señal que no pudo ni soñar un hombre, pero que salió como hecho real desde los sueños eternos de Dios.


          María oraba, gozaba, paladeaba aquella profecía… Adoraba la realidad que ya se albergaba en su seno, y tomaría sangre de su sangre, alimento de su alimento, vida de su vida. Ella ES LA MADRE DEL HIJO DE DIOS. Y se le viene a las mejillas una lágrima de emoción humilde, de agradecimiento, de gozos interiores, de necesidad de silencio para poder adentrarse en el misterio que en ella se ha realizado.

JUEVES

María e Isabel

Liturgia:
                      Vamos siguiendo a Lucas, que es el evangelista de la Infancia, y que ha narrado más aspectos de aquellos hechos preliminares a la infancia de Jesús. Nos acaba de mostrar las dos anunciaciones, la de Zacarías en el templo y la de María, en Nazaret. Dos anuncios en la misma línea de presentación de la venida del Mesías, primero con la gestación de Juan, que Zacarías no llegó a creerse totalmente, y pidió señal… El mensajero divino le dio la señal de su mudez. Al fin y al cabo era una señal inequívoca de que Dios estaba detrás del anuncio.
          La otra anunciación, a María. Y en María plena disponibilidad a los proyectos de Dios. Sólo necesitaba saber en concreto cómo quería Dios desarrollar su proyecto. No pide señal, aunque el ángel se la da: su pariente Isabel está de seis meses, aunque era una mujer consideraba estéril.
          En cuanto María se rehace del impacto de su anuncio, María decide irse a ayudar a Isabel. [Lc.1,39-45]. Y marchó a la montaña, donde vivía el matrimonio. En cuanto el saludo de María llegó a su parienta mayor, se levanta una catarata de emociones en los que Isabel nota claramente que el hijo de sus entrañas da saltos en su vientre. Y a voz en grito, –muy propios de la cultura hebrea- comienza a decir, llevada por un Espíritu superior (“había quedado llena del Espíritu Santo”, dice el evangelista): “bendita Tú entre las  mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”. 
Zacarías salió precipitadamente, entre asustado y curioso: ¿qué pasaba allí? ¿Qué le había ocurrido a su mujer? Yo no sé si Isabel tuvo siquiera en ese momento una palabra explicativa de que aquella muchachita era su pariente María… Más bien fue María la que se adelantó a saludar a Zacarías. Seguía Isabel en sus mil revoluciones por segundo, como abstraída de todo lo demás.
Podemos imaginar la cara de sorpresa y admiración de María. No había mediado palabra ni explicaciones. Ella no había hecho más que saludar, y no salía de su asombro. Pero es que Isabel seguía en su paroxismo místico (allí solamente podía haber hablado Dios), y a María se le viene encima aquello, que es un reconocimiento público del misterio que había guardado con tanto celo... ¿Quién soy yo –sigue exclamando Isabel- para que me visite la Madre de mi Señor? ¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que ha dicho el Señor, se cumplirá".  Zacarías mismo estaba absorto. No podía hablar pero se hacía plenamente consciente de las palabras de su mujer. Y él también estaba emocionado porque estaba comprendiendo que el Mesías Salvador se le metía por sus puertas, bajo el claustro de María.
Isabel se calmaba. María estaba con los ojos bajos, entre extasiada y pudorosa. Y cuando ya pudo hablar, lo que más me encanta es que María no dijo a nada que no… No podía decirlo. (Existen personas que parecen quererse como quitar de encima las alabanzas que reciben. Por supuesto María no es así). Cuanto Isabel le ha dicho es verdad. ¿Qué es bendita y agraciada entre todas las mujeres? - Es verdad. ¿Qué es bendito el fruto de su vientre? - ¡Sin la menor duda! ¿Qué la llamarán bienaventurada todas las generaciones? - Lo más seguro. ¿Qué el niño de Isabel dio saltos en el seno de su madre al saludar Ella, que llevaba dentro al propio Hijo de Dios? - Pues no le extraña nada… Está envuelta en la esfera de lo sobrenatural, y ya sabe ella lo que Dios es capaz de hacer…

Las dos posibles primeras lecturas, a elegir, no narran ningún episodio paralelo en el Antiguo Testamento. Lo que narran son emociones ante las visitas de Dios o –también- refiriendo la visita de María a Isabel. Si es el Cantar (2,8-14) es la búsqueda que el Amado hace de su amada, con bellas y poéticas (=místicas) imágenes. Reflejan la maravilla que luego se verificará en el encuentro de María, con su Hijo en su seno, llegando a la casa de Isabel. Levántate, Amada mía, hermosa mía, Paloma mía…: ven a mí, déjame oír tu voz; tu voz es dulce, tu figura, hermosa.

Si es la lectura tomada de Sofonías (3,14-18) es el grito de satisfacción por el encuentro: Regocíjate, grita de júbilo y gózate de todo corazón…: el Señor tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva; él se goza y se compadece de ti, y se alegra con júbilo como en día de fiesta. Doble alegría: en Isabel, admirada ante María; María que también se regocija en aquella alegría de isabel. Y que, como veremos mañana, se convierte en un emocionado canto de agradecimiento a Dios.

VIERNES

Liturgia:
                      Hoy nos abre boca la 1ª lectura 1Samuel 1,24-28. Ana, una mujer que había suplicado fervorosamente tener un hijo, había recibido de Dios la respuesta afirmativa: nació Samuel y lo llevó al sacerdote Elí. Y su agradecimiento lo expresó cediendo el niño al Templo, al servicio de Dios mientras viva.
          Ella y Elí, con el niño Samuel adoraron a Dios. Es la respuesta de la mujer que, una vez realizado su sueño, todo lo “devuelve” a Dios.

