domingo, 13 de diciembre de 2020

ADVIENTO SEMANA 2ª (Lunes al sábado) CICLO B

 Reflexiones de las lecturas de la Semana 2ª del Tiempo de Adviento-CICLO B, tomadas del año 2017.

DOMINGO

Liturgia del 2ª domingo de Adviento-B
                      Hoy hay dos puntos de referencia: el mensaje y el mensajero. El mensaje es antiguo y ya lo pone Isaías en la 1ª lectura (40,1-5.9-11), que tendrá su momento definitivo con la aparición en escena de Juan Bautista (Mc.1,1-8).
          El mensaje es de consuelo, que Dios ofrece a su pueblo, que ya ha pagado sus culpas con el exilio, y al que ahora Dios le tiende su mano. Y el mensaje es una llamada a enderezar las actitudes del pueblo, expresadas en comparaciones muy fáciles de entender. Hay soberbias engreídas que necesitan abajarse para dejar un terreno llano. Hay baches y fallos que necesitan ahora terraplenarse, superando esas situaciones. Hay caminos torcidos con muchos recodos de justificaciones falsas, que hay que poner derechos con la rectitud de la verdad. En definitiva; ante Dios no valen las actitudes mediocres, engañosas, poco limpias… Todo eso hay que hacerlo camino plano por donde el Señor pueda entrar sin obstáculos.
          Todo eso es fácilmente inteligible y lo que tenemos es que trasladarlo a nuestras realidades para comprender que a Dios no se puede ir en zigzag, porque a Dios no se le puede engañar. Ni Dios tiene que venir a nosotros en zigzag como si fuera un intruso que no  puede llegar de frente. El mensaje es claro. La aplicación del mensaje es menos fácil, porque es la parte que nos toca a nosotros.
          Pero Dios quiere que ese mensaje sea proclamado desde lo alto del monte, desde donde ha de gritar al pueblo, para que sepa que aquí está vuestro Dios, que llega con fuerza y su brazo domina. Su mano reúne a las ovejas y lleva en brazos a los corderos.

          El comienzo del evangelio de Marcos, que hoy se lee, es una solemne proclamación de que ha llegado la buena noticia de la llegada de Jesucristo. Pero esa llegada tiene sus pasos en la historia del Pueblo de Dios. Y el paso primero es Juan Bautista, que es ahora la voz que grita en el desierto, adonde se ha instalado. Viste y come con mucha austeridad. No se predica a sí mismo. Hace presente en una última etapa ese mensaje de Isaías: allanad los caminos al Señor. Y evitando todo posible error de las gentes que podían fijarse en él como el propio mesías, proclama que viene detrás de mí uno que puede más que yo, y del que yo no soy ni digno de desatarle las correas de sus sandalias. (Era oficio propio de los criados). Juan no se ve ni digno de eso. Pero anuncia la llegada del Mesías, que ya llega, que viene detrás, y que bautizará en Espíritu Santo, mientras yo sólo bautizo con agua. Declara Juan que él no hace más que un rito exterior para significar algo, y que será ese Mesías que llega el que bautizará con el fuego de Dios.
         
          La 2ª lectura (2Pe.3.8-14) es una lección de pedagogía del adviento. Por lo pronto para Dios mil años son como un día y mil días como un año, es decir, no hay tiempos como para nosotros. Para Dios el tiempo es “YA”. Por tanto, el no tarda en cumplir sus promesas y somos nosotros los que no nos disponemos bien a recibirlas. Pero él tiene mucha paciencia porque no quiere que nadie perezca sino que todos se conviertan.
          Nos lo podemos aplicar como llamada a nosotros, a los que nos va llegando poco a poco esa hora que narra ahí San Pedro como hora final, y que debe traducirse en que si todo este mundo se va a desintegrar, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida! Esperad y apresurad la venida del Señor.
          Parece un texto expresamente dedicado al adviento… ¿O no será que el mensaje del adviento es totalmente real y coincidente con la vida? Y que nos está enseñando doblemente a llevar una vida “santa y piadosa”, que se va haciendo poco a poco cada vez mejor, y con ello nos vamos disponiendo al encuentro último al que nos llama el Señor y nos lo pone delante este período litúrgico tan constructivo.
          Concluye la lectura con el resumen final: Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables. Y ya que eso no puede decirse del tiempo anterior, se nos ofrece la oportunidad que sea la tónica de vida y acciones que nos acerquen a ese ideal que nos ha trazado San Pedro.