          Con esa lectura entramos en el evangelio de hoy, Lc.1,46-56, que encierra ese cántico de agradecimiento y reconocimiento de María al Dios que la ha elegido y bendecido, admirada por la maravilla que ha hecho Dios en ella.
          María ha escuchado las alabanzas de Isabel. María acepta todas aquellas palabras de exaltación de su pariente, y no niega nada de lo que Isabel ha dicho en alabanza de María. Pero María no se apropia nada, no se envanece por ninguna de aquellas admirables alabanzas. Lo que hace es referirlas todas a Dios.
          Me gusta decir “voltea” todo aquel panegírico y lo hace llegar a Dios. [Es posible que la palabra entrecomillada no tenga exactamente el sentido que yo le veo, y que me llamó la atención en una persona que se sentía denostada y maltrecha por acusaciones de otra, y expresaba así su reacción: “volteaba” –echaba aquellos improperios por encima-, y no se sentía ofendida. A mí me resultó sugerente aquella imagen, y la vi reflejada en este episodio de María. María recibe todas las alabanzas pero las “voltea” –las hace llegar a Dios- y ella se queda sin vanidad alguna por todas esas loas].
          De ahí que la oración de María en este instante sea así: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su esclava.
          Otra imagen oriental. Las esclavas sentadas en el suelo junto a la pared, esperando “la dignidad” de que el amo le encargue alguna cosa…, que el amo “la mire” como persona útil. Dios miró a su esclava y le dio el sublime encargo de ser la Madre del Hijo de Dios. Y María se admira y agradece. Y sabe que aquella “mirada de Dios” le eleva por encima de todas las personas y la hace foco de admiración: Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí.
          María extiende sus ojos hacia el mundo… Lo que Dios ha hecho en ella va a ser beneficio para todos: La misericordia de Dios llega a sus fieles de generación en generación… Él hace proezas con su brazo. Y María, recopilando dichos de los profetas, asegura que Dios dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despides vacíos.
          En un país sudamericano rezaba un colectivo esa oración y se le presentó la policía por subversivos. Ignoraban los policías que era una oración de la Virgen. Es que María recogía la gran tradición de Israel en defensa de los pobres de Yawhé, y la bendición de Dios sobre los que están padeciendo la necesidad. Ella sabía lo que era eso, y lo recogió en su cántico de alabanza a Dios, que así lo ha querido. En definitiva era “explicar” aquello de la “pequeñez de su esclava”, como ella se sentía en el fondo de su corazón, pero que precisamente por eso había sido acogida y ensalzada por Dios. Ese Dios que auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres.
          María había expresado su alma ardiente en aquella oración, en aquel momento de exaltación de Isabel y de ella misma. Había quedado expresado su sentimiento, su fe, su convicción.
          El relato concluye ya en la línea plana de la vida diaria, que nos presenta a María que se queda con Isabel unos tres meses –el tiempo que restaba hasta el parto de Isabel- y luego volvió a su casa. María hizo aquello para lo que había ido. Ahora en esos tres meses no hay nada que se salga de lo vulgar de un servicio sencillo. Ahora ya no hay manifestaciones especiales. María vive junto a Isabel y Zacarías todo el tiempo que es útil allí. Y cuando ha cumplido su cometido, regresa a Nazaret.

          San Lucas suele tener el estilo de que, al tocar un tema, lo redondea. Con eso parecería que María no estuvo en los tiempos importantes del nacimiento de Juan, cuya narración será mañana. Pero es lógico que María estuvo más especialmente presente en esos momentos que más la necesitaba Isabel.


SÁBADO


Liturgia:
          El relato que hoy tenemos en el evangelio ha dejado en medio tres meses, desde la llegada de María con los exaltados momentos de emoción que allí se vivieron, hasta que llegara el tiempo del parto de Isabel. Los días en el pueblo de la montaña entraron en la normal monotonía de la vida cotidiana. Zacarías, en su mudez, tuvo mucho tiempo para pensar, sopesar, redescubrir más en profundidad a Dios, al Dios que él no había captado del todo antes de todo esto.          
Isabel y María realizaban las labores de la casa. Isabel desde su pesadez natural; María desde esa agilidad de sus pocos años. ¡Y luego, los ratos gozosos en que hablaban de muchas cosas…, de “sus cosas”, que tanto coincidían en el misterio de Dios!
Y pasaron los breves tres meses y le llegó a Isabel su momento. María, siempre junto a ella, fue un auténtico ángel de Dios.
Lc.1,57-66: Y cuando nació el niño y vinieron de tantas partes familiares y amigos (no era sólo un niño que nacía, sino unas circunstancias especiales de padres mayores), todos empezaron a llamarlo Zacarías, costumbre normal de los primogénitos. Isabel se yergue decididamente y dice que no: porque se va a llamar JUAN.
No les valió mucho su afirmación, que venía de una mujer (lo que en aquella cultura no tenía valor de credibilidad), y le preguntaron a Zacarías. [Observen aquí lo que pudiera decirse un “lapsus” de redacción: Zacarías estaba mudo, pero no sordo; sin embargo el texto dice que le preguntaban por señas]. Zacarías pidió una tablilla y escribió con letras grandes, “JUAN ES SU NOMBRE”. No dice que “se llamará Juan”, que sería como un capricho de familia. Es mucho más: ese Niño TIENE YA SU NOMBRE: “su nombre ES Juan”. Y Zacarías rompe a hablar y a gritar: “Juan es su Nombre”… Para un israelita eso eran palabras mayores. Algo grande ocurría. Y les hace preguntarse, admirados, qué será de ese niño. Y la noticia corre como reguero de pólvora por todos los pueblos y aldeas de la comarca. Hay una convicción honda de que la mano de Dios está sobre él. Y, al estilo bíblico, tantas veces empleado en la Escritura, Zacarías prorrumpe en un cántico de alabanza y reconocimiento de la acción misteriosa de Dios: “Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para preparar sus caminos, para enseñar al pueblo el camino de la verdad y el perdón de los pecados”].
          Este año no se leerá en la liturgia porque correspondería al día 24, y ese día es 4º domingo de adviento. Es un himno triunfal de alabanza de Dios porque ha visitado y redimido a su pueblo. ¿Cómo? –Suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo. Evidentemente es un cántico mesiánico, una predicción de esa salvación que va a llegar y que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian. Lleva a realidad actual la misericordia que tuvo con nuestros padres, en razón de su Alianza y sus promesas, para que libres de temor, sirvamos a Dios con santidad y justicia.
          Y al llegar aquí es donde se hace referencia expresa a Juan, como ya ha quedado reseñado: Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.


          Encaja aquí la 1ª lectura (Malaquías 3,1-4; 4,5-6) que anuncia a distancia la palabra que trasmite el Señor: Mirad, yo envío mi mensajero para que prepare el camino ante mí. Ese es el anuncio del nuevo “Elías…: el profeta Elías que Dios enviará antes de que llegue el día grande y terrible..., que convertirá el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres: palabras que reprodujo el ángel en su anuncio a Zacarías. Y tras ese anunciador que cambiará los sentimientos de los corazones, de pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Jesús, en efecto ya está llamando a las puertas, y lo que es necesario es que nos hayamos dejado tocar por el mensaje de adviento de Juan Bautista, para recibir pronto al Señor, que ya está llegando.

domingo, 13 de diciembre de 2020

Domingo 3º Adviento Ciclo B

 Liturgia:  Domingo 3º Adviento, B.- ALEGRÍA

                      Entramos en la segunda parte del Adviento, aunque este año queda “tragado” por el tercer domingo del adviento, un domingo que nos invita a la alegría, como reza la 2ª lectura (1Tes.5,16-24) que, sin llevar la voz cantante, sin embargo expresa el sentimiento dominante ante la cercanía de la Navidad: Estad siempre alegres. Sed constantes en la oración. En toda ocasión tened la acción de gracias: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. Todo un programa condensado para esta semana que nos separa de la Navidad, y todo un programa de vida para lo que nos queda por delante, si hemos comprendido y asumido que el adviento no se quiere quedar en “período litúrgico” sino ser un acicate para vivir una realidad mejor en adelante.
          Por eso, no apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía, sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno Un discernir a la hora de tomar posición ante las cosas. Ni se rechazan de antemano, ni se escogen. Se examinan y se queda uno con el camino y modo que es bueno y que es mejor.
          De ahí que guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro ser, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.
          Pienso que esta lectura como base de análisis de nuestra vida diaria, sería un gran paso para aquilatar nuestro modo de ser y proceder. Cada frase es una llamada, y nos sintetiza aspectos que hemos de tomar en consideración si queremos dar a Dios una respuesta más acorde con sus deseos sobre cada uno ante la realidad de la venida del Señor, que se nos va acercando poco a poco, día a día, hasta ese momento de su venida final.

          La 1ª lectura (Is.61,1-2.10-11) es el anuncio profético de la llegada del Mesías, que luego Jesús se aplicó a sí en la sinagoga de Nazaret El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor. Todo un programa de lo que va a ser la llegada del Mesías salvador. Concluye la lectura insistiendo en el gozo y la alegría, como un sentimiento que ya bulle dentro del corazón de los fieles que esperan ver a Jesús: Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios, porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo. El alma ya desborda como ansiando ese momento que se viene encima de la Navidad, y juntamente vive la paz interna de saber que camina hacia un encuentro definitivo en que ya no será espera sino posesión.
          Concluye la liturgia con el evangelio de San Juan (1,6-8.19-28) en el que el protagonismo es para Juan Bautista, que es el precursor de Jesús, y por el que la liturgia nos dice: “Ya está ahí el Mesías”. Un hombre “testigo para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz”.
          Cuando su movimiento espiritual tomó entidad y dejó extrañados a los sacerdotes y a los mentores religiosos de Israel, éstos enviaron embajada a Juan para preguntarle si él era el Mesías. El confesó sin reservas: No lo soy… Yo soy la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor. Contraposición entre la religión oficial que salía del templo y la novedad de algo que viene de parte de Dios, del “desierto” donde no hay prejuicios de fórmulas ya hechas y actitudes empedernidas. Desde “el desierto” se trata de proclamar que se allane el camino porque va a entrar el Mesías.
          Para esa nueva realidad Juan Bautista bautiza pero con agua. Un bautismo meramente simbólico. Porque el Bautismo de verdad lo va a traer el Mesías, que viene detrás, el que ya está en medio de vosotros, aunque no lo conocéis, y al que Juan no es digno ni de ser su criado.

          Que estos pensamientos alegres, emocionados, anunciadores de una gran Noticia, sean vividos en toda su fuerza al participar hoy de la EUCARISTÍA. Que nos bullan dentro las alegrías a las que nos invita la liturgia y que desechemos por completo las fáciles nostalgias que se acumulan desgraciadamente en estos días, como si tuvieran que ser las grandes fechas del Nacimiento del Señor cuando tengamos que echar mano de los recuerdos. Dios haga que superemos sentimentalismos y vivamos a pleno pulmón el gozo indecible de Cristo que viene a nuestro mundo.

ADVIENTO SEMANA 2ª (Lunes al sábado) CICLO B

 Reflexiones de las lecturas de la Semana 2ª del Tiempo de Adviento-CICLO B, tomadas del año 2017.