          Nos queda que apoyarnos fuertemente en la EUCARISTÍA, y que de ella tomemos vigor para vivir de acuerdo con el espíritu que pide este tiempo que estamos viviendo, a la espera de recibir al Señor en nuestra vida de cada momento.

LUNES

Liturgia:
                      Una vez más la liturgia nos sorprende con una serie de comparaciones atrevidas para anunciar la dicha que traerán los tiempos mesiánicos. Is.35,1-10 merece la pena ser leído con fruición porque nos pone delante un verdadero paraíso: el desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Sólo este comienzo ya es un botón de muestra de lo que va a ser esta perícopa bíblica.
          Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón: ‘sed fuertes, no temáis’. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará.
          La presencia de ese Dios es la que cambiará todo el panorama y hará que la vida adquiera una dimensión salvadora. Y como eso había de hacerse patente a los ojos de aquel pueblo deprimido, lo plasma el profeta en una serie de hechos extraordinarios en la vida corriente: Se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Para una mente tan imaginativa como la oriental, estas afirmaciones eran inmensamente significativas de la nueva realidad que iba a traer la llegada del Mesías salvador, y les expresaba de modo evidente el cambio radical que iba a producirse en la vida del pueblo.
          Y por si fuera poco, brotarán las aguas en el desierto; el páramo será un estanque; lo reseco, un manantial. Toda una revolución de la misma naturaleza. Para concluir con una afirmación que desciende ya a lo normal: Vendrán a Sión con cánticos; en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Y para poner negro sobre blanco, Pena y aflicción se alejarán.
          El más imaginativo poeta no hubiera podido describir mejor el triunfo del bien sobre el mal, el nuevo mundo que vendrá cuando el hombre haya colocado a Dios en el centro de su historia. Un mensaje que si ahora los medios de comunicación empezaran a extender, acabaría atrayendo a muchas personas a este nuevo paraíso que sobrevendría al colocar a Dios en el centro de la vida. Porque no otra cosa pretende ponernos delante el adviento, que nos anuncia el nuevo mundo que surgirá a partir de la llegada de Jesús. Si los medios de comunicación hicieran la labor de aquellos profetas, heraldos de la verdad, darían que pensar a esas masas de gentes que hoy viven alejadas de la salvación de Dios.

          “Saltará como un ciervo el cojo”. Es el tema que apuntala el evangelio de hoy (Lc.5,17-26) con el hecho real de un paralítico imposibilitado de todo, al que Jesús le sale al paso. Lo traían unos hombres en una camilla, porque el enfermo no podía valerse por sí solo. Se toman el trabajo de descolgarlo desde la terraza que había sobre el porche en que estaba hablando Jesús. Y Jesús ve descender al enfermo y le dice: Hijo, tus pecados son perdonados. De hecho es el fondo principal de la acción de Jesús: perdonar el pecado, liberar el alma, tan paralizada como el propio cuerpo del enfermo. Máxime en una mentalidad como aquella en la que se consideraba la enfermedad como un castigo del pecado. Jesús se fue a la raíz: a perdonar el pecado, a atacar a la causa, con lo que se seguirían los efectos y el cuerpo paralizado adquiriría su elasticidad.
          Los fariseos se escandalizan. Como no ven en Jesús más que a un hombre, y no precisamente al hombre al que se acepta, acaban pensando que es una blasfemia que un hombre diga que “perdona los pecados”. Y visto así, llevaban razón. ¿Qué hombre puede perdonar pecados sino solo Dios? Y Jesús les sale al paso y les demuestra que dice aquello porque puede decirlo. No se puede demostrar que él pueda perdonar pecados…, pero él puede demostrar que tiene el poder de Dios. Y lo hace dirigiéndose al paralítico y diciéndole: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa. Y él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.

          En efecto, la presencia de Jesús en la vida de las personas, las transforma. Y ese quiere ser el efecto de este período de esperanza que marca el Adviento. Quiere ser un momento en el que el que no ve, vea; el que no oye, oiga; el paralítico se ponga en pie… Y como eso no va a ser en lo físico, el fiel cristiano está llamado a vivirlo y hacerlo eficaz en lo interior y en la forma de actuar. Un mundo nuevo que podemos soñar, apoyados en la verdad de Dios. Ojalá el mundo abra un portillo por el que deje entrar esa Gracia de Dios. Dios es respetuoso y no fuerza. Pero entra donde se le deja entrar.

MARTES

Liturgia:
                        Me voy a permitir hoy copiar una lectura que tuvimos ayer en el Oficio divino, por considerarlo muy apto para la comprensión de por qué hoy no habla Dios como habló a los profetas                      
Del Tratado de san Juan de la Cruz, presbítero, Subida
del monte Carmelo
La principal causa por que en la ley de Escritura eran
lícitas las preguntas que se hacían a Dios y convenía
que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y
visiones de Dios era porque aún entonces no estaba bien
fundamentada la fe ni establecida la ley evangélica, y así
era menester que preguntasen a Dios y que él hablase,
ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones,
ahora en figuras y semejanzas, ahora entre otras muchas
maneras de significaciones. Porque todo lo que respondía,
y hablaba, y revelaba eran misterios de nuestra fe y
cosas tocantes a ella o enderezadas a ella.
Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta
la ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué
preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya
ni responda como entonces, porque en darnos, como nos
dio, a su Hijo, que es una Palabra suya —que no tiene
otra—, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola
Palabra, y no tiene más que hablar.
Y éste es el sentido de aquella autoridad con que
comienza san Pablo a querer inducir a los hebreos a que
se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios
de la ley de Moisés y pongan los ojos en Cristo sola-
mente, diciendo: Lo que antiguamente habló Dios en los
profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora, a la postre, en estos días nos lo ha
hablado en el Hijo todo de una vez. En lo cual da a
entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no
tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en
partes a los profetas ya lo ha hablado en él todo,
dándonos al Todo, que es su Hijo.
NOTA: En tiempos de San Juan de la Cruz se atribuía a San Pablo la carta a los Hebreos, que de hecho no lo es.
Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios o
querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad,
sino haría agravio a Dios no poniendo los ojos
totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad.
Porque le podría responder Dios de esta manera: «Si
te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que
es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo
en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y
hallarás en él aún más de lo que pides y deseas.
Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre él
en el monte Tabor, diciendo: Éste es mi amado
Hijo en que me he complacido; a él oíd, ya alcé yo la
mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas
y se la di a él. Que si antes hablaba, era prometiendo a
Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas
a la petición y esperanza de Cristo, en que habían
de hallar todo bien como ahora lo da a entender toda la
doctrina de los evangelistas y apóstoles.»

            La lectura 1ª de hoy repite la del domingo. Preparad los caminos al Señor. Acababa con la comparación: Como un pastor apacienta el rebaño, su mano lo reúne. Lleva en brazos los corderos, cuida de las madres. [Ésta última expresión está cambiada en la traducción litúrgica actual].
            Esa expresión ha atraído el texto evangélico de hoy (Mt.18,12-14), y nos ha brindado la imagen que Jesús da del pastor, que si se le pierde una oveja de entre cien, deja a buen recaudo las 99 y va en busca de la perdida.
Imagen del Corazón del Padre Dios, que no quiere que se pierda ni uno de los pequeños…, en definitiva, los hombres.

Y si la Iglesia nos pone estos tiempos litúrgicos fuertes que estamos viviendo, es porque se siente mensajera de ese Dios Salvador que quiere recuperar a ovejas perdidas del rebaño. Nos toca a nosotros disponernos a ser “encontrados” por Dios y por la Iglesia, como “pequeños” que necesitamos mucho de ese Corazón misericordioso y paciente que nos quiere atraer al buen camino. Y nos clama: Preparad el camino a la llegada del Señor. 