DOMINGO

Liturgia del 2ª domingo de Adviento-B
                      Hoy hay dos puntos de referencia: el mensaje y el mensajero. El mensaje es antiguo y ya lo pone Isaías en la 1ª lectura (40,1-5.9-11), que tendrá su momento definitivo con la aparición en escena de Juan Bautista (Mc.1,1-8).
          El mensaje es de consuelo, que Dios ofrece a su pueblo, que ya ha pagado sus culpas con el exilio, y al que ahora Dios le tiende su mano. Y el mensaje es una llamada a enderezar las actitudes del pueblo, expresadas en comparaciones muy fáciles de entender. Hay soberbias engreídas que necesitan abajarse para dejar un terreno llano. Hay baches y fallos que necesitan ahora terraplenarse, superando esas situaciones. Hay caminos torcidos con muchos recodos de justificaciones falsas, que hay que poner derechos con la rectitud de la verdad. En definitiva; ante Dios no valen las actitudes mediocres, engañosas, poco limpias… Todo eso hay que hacerlo camino plano por donde el Señor pueda entrar sin obstáculos.
          Todo eso es fácilmente inteligible y lo que tenemos es que trasladarlo a nuestras realidades para comprender que a Dios no se puede ir en zigzag, porque a Dios no se le puede engañar. Ni Dios tiene que venir a nosotros en zigzag como si fuera un intruso que no  puede llegar de frente. El mensaje es claro. La aplicación del mensaje es menos fácil, porque es la parte que nos toca a nosotros.
          Pero Dios quiere que ese mensaje sea proclamado desde lo alto del monte, desde donde ha de gritar al pueblo, para que sepa que aquí está vuestro Dios, que llega con fuerza y su brazo domina. Su mano reúne a las ovejas y lleva en brazos a los corderos.

          El comienzo del evangelio de Marcos, que hoy se lee, es una solemne proclamación de que ha llegado la buena noticia de la llegada de Jesucristo. Pero esa llegada tiene sus pasos en la historia del Pueblo de Dios. Y el paso primero es Juan Bautista, que es ahora la voz que grita en el desierto, adonde se ha instalado. Viste y come con mucha austeridad. No se predica a sí mismo. Hace presente en una última etapa ese mensaje de Isaías: allanad los caminos al Señor. Y evitando todo posible error de las gentes que podían fijarse en él como el propio mesías, proclama que viene detrás de mí uno que puede más que yo, y del que yo no soy ni digno de desatarle las correas de sus sandalias. (Era oficio propio de los criados). Juan no se ve ni digno de eso. Pero anuncia la llegada del Mesías, que ya llega, que viene detrás, y que bautizará en Espíritu Santo, mientras yo sólo bautizo con agua. Declara Juan que él no hace más que un rito exterior para significar algo, y que será ese Mesías que llega el que bautizará con el fuego de Dios.
         
          La 2ª lectura (2Pe.3.8-14) es una lección de pedagogía del adviento. Por lo pronto para Dios mil años son como un día y mil días como un año, es decir, no hay tiempos como para nosotros. Para Dios el tiempo es “YA”. Por tanto, el no tarda en cumplir sus promesas y somos nosotros los que no nos disponemos bien a recibirlas. Pero él tiene mucha paciencia porque no quiere que nadie perezca sino que todos se conviertan.
          Nos lo podemos aplicar como llamada a nosotros, a los que nos va llegando poco a poco esa hora que narra ahí San Pedro como hora final, y que debe traducirse en que si todo este mundo se va a desintegrar, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida! Esperad y apresurad la venida del Señor.
          Parece un texto expresamente dedicado al adviento… ¿O no será que el mensaje del adviento es totalmente real y coincidente con la vida? Y que nos está enseñando doblemente a llevar una vida “santa y piadosa”, que se va haciendo poco a poco cada vez mejor, y con ello nos vamos disponiendo al encuentro último al que nos llama el Señor y nos lo pone delante este período litúrgico tan constructivo.
          Concluye la lectura con el resumen final: Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables. Y ya que eso no puede decirse del tiempo anterior, se nos ofrece la oportunidad que sea la tónica de vida y acciones que nos acerquen a ese ideal que nos ha trazado San Pedro.

          Nos queda que apoyarnos fuertemente en la EUCARISTÍA, y que de ella tomemos vigor para vivir de acuerdo con el espíritu que pide este tiempo que estamos viviendo, a la espera de recibir al Señor en nuestra vida de cada momento.

LUNES

Liturgia:
                      Una vez más la liturgia nos sorprende con una serie de comparaciones atrevidas para anunciar la dicha que traerán los tiempos mesiánicos. Is.35,1-10 merece la pena ser leído con fruición porque nos pone delante un verdadero paraíso: el desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Sólo este comienzo ya es un botón de muestra de lo que va a ser esta perícopa bíblica.
          Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón: ‘sed fuertes, no temáis’. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará.
          La presencia de ese Dios es la que cambiará todo el panorama y hará que la vida adquiera una dimensión salvadora. Y como eso había de hacerse patente a los ojos de aquel pueblo deprimido, lo plasma el profeta en una serie de hechos extraordinarios en la vida corriente: Se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Para una mente tan imaginativa como la oriental, estas afirmaciones eran inmensamente significativas de la nueva realidad que iba a traer la llegada del Mesías salvador, y les expresaba de modo evidente el cambio radical que iba a producirse en la vida del pueblo.
          Y por si fuera poco, brotarán las aguas en el desierto; el páramo será un estanque; lo reseco, un manantial. Toda una revolución de la misma naturaleza. Para concluir con una afirmación que desciende ya a lo normal: Vendrán a Sión con cánticos; en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Y para poner negro sobre blanco, Pena y aflicción se alejarán.
          El más imaginativo poeta no hubiera podido describir mejor el triunfo del bien sobre el mal, el nuevo mundo que vendrá cuando el hombre haya colocado a Dios en el centro de su historia. Un mensaje que si ahora los medios de comunicación empezaran a extender, acabaría atrayendo a muchas personas a este nuevo paraíso que sobrevendría al colocar a Dios en el centro de la vida. Porque no otra cosa pretende ponernos delante el adviento, que nos anuncia el nuevo mundo que surgirá a partir de la llegada de Jesús. Si los medios de comunicación hicieran la labor de aquellos profetas, heraldos de la verdad, darían que pensar a esas masas de gentes que hoy viven alejadas de la salvación de Dios.