MIÉRCOLES

Venid a mí

Liturgia:
                      Interesa la segunda parte del texto de Is.40,25-31, ese texto que ya corresponde al asentamiento del Pueblo de Dios en Jerusalén. El profeta “traduce” la llamada de Dios, que se presenta poderoso y eterno, creador de los últimos confines de la tierra. Un Dios que no se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia. Por lo mismo no se deja vencer por las debilidades y fallos humanos, sino que apoya lo bueno que puede haber en las personas: Él da fuerzas al cansado, acrecienta el vigor del inválido. Se cansan los muchachos y se fatigan…, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, les nacen alas como de águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse.
          Es un alegato que necesitaría meditar el mundo de hoy, que se muestra con frecuencia cansado, deprimido, desesperanzado, arrastrando la vida, buscando la felicidad en las cloacas del dinero, del sexo, de la diversión vacía… Esas manadas de gentes que pasan ebrios de madrugada de un jueves o un viernes, sin más sentido que haberse enfangado durante una noche, y ahora acostarse para esperar repetir el mismo vacío el final de semana siguiente. No les nacen precisamente alas…; arrastran cansinas sus vidas, “tropiezan y vacilan”. Es un estamento que ha perdido su sentido religioso y humano: no esperan en el Señor, no renuevan sus fuerzas.

          Humanamente es una amplia generación perdida. Perdida porque ellos y ellas se han envuelto en una capa impermeable a lo que es un valor, una trascendencia, un mirar al futuro… Y sin embargo, desde la voz de Jesús no se ha perdido nadie: Mt.11,28-30 está poniendo delante una tabla de salvación: el propio Corazón de Jesucristo: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. En medio de la borrasca, de esa vida sin brújula en medio del mal (digo bien: “mal”), surge la llamada de la estrella que luce en el horizonte…, surge la voz de Jesús que sigue invitando a acudir a él, para que los que están cansados de la vida y agobiados por su propio fracaso humano, acudan a refugiarse en él. Y él los aliviará. Los hará salir de sus propios aburrimientos y sinsentidos para situarlos en otra dimensión.
          Cierto que esa “generación” no ha gustado lo dulce que es el Señor, y no siente la atracción que ejerce sobre las almas. A veces Jesús tiene que usar su “mano izquierda” para atraerlos de maneras inconcebibles para ellos, que sólo han montado su pensamiento sobre hojarascas de placer y falsa felicidad, y de pronto se han de topar con la dureza de la realidad. Algunos optan por quitarse la vida. Otros sienten la brisa amorosa de quien dijo: Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis vuestro descanso.
          Y es así como algunos recobran sus sentimientos primordiales de aquellos años en que sentían la caricia de Dios que les llegaba desde la fe. Y descubren que ahí es donde pueden recuperar aquellos sueños de paz de su adolescencia primera. Y la “mano izquierda” de Dios se hace suave, de terciopelo, que acaricia la cabeza de su criatura, hijo pródigo que regresa macilento y desarrapado a la casa del padre. Y se oye la voz de Jesús, que dice: Mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Y se ha desembocado en ese bello sentido del Adviento que recupera la esperanza y hace sentir ese oxígeno de la vida que se tiene recostándose sobre el pecho de Jesús.

A modo de villancico

De luz nueva se viste la tierra,
porque el Sol que del cielo ha venido
en la entraña feliz de la Virgen
de su carne se ha revestido.
El amor hizo nuevas las cosas,
el Espíritu ha descendido,
y la sombra del que todo lo puede,
en la Virgen su luz ha encendido.
Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia alegría,
el Señor que en los cielos habita
se hizo carne en la Virgen María.


JUEVES

El "plus" del Reino

Liturgia:
                      Con expresiones de ternura maternal, Dios se dirige a su pueblo: gusanito de Jacob, oruga de Israel: tu Redentor es el Santo de Israel. (Is.41,13-20). Son esos requiebros casi “absurdos” a la inteligencia, pero de los que entiende el corazón. Son esas palabras “tontas” con las que una madre se deshace en cariños con el hijito suyo. Y Dios las ha tomado para expresar su amor por su Pueblo, al que quiere llevar al triunfo: te hago trillo dentado que hará paja de los enemigos.
          La cuestión que puede levantarse es el desastre que sufrirán los enemigos. ¿Para ellos no hay amor de Dios? –Siempre que hablamos de “enemigos” tenemos de una parte la mentalidad judía (la que sigue teniendo el Israel actual), que es vengativa, cruel. No es ese el concepto que subyace en los relatos bíblicos en la palabra de Dios.
          El “enemigo” que entiende la palabra de Dios, y por tanto Dios mismo, es el MAL, el pecado, la injusticia. A ese “enemigo” es al que hay que destruir y convertirlo en paja trillada, picada.
          En la parte buena están los pobres e indigentes sedientos, a los que Dios les hará alumbrar manantiales, estanques en el páramo, y fuentes de agua en el yermo, hasta hacer brotar mirtos y acacias y olivos en el desierto. Dios no va a dejar que sus pobres pasen sed. Han de ver, conocer y reflexionar que la mano del Señor ha hecho ese prodigio salvador, el Santo de Israel lo ha creado.
          Una vez más el anuncio del Dios salvador ha de retumbar en los oídos y los corazones de aquel pueblo, frente a la maldad y el pecado que les oprime desde fuera y desde dentro. Todavía es más fácil defenderse del enemigo exterior. Pero el enemigo que se lleva dentro es mucho más peligroso. Ahí quiere acudir el corazón maternal de Dios para salvar a ese pueblo de dura cerviz, pero del que Dios no desespera, y quiere hacerlo reflexionar y conocer la mano del Señor.