          “Saltará como un ciervo el cojo”. Es el tema que apuntala el evangelio de hoy (Lc.5,17-26) con el hecho real de un paralítico imposibilitado de todo, al que Jesús le sale al paso. Lo traían unos hombres en una camilla, porque el enfermo no podía valerse por sí solo. Se toman el trabajo de descolgarlo desde la terraza que había sobre el porche en que estaba hablando Jesús. Y Jesús ve descender al enfermo y le dice: Hijo, tus pecados son perdonados. De hecho es el fondo principal de la acción de Jesús: perdonar el pecado, liberar el alma, tan paralizada como el propio cuerpo del enfermo. Máxime en una mentalidad como aquella en la que se consideraba la enfermedad como un castigo del pecado. Jesús se fue a la raíz: a perdonar el pecado, a atacar a la causa, con lo que se seguirían los efectos y el cuerpo paralizado adquiriría su elasticidad.
          Los fariseos se escandalizan. Como no ven en Jesús más que a un hombre, y no precisamente al hombre al que se acepta, acaban pensando que es una blasfemia que un hombre diga que “perdona los pecados”. Y visto así, llevaban razón. ¿Qué hombre puede perdonar pecados sino solo Dios? Y Jesús les sale al paso y les demuestra que dice aquello porque puede decirlo. No se puede demostrar que él pueda perdonar pecados…, pero él puede demostrar que tiene el poder de Dios. Y lo hace dirigiéndose al paralítico y diciéndole: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa. Y él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.

          En efecto, la presencia de Jesús en la vida de las personas, las transforma. Y ese quiere ser el efecto de este período de esperanza que marca el Adviento. Quiere ser un momento en el que el que no ve, vea; el que no oye, oiga; el paralítico se ponga en pie… Y como eso no va a ser en lo físico, el fiel cristiano está llamado a vivirlo y hacerlo eficaz en lo interior y en la forma de actuar. Un mundo nuevo que podemos soñar, apoyados en la verdad de Dios. Ojalá el mundo abra un portillo por el que deje entrar esa Gracia de Dios. Dios es respetuoso y no fuerza. Pero entra donde se le deja entrar.

MARTES

Liturgia:
                        Me voy a permitir hoy copiar una lectura que tuvimos ayer en el Oficio divino, por considerarlo muy apto para la comprensión de por qué hoy no habla Dios como habló a los profetas                      
Del Tratado de san Juan de la Cruz, presbítero, Subida
del monte Carmelo
La principal causa por que en la ley de Escritura eran
lícitas las preguntas que se hacían a Dios y convenía
que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y
visiones de Dios era porque aún entonces no estaba bien
fundamentada la fe ni establecida la ley evangélica, y así
era menester que preguntasen a Dios y que él hablase,
ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones,
ahora en figuras y semejanzas, ahora entre otras muchas
maneras de significaciones. Porque todo lo que respondía,
y hablaba, y revelaba eran misterios de nuestra fe y
cosas tocantes a ella o enderezadas a ella.
Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta
la ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué
preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya
ni responda como entonces, porque en darnos, como nos
dio, a su Hijo, que es una Palabra suya —que no tiene
otra—, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola
Palabra, y no tiene más que hablar.
Y éste es el sentido de aquella autoridad con que
comienza san Pablo a querer inducir a los hebreos a que
se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios
de la ley de Moisés y pongan los ojos en Cristo sola-
mente, diciendo: Lo que antiguamente habló Dios en los
profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora, a la postre, en estos días nos lo ha
hablado en el Hijo todo de una vez. En lo cual da a
entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no
tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en
partes a los profetas ya lo ha hablado en él todo,
dándonos al Todo, que es su Hijo.
NOTA: En tiempos de San Juan de la Cruz se atribuía a San Pablo la carta a los Hebreos, que de hecho no lo es.
Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios o
querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad,
sino haría agravio a Dios no poniendo los ojos
totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad.
Porque le podría responder Dios de esta manera: «Si
te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que
es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo
en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y
hallarás en él aún más de lo que pides y deseas.
Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre él
en el monte Tabor, diciendo: Éste es mi amado
Hijo en que me he complacido; a él oíd, ya alcé yo la
mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas
y se la di a él. Que si antes hablaba, era prometiendo a
Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas
a la petición y esperanza de Cristo, en que habían
de hallar todo bien como ahora lo da a entender toda la
doctrina de los evangelistas y apóstoles.»

            La lectura 1ª de hoy repite la del domingo. Preparad los caminos al Señor. Acababa con la comparación: Como un pastor apacienta el rebaño, su mano lo reúne. Lleva en brazos los corderos, cuida de las madres. [Ésta última expresión está cambiada en la traducción litúrgica actual].
            Esa expresión ha atraído el texto evangélico de hoy (Mt.18,12-14), y nos ha brindado la imagen que Jesús da del pastor, que si se le pierde una oveja de entre cien, deja a buen recaudo las 99 y va en busca de la perdida.
Imagen del Corazón del Padre Dios, que no quiere que se pierda ni uno de los pequeños…, en definitiva, los hombres.

Y si la Iglesia nos pone estos tiempos litúrgicos fuertes que estamos viviendo, es porque se siente mensajera de ese Dios Salvador que quiere recuperar a ovejas perdidas del rebaño. Nos toca a nosotros disponernos a ser “encontrados” por Dios y por la Iglesia, como “pequeños” que necesitamos mucho de ese Corazón misericordioso y paciente que nos quiere atraer al buen camino. Y nos clama: Preparad el camino a la llegada del Señor. 

MIÉRCOLES

Venid a mí

Liturgia:
                      Interesa la segunda parte del texto de Is.40,25-31, ese texto que ya corresponde al asentamiento del Pueblo de Dios en Jerusalén. El profeta “traduce” la llamada de Dios, que se presenta poderoso y eterno, creador de los últimos confines de la tierra. Un Dios que no se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia. Por lo mismo no se deja vencer por las debilidades y fallos humanos, sino que apoya lo bueno que puede haber en las personas: Él da fuerzas al cansado, acrecienta el vigor del inválido. Se cansan los muchachos y se fatigan…, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, les nacen alas como de águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse.
          Es un alegato que necesitaría meditar el mundo de hoy, que se muestra con frecuencia cansado, deprimido, desesperanzado, arrastrando la vida, buscando la felicidad en las cloacas del dinero, del sexo, de la diversión vacía… Esas manadas de gentes que pasan ebrios de madrugada de un jueves o un viernes, sin más sentido que haberse enfangado durante una noche, y ahora acostarse para esperar repetir el mismo vacío el final de semana siguiente. No les nacen precisamente alas…; arrastran cansinas sus vidas, “tropiezan y vacilan”. Es un estamento que ha perdido su sentido religioso y humano: no esperan en el Señor, no renuevan sus fuerzas.

          Humanamente es una amplia generación perdida. Perdida porque ellos y ellas se han envuelto en una capa impermeable a lo que es un valor, una trascendencia, un mirar al futuro… Y sin embargo, desde la voz de Jesús no se ha perdido nadie: Mt.11,28-30 está poniendo delante una tabla de salvación: el propio Corazón de Jesucristo: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. En medio de la borrasca, de esa vida sin brújula en medio del mal (digo bien: “mal”), surge la llamada de la estrella que luce en el horizonte…, surge la voz de Jesús que sigue invitando a acudir a él, para que los que están cansados de la vida y agobiados por su propio fracaso humano, acudan a refugiarse en él. Y él los aliviará. Los hará salir de sus propios aburrimientos y sinsentidos para situarlos en otra dimensión.
          Cierto que esa “generación” no ha gustado lo dulce que es el Señor, y no siente la atracción que ejerce sobre las almas. A veces Jesús tiene que usar su “mano izquierda” para atraerlos de maneras inconcebibles para ellos, que sólo han montado su pensamiento sobre hojarascas de placer y falsa felicidad, y de pronto se han de topar con la dureza de la realidad. Algunos optan por quitarse la vida. Otros sienten la brisa amorosa de quien dijo: Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis vuestro descanso.
          Y es así como algunos recobran sus sentimientos primordiales de aquellos años en que sentían la caricia de Dios que les llegaba desde la fe. Y descubren que ahí es donde pueden recuperar aquellos sueños de paz de su adolescencia primera. Y la “mano izquierda” de Dios se hace suave, de terciopelo, que acaricia la cabeza de su criatura, hijo pródigo que regresa macilento y desarrapado a la casa del padre. Y se oye la voz de Jesús, que dice: Mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Y se ha desembocado en ese bello sentido del Adviento que recupera la esperanza y hace sentir ese oxígeno de la vida que se tiene recostándose sobre el pecho de Jesús.

A modo de villancico

De luz nueva se viste la tierra,
porque el Sol que del cielo ha venido
en la entraña feliz de la Virgen
de su carne se ha revestido.
El amor hizo nuevas las cosas,
el Espíritu ha descendido,
y la sombra del que todo lo puede,
en la Virgen su luz ha encendido.
Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia alegría,
el Señor que en los cielos habita
se hizo carne en la Virgen María.


JUEVES

El "plus" del Reino

Liturgia:
                      Con expresiones de ternura maternal, Dios se dirige a su pueblo: gusanito de Jacob, oruga de Israel: tu Redentor es el Santo de Israel. (Is.41,13-20). Son esos requiebros casi “absurdos” a la inteligencia, pero de los que entiende el corazón. Son esas palabras “tontas” con las que una madre se deshace en cariños con el hijito suyo. Y Dios las ha tomado para expresar su amor por su Pueblo, al que quiere llevar al triunfo: te hago trillo dentado que hará paja de los enemigos.
          La cuestión que puede levantarse es el desastre que sufrirán los enemigos. ¿Para ellos no hay amor de Dios? –Siempre que hablamos de “enemigos” tenemos de una parte la mentalidad judía (la que sigue teniendo el Israel actual), que es vengativa, cruel. No es ese el concepto que subyace en los relatos bíblicos en la palabra de Dios.
          El “enemigo” que entiende la palabra de Dios, y por tanto Dios mismo, es el MAL, el pecado, la injusticia. A ese “enemigo” es al que hay que destruir y convertirlo en paja trillada, picada.
          En la parte buena están los pobres e indigentes sedientos, a los que Dios les hará alumbrar manantiales, estanques en el páramo, y fuentes de agua en el yermo, hasta hacer brotar mirtos y acacias y olivos en el desierto. Dios no va a dejar que sus pobres pasen sed. Han de ver, conocer y reflexionar que la mano del Señor ha hecho ese prodigio salvador, el Santo de Israel lo ha creado.
          Una vez más el anuncio del Dios salvador ha de retumbar en los oídos y los corazones de aquel pueblo, frente a la maldad y el pecado que les oprime desde fuera y desde dentro. Todavía es más fácil defenderse del enemigo exterior. Pero el enemigo que se lleva dentro es mucho más peligroso. Ahí quiere acudir el corazón maternal de Dios para salvar a ese pueblo de dura cerviz, pero del que Dios no desespera, y quiere hacerlo reflexionar y conocer la mano del Señor.