          Reconozco que no veo hoy la conexión del evangelio (Mt.11,11-15) con el tema de la 1ª lectura. Me tengo que ir por otro camino, en cuanto que, a medida que vamos avanzando en el adviento, tiene que salir la figura de Juan Bautista, el que anuncia la venida de Jesús, al que ya señala con el dedo como muy próximo. ¿Y quién es ese Juan Bautista? ¿Cómo es?
          Jesús lo define en el texto que tenemos delante como el mayor de los nacidos de mujer (el mayor de los hombres). No ha nacido uno más grande que él. Así es hasta ese momento. Jesús aclarará que, sin embargo, el que ya ha nacido en el tiempo de Jesús, anunciador del Reino de Dios, es más grande que Juan Bautista. Juan Bautista está a caballo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y más en el adviento de esperanza. Pero el que pertenece de lleno al Nuevo Testamento y ya ha realizado el paso de la espera a la realidad, es mayor que el Bautista.
          Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos hace fuerza y los esforzados se apoderan de él. Es esa nueva etapa del Nuevo Testamento que se ha inaugurado con la llegada de Jesucristo. Ese Reino que Cristo trae hace fuerza…, se abre paso… No es una carrera triunfal; requiere lucha. Por eso son los esforzados  los que entran en ese reino.
          Muchas veces me he encontrado con gentes que objetan que el evangelio no es fácil. Llevan toda la razón. El Reino no se ha hecho para los comodones, los que pretenden un “evangelio de dulzuras”, para los que viven del mínimo esfuerzo, para los que quieren una vida fácil. Afrontar el Reino está pidiendo ser de la casta de los esforzados…, de los que tienen que ir dejándose un poco la piel en el recorrido del día a día.

          De ahí que no se puede vivir un adviento sin lucha, sin trabajo. Hay que ir a la búsqueda del “más”, de no quedarse a gusto con haber llegado “hasta aquí”. Siempre es posible un punto nuevo, un detalle nuevo, un peldaño nuevo en esta subida hacia la voluntad de Dios. Y Dios quiere que entremos por la puerta estrecha, que tomemos la cruz de cada día, que estemos más dispuestos a servir que a ser servidos, a que amemos menos “lo propio”, para darle lo más a Jesús y al Padre. Así reza el mensaje de Jesús a través del evangelio. Y no son palabras ni exageraciones de Jesús: es camino por el que es posible caminar…, ¡por el que hemos de caminar! para que vivamos la realidad del Reino que ya ha llegado. Buscando mis amores, iré por valles y riberas. Ni cogeré las flores, ni temeré las fieras. Y pasaré los fuertes y fronteras. (San Juan de la Cruz)