          Reconozco que no veo hoy la conexión del evangelio (Mt.11,11-15) con el tema de la 1ª lectura. Me tengo que ir por otro camino, en cuanto que, a medida que vamos avanzando en el adviento, tiene que salir la figura de Juan Bautista, el que anuncia la venida de Jesús, al que ya señala con el dedo como muy próximo. ¿Y quién es ese Juan Bautista? ¿Cómo es?
          Jesús lo define en el texto que tenemos delante como el mayor de los nacidos de mujer (el mayor de los hombres). No ha nacido uno más grande que él. Así es hasta ese momento. Jesús aclarará que, sin embargo, el que ya ha nacido en el tiempo de Jesús, anunciador del Reino de Dios, es más grande que Juan Bautista. Juan Bautista está a caballo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y más en el adviento de esperanza. Pero el que pertenece de lleno al Nuevo Testamento y ya ha realizado el paso de la espera a la realidad, es mayor que el Bautista.
          Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos hace fuerza y los esforzados se apoderan de él. Es esa nueva etapa del Nuevo Testamento que se ha inaugurado con la llegada de Jesucristo. Ese Reino que Cristo trae hace fuerza…, se abre paso… No es una carrera triunfal; requiere lucha. Por eso son los esforzados  los que entran en ese reino.
          Muchas veces me he encontrado con gentes que objetan que el evangelio no es fácil. Llevan toda la razón. El Reino no se ha hecho para los comodones, los que pretenden un “evangelio de dulzuras”, para los que viven del mínimo esfuerzo, para los que quieren una vida fácil. Afrontar el Reino está pidiendo ser de la casta de los esforzados…, de los que tienen que ir dejándose un poco la piel en el recorrido del día a día.

          De ahí que no se puede vivir un adviento sin lucha, sin trabajo. Hay que ir a la búsqueda del “más”, de no quedarse a gusto con haber llegado “hasta aquí”. Siempre es posible un punto nuevo, un detalle nuevo, un peldaño nuevo en esta subida hacia la voluntad de Dios. Y Dios quiere que entremos por la puerta estrecha, que tomemos la cruz de cada día, que estemos más dispuestos a servir que a ser servidos, a que amemos menos “lo propio”, para darle lo más a Jesús y al Padre. Así reza el mensaje de Jesús a través del evangelio. Y no son palabras ni exageraciones de Jesús: es camino por el que es posible caminar…, ¡por el que hemos de caminar! para que vivamos la realidad del Reino que ya ha llegado. Buscando mis amores, iré por valles y riberas. Ni cogeré las flores, ni temeré las fieras. Y pasaré los fuertes y fronteras. (San Juan de la Cruz)

VIERNES

Condiciones y quejas

Liturgia:
                      Es curiosa esta lectura 1ª (Is.48,17-19) que está toda ella en condicional: Una parte es como la queja de Dios porque no ha habido respuesta a sus dones, que recuerda cómo y cuántos hubieran sido. Otra parte es una llamada: si se cumple la condicional, llegarán todos esos dones del Señor. Como dice la lectura, el Señor expresa que te enseño para tu bien. No te amenazo queriendo castigarte. Te aviso para poder bendecirte con mis dones: te guío por el camino que sigues, por el camino por el que estás avanzando en tu encuentro conmigo.
          Y ahora vienen las condicionales:
          -Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar, tu progenie sería como arena, como sus granos los vástagos de tus entrañas;
          -tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí.
          Tu paz como un río o tu justicia como olas del mar, indica algo que fluye, que no se acaba, que tiene “vida”…
          Tu progenie como arena: se entiende como la incontable y abundante arena de la playa…; así los vástagos de tus entrañas.
          Nombre no aniquilado ni destruido ante Dios, es estar escritos en el libro de la vida, de la donación de gracias del Señor.
          ¿Se cumplieron las condicionales?
          La verdad es que aquel pueblo desembocó en el rechazo del Mesías. Paz y justicia perdidas. Río y olas que mueren sin haber dado vida. Arena de desierto quemada por el sol. El nombre de Dios, su voluntad, su Palabra vida, no fue acogida y aceptada.
          Tenemos el dilema cuando ya estamos a punto de concluir la primera parte del adviento. ¿Qué tal nuestro “río” que fluye y da vida? ¿Qué tal nuestra ola que siempre viene hacia la playa y le infunde alegría? ¿Qué playa, qué arena incontable da frutos en nosotros apara vitalizar nuestro camino del adviento? Te enseño para tu bien, te guío por tu camino de hoy…

          El evangelio es también una queja de Jesús ante un pueblo que no sabe reaccionar ante nada: Mt.11,16-19.
          Es como aquellos niños en la plaza que se echan en cara no reaccionar ante ningún estímulo. Se parece esta generación a los niños sentados en la plaza que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado”. Es el sentimiento que Jesús experimenta ante aquel pueblo que ni aceptó la exigencia de Juan Bautista, que ni comía ni bebía, diciendo de él que “Tiene un demonio”. Pero es que viene Jesús que come y bebe, y es acusado de borracho y comilón, amigo de publicanos y pecadores.
          ¿Qué quiere ese pueblo? ¿Qué se le puede ofrecer? También aquí estaría esa condicional, que expresaría la perplejidad de Jesús ante aquella realidad que tiene delante. ¡Con lo que él haría en ese pueblo si lo aceptasen!
          No me resisto a hacer la trasposición a la “generación” de hoy, esa generación que ha dejado a Dios y vive al margen de Dios o en contra de Dios. ¿Qué diría Jesús si se sentara en nuestras calles y viera pasar ese aluvión de gentes que viven sin Dios y sin conciencia? Lamentaría Jesús que ese río y esas olas que provienen de la mano de Dios, no eran aceptadas aunque son la vida fecunda que Dios ofrece. Vería a esa generación como arena muerta, sin vástagos, porque el mundo se ha metido en su placer, en su comodidad, en su liviandad…, y ha roto la cadena de le vida, la que tenía que multiplicarse como las arenas del mar.
          Precisamente estos días la previsión demográfica nos “obsequia” con una predicción escalofriante: para el año 50, España tendrá 76 jubilados por cada mano de obra. Y por tanto sin posibilidad de mantener las cotizaciones para las pensiones de la gente mayor. España está a la cola de la demografía porque las familias no tienen hijos. Y ese es un problema con varias raíces, y una de ellas es la vida de la sociedad de espaldas a los proyectos de Dios.
          Por eso la queja de hoy en estas dos lecturas nos llega muy directa. Las condicionales –que eran los planes de Dios y la vida nueva que traía Jesucristo- no se han cumplido. Y toda la bola rueda en contra. Y lo terrible es que la bola rueda y cada cual echa la culpa a otros y reivindica derechos sin afrontar obligaciones. El resultado ya se vislumbra. El adviento lo denuncia, Las conciencias han de despertarse y tomar la parte que a cada uno le toca.

          Pero los hechos dan razón a la Sabiduría de Dios, concluye Jesús este evangelio.


SÁBADO

Elías. Bautista. Jesús

Liturgia:
                      Una 1ª lectura que no tiene nada que ver con lo que hemos ido teniendo hasta ahora en el transcurso del adviento. Se cierra la primera parte de este periodo litúrgico y lo hace con un texto del Eclesiástico (18,1-4.9-11) que es toda una proyección hacia el Bautista (del que hablará el Evangelio), pero ensalzando al profeta Elías como fuerza misteriosa que va a actuar en el proceso de Dios hacia su pueblo.
          Muy al estilo judío es presentado como profeta que es fuego y cuyas palabras serán como horno encendido, que les quita el pan a los malvados. No puede ser de otra manera el modo de expresar la fuerza un autor judío. Y la manera de ensalzar la potencia del profeta lo tiene que hacer con estas comparaciones. ¿Quién se compara en gloria a Elías? Un torbellino de fuego lo arrebata a la altura (referencia al momento en que va con Eliseo y es arrebatado por un carro de fuego). está escrito que te reservan para el momento de aplacar la ira antes de que estalle, para reconciliar a padres e hijos, para restablecer las tribus de Israel. Para llegar a ese final consolador, ha utilizado el autor toda esa serie de expresiones y comparaciones fuertes. Pero está representando el poder salvador de Dios, del que Elías fue mensajero.

          Mt.17,10-13 recoge la idea de Elías en boca de Jesús, como ese mensajero de salvación. Los letrados decían que antes que el Mesías tenía que volver Elías que –arrebatado en vida- no habría muerto. Y Jesús aprovecha el detalle para decirle a sus discípulos que “Elías ya ha vuelto” y lo trataron mal. Con lo que los discípulos entienden que se refiere al Bautista, ese nuevo profeta, también de expresiones fuertes, que va delante del Mesías preparándole el camino.
          Pero es que lo mal que los judíos trataron al “nuevo Elías”, está presagiando el final que va a tener ese Mesías, Hijo del hombre, que va a padecer a manos de ellos.

UN CUENTECILLO QUE REFLEJA LO REAL  CARTA DE JESÚS EN NAVIDAD
Como sabrás, nos acercamos nuevamente a la fecha de mi cumpleaños. Todos los años se hace una gran fiesta en mi honor y creo que en este año sucederá lo mismo. En estos días la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión. En todas partes no se habla de otra cosa, sino de lo poco que falta para que llegue ese día.
La verdad, es agradable saber que al menos un día del año algunas personas piensan un poco en mí. Como tú sabes, hace muchos años empezaron a festejar mi cumpleaños. Al principio no parecían comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día muy pocos son conscientes de para qué lo celebran. La gente se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata.
Recuerdo el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y recuerdo también que había muchos regalos; pero, ¿sabes una cosa?, ni siquiera me invitaron. Yo era el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme. Ni siquiera se molestaron en bendecir la mesa. La fiesta era para mí y cuando llegó el gran día me dejaron afuera, me cerraron la puerta..., y yo quería compartir ese momento con ellos.
La verdad, no me sorprendí. Porque en los últimos años todos me cierran la puerta. Y, como no me invitaron, se me ocurrió entrar sin hacer ruido. Entré y me quedé en el rincón. Estaban todos bebiendo, había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose. Lo estaban pasando en grande. Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y gritando ¡Ho-Ho-Ho-Ho! Parecía que había bebido de más. Se dejó caer pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él diciendo: "¡Santa Claus, Santa Claus!" "Papá Noël, Papá Noël!" ¡Como si la fiesta fuese en su honor!
Llegaron las doce de la noche y todos comenzaron a abrazarse; yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara y .... ¿sabes? Nadie me abrazó...
De repente todos empezaron a repartirse los regalos, uno a uno los fueron abriendo, hasta que se abrieron todos. Me acerqué para ver si de casualidad había alguno para mí.
¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada? Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré.
Cada año que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de las fiestas, y de mí nadie se acuerda. Quisiera que esta Navidad me permitieras entrar en tu vida, siquiera que reconocieras que hace casi dos mil años que vine a este mundo para dar mi vida por ti en la cruz y de esta forma poder salvarte. Hoy sólo quiero que tú creas esto con todo tu corazón.
Voy a contarte algo, he pensado que como muchos no me invitaron a su fiesta, voy a hacer la mía propia, una fiesta grandiosa como la que jamás nadie se imaginó, una fiesta espectacular. Todavía estoy haciendo los últimos arreglos, por lo que este año estoy enviando varias invitaciones y en este día, hay una invitación para ti. Sólo quiero que me digas si quieres asistir, te reservaré un lugar, y escribiré tu nombre con letras de oro en mi gran libro de invitados. En esta fiesta sólo habrá invitados con previa reserva, y se tendrán que quedar afuera aquellos que no contesten mi invitación.
Prepárate porque cuando todo esté listo, daré la gran fiesta. Hasta pronto. Te espero... en Navidad, en la Eucaristía, en el pesebre, en la oración y en el bien que hagas en favor de los demás.
JESÚS DE NAZARETH

Autor: David (Párroco)