VIERNES

Condiciones y quejas

Liturgia:
                      Es curiosa esta lectura 1ª (Is.48,17-19) que está toda ella en condicional: Una parte es como la queja de Dios porque no ha habido respuesta a sus dones, que recuerda cómo y cuántos hubieran sido. Otra parte es una llamada: si se cumple la condicional, llegarán todos esos dones del Señor. Como dice la lectura, el Señor expresa que te enseño para tu bien. No te amenazo queriendo castigarte. Te aviso para poder bendecirte con mis dones: te guío por el camino que sigues, por el camino por el que estás avanzando en tu encuentro conmigo.
          Y ahora vienen las condicionales:
          -Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar, tu progenie sería como arena, como sus granos los vástagos de tus entrañas;
          -tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí.
          Tu paz como un río o tu justicia como olas del mar, indica algo que fluye, que no se acaba, que tiene “vida”…
          Tu progenie como arena: se entiende como la incontable y abundante arena de la playa…; así los vástagos de tus entrañas.
          Nombre no aniquilado ni destruido ante Dios, es estar escritos en el libro de la vida, de la donación de gracias del Señor.
          ¿Se cumplieron las condicionales?
          La verdad es que aquel pueblo desembocó en el rechazo del Mesías. Paz y justicia perdidas. Río y olas que mueren sin haber dado vida. Arena de desierto quemada por el sol. El nombre de Dios, su voluntad, su Palabra vida, no fue acogida y aceptada.
          Tenemos el dilema cuando ya estamos a punto de concluir la primera parte del adviento. ¿Qué tal nuestro “río” que fluye y da vida? ¿Qué tal nuestra ola que siempre viene hacia la playa y le infunde alegría? ¿Qué playa, qué arena incontable da frutos en nosotros apara vitalizar nuestro camino del adviento? Te enseño para tu bien, te guío por tu camino de hoy…

          El evangelio es también una queja de Jesús ante un pueblo que no sabe reaccionar ante nada: Mt.11,16-19.
          Es como aquellos niños en la plaza que se echan en cara no reaccionar ante ningún estímulo. Se parece esta generación a los niños sentados en la plaza que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado”. Es el sentimiento que Jesús experimenta ante aquel pueblo que ni aceptó la exigencia de Juan Bautista, que ni comía ni bebía, diciendo de él que “Tiene un demonio”. Pero es que viene Jesús que come y bebe, y es acusado de borracho y comilón, amigo de publicanos y pecadores.
          ¿Qué quiere ese pueblo? ¿Qué se le puede ofrecer? También aquí estaría esa condicional, que expresaría la perplejidad de Jesús ante aquella realidad que tiene delante. ¡Con lo que él haría en ese pueblo si lo aceptasen!
          No me resisto a hacer la trasposición a la “generación” de hoy, esa generación que ha dejado a Dios y vive al margen de Dios o en contra de Dios. ¿Qué diría Jesús si se sentara en nuestras calles y viera pasar ese aluvión de gentes que viven sin Dios y sin conciencia? Lamentaría Jesús que ese río y esas olas que provienen de la mano de Dios, no eran aceptadas aunque son la vida fecunda que Dios ofrece. Vería a esa generación como arena muerta, sin vástagos, porque el mundo se ha metido en su placer, en su comodidad, en su liviandad…, y ha roto la cadena de le vida, la que tenía que multiplicarse como las arenas del mar.
          Precisamente estos días la previsión demográfica nos “obsequia” con una predicción escalofriante: para el año 50, España tendrá 76 jubilados por cada mano de obra. Y por tanto sin posibilidad de mantener las cotizaciones para las pensiones de la gente mayor. España está a la cola de la demografía porque las familias no tienen hijos. Y ese es un problema con varias raíces, y una de ellas es la vida de la sociedad de espaldas a los proyectos de Dios.
          Por eso la queja de hoy en estas dos lecturas nos llega muy directa. Las condicionales –que eran los planes de Dios y la vida nueva que traía Jesucristo- no se han cumplido. Y toda la bola rueda en contra. Y lo terrible es que la bola rueda y cada cual echa la culpa a otros y reivindica derechos sin afrontar obligaciones. El resultado ya se vislumbra. El adviento lo denuncia, Las conciencias han de despertarse y tomar la parte que a cada uno le toca.

          Pero los hechos dan razón a la Sabiduría de Dios, concluye Jesús este evangelio.


SÁBADO

Elías. Bautista. Jesús

Liturgia:
                      Una 1ª lectura que no tiene nada que ver con lo que hemos ido teniendo hasta ahora en el transcurso del adviento. Se cierra la primera parte de este periodo litúrgico y lo hace con un texto del Eclesiástico (18,1-4.9-11) que es toda una proyección hacia el Bautista (del que hablará el Evangelio), pero ensalzando al profeta Elías como fuerza misteriosa que va a actuar en el proceso de Dios hacia su pueblo.
          Muy al estilo judío es presentado como profeta que es fuego y cuyas palabras serán como horno encendido, que les quita el pan a los malvados. No puede ser de otra manera el modo de expresar la fuerza un autor judío. Y la manera de ensalzar la potencia del profeta lo tiene que hacer con estas comparaciones. ¿Quién se compara en gloria a Elías? Un torbellino de fuego lo arrebata a la altura (referencia al momento en que va con Eliseo y es arrebatado por un carro de fuego). está escrito que te reservan para el momento de aplacar la ira antes de que estalle, para reconciliar a padres e hijos, para restablecer las tribus de Israel. Para llegar a ese final consolador, ha utilizado el autor toda esa serie de expresiones y comparaciones fuertes. Pero está representando el poder salvador de Dios, del que Elías fue mensajero.

          Mt.17,10-13 recoge la idea de Elías en boca de Jesús, como ese mensajero de salvación. Los letrados decían que antes que el Mesías tenía que volver Elías que –arrebatado en vida- no habría muerto. Y Jesús aprovecha el detalle para decirle a sus discípulos que “Elías ya ha vuelto” y lo trataron mal. Con lo que los discípulos entienden que se refiere al Bautista, ese nuevo profeta, también de expresiones fuertes, que va delante del Mesías preparándole el camino.
          Pero es que lo mal que los judíos trataron al “nuevo Elías”, está presagiando el final que va a tener ese Mesías, Hijo del hombre, que va a padecer a manos de ellos.

UN CUENTECILLO QUE REFLEJA LO REAL  CARTA DE JESÚS EN NAVIDAD
Como sabrás, nos acercamos nuevamente a la fecha de mi cumpleaños. Todos los años se hace una gran fiesta en mi honor y creo que en este año sucederá lo mismo. En estos días la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión. En todas partes no se habla de otra cosa, sino de lo poco que falta para que llegue ese día.
La verdad, es agradable saber que al menos un día del año algunas personas piensan un poco en mí. Como tú sabes, hace muchos años empezaron a festejar mi cumpleaños. Al principio no parecían comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día muy pocos son conscientes de para qué lo celebran. La gente se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata.
Recuerdo el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y recuerdo también que había muchos regalos; pero, ¿sabes una cosa?, ni siquiera me invitaron. Yo era el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme. Ni siquiera se molestaron en bendecir la mesa. La fiesta era para mí y cuando llegó el gran día me dejaron afuera, me cerraron la puerta..., y yo quería compartir ese momento con ellos.
La verdad, no me sorprendí. Porque en los últimos años todos me cierran la puerta. Y, como no me invitaron, se me ocurrió entrar sin hacer ruido. Entré y me quedé en el rincón. Estaban todos bebiendo, había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose. Lo estaban pasando en grande. Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y gritando ¡Ho-Ho-Ho-Ho! Parecía que había bebido de más. Se dejó caer pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él diciendo: "¡Santa Claus, Santa Claus!" "Papá Noël, Papá Noël!" ¡Como si la fiesta fuese en su honor!
Llegaron las doce de la noche y todos comenzaron a abrazarse; yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara y .... ¿sabes? Nadie me abrazó...
De repente todos empezaron a repartirse los regalos, uno a uno los fueron abriendo, hasta que se abrieron todos. Me acerqué para ver si de casualidad había alguno para mí.
¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada? Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré.
Cada año que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de las fiestas, y de mí nadie se acuerda. Quisiera que esta Navidad me permitieras entrar en tu vida, siquiera que reconocieras que hace casi dos mil años que vine a este mundo para dar mi vida por ti en la cruz y de esta forma poder salvarte. Hoy sólo quiero que tú creas esto con todo tu corazón.
Voy a contarte algo, he pensado que como muchos no me invitaron a su fiesta, voy a hacer la mía propia, una fiesta grandiosa como la que jamás nadie se imaginó, una fiesta espectacular. Todavía estoy haciendo los últimos arreglos, por lo que este año estoy enviando varias invitaciones y en este día, hay una invitación para ti. Sólo quiero que me digas si quieres asistir, te reservaré un lugar, y escribiré tu nombre con letras de oro en mi gran libro de invitados. En esta fiesta sólo habrá invitados con previa reserva, y se tendrán que quedar afuera aquellos que no contesten mi invitación.
Prepárate porque cuando todo esté listo, daré la gran fiesta. Hasta pronto. Te espero... en Navidad, en la Eucaristía, en el pesebre, en la oración y en el bien que hagas en favor de los demás.
JESÚS DE NAZARETH

Autor: David (Párroco)

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