sábado, 5 de diciembre de 2020

ADVIENTO SEMANA 1ª (Lunes al sábado) CICLO B

Reflexiones de las lecturas de la Semana 1ª del Tiempo de Adviento-CICLO B, tomadas del año 2017, excepto el viernes, que ha sido tomada del año 2011, ya que en 2017 coincidió con la Inmaculada. 

LUNES

Entramos en la 1ª semana del Adviento. Isaías, al que  bien podemos llamar “el profeta del adviento”, nos abre la liturgia del día con un texto de mucha longitud de mirada, para un pueblo que estaba exiliado y que añoraba su patria y su culto. A ellos les levanta los ánimos el profeta y les hace soñar con lo que ocurrirá “al final de los días”. ¿Final de los días del destierro? ¿Final de los días de un largo período del pueblo? ¿Estará proyectando Isaías hacia el final de los tiempos? Sea como sea, en ese “final” el pueblo va a recuperar su dignidad y va a ser el pueblo que Dios dirige, que Dios defiende, que Dios encamina.

          Por lo pronto será la vuelta a Jerusalén, que se constituirá en centro hacia el que confluirán todas las naciones: los gentiles y pueblos numerosos… Lo que está hablando de algo más allá de la vuelta a la Jerusalén terrena, porque los judíos son muy suyos y no acogerán a todas las naciones. Hablamos, entonces, de algo más amplio, de una Jerusalén, ciudad abierta, o sencillamente de otra Jerusalén, que va a constituir el Mesías cuando aparezca.
          Toca, pues, mirar a la esperanza de liberación con unos horizontes mucho más amplios que la vuelta del pueblo a Judea y Jerusalén. Toca pensar en la nueva Jerusalén hacia la que confluirán todos los pueblos: Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas, porque de Jerusalén saldrá la ley, la palabra del Señor.
          La vida se hará así una vida nueva en la que de las espadas se forjarán arados, y de las lanzas podaderas…, de los instrumentos bélicos, instrumentos de producción, de riqueza de ese nuevo pueblo.
          Todas esas novedades son estímulos que el profeta presenta ante el pueblo de Dios para levantarle los ánimos y hacerles ver que Dios se hará presente “al final de los tiempos” y que el pueblo volverá a ser libre y dueño de su destino. Pero en la realidad la promesa va mucho más allá, y “el final de los tiempos” mira, por lo pronto, a los tiempos mesiánicos. Y nosotros podemos todavía llevarlo más lejos y plantearnos el momento del personal encuentro con el Señor, que nos ha de llegar de aquí a no mucho tiempo.

          El evangelio (Mt.8,5-11) es el del centurión con un criado enfermo. Era un hombre bueno que se interesa por sus súbditos. Habría gastado dinero en médicos pero sin resultado, y el criado estaba grave. Ya no le quedaban medios humanos que poner cuando pensó en aquel hombre –Jesús- que pasaba por Palestina curando enfermedades. Y optó por dirigirse a él.
          Mateo nos dice que acudió el centurión en persona, diferenciándose el evangelista de los otros textos paralelos, que nos dicen que envió unos emisarios. En Mateo es el propio centurión quien viene a Jesús y le ruega por su criado. Y Jesús está dispuesto a irse con él a la casa para curar al enfermo.
          Ahí surge la fe de aquel centurión que se confiesa indigno de que Jesús baje a su casa, y le sugiere que diga simplemente una palabra y su criado –está seguro- curará. Y arguye que él tiene criados y soldados a sus órdenes, y él los maneja con la palabra. Manda y ellos ejecutan.
          Admiró a Jesús aquella fe y pronunció su palabra de curación. Y comentó ante los presentes que no había encontrado en las gentes de Israel una fe como aquella.
          La elección de este evangelio en el adviento irá por la decisión de Jesús de ir a curar al enfermo…, de bajar y ponerse ante el criado, de hacer acto de presencia. Piensa el centurión que no es necesario, y que basta la palabra. Sin embargo cuando nosotros rezamos esa oración, no decimos a Jesús que no venga, sino que su palabra nos purifique para hacernos menos indignos y poder recibirlo.

          A lo que yo añado una reflexión sobre el modo de orar nosotros esa palabra que repetimos cuando vamos a comulgar. Una palabra que se presta a la rutina, al rezo de papagayo, y que toca decir cuando toca decirla, pero que no la reposamos como oración en la que hablamos con Jesús como habló aquel centurión con el alma en sus palabras y haciéndose oír.

          Preparamos así un adviento inmediato, que se produce en la comunión, en la que se verifica en nosotros una etapa de ese “final de los tiempos”, esos en los que se hará definitivamente real el encuentro cara a cara con el Señor.

MARTES

Te doy gracias, Dios

Liturgia:
                      Una lectura muy expresiva del adviento (Is.11,1-10), que casi habría que copiarla entera porque revela la novedad absoluta que supondrá la liberación prometida por el Señor. Narrada con imágenes muy bellas, muy orientales, pone de relieve la prosperidad que vendrá a la llegada del Mesías, nacido como renuevo del tronco de Jesé, vástago que florecerá de su raíz.
          Será algo especial y fruto directo de Dios, pues se posará sobre él el espíritu del Señorespíritu de ciencia y discernimiento, de consejo y valor, de piedad y de temor de Dios, remarcando éste último “espíritu”: le llenará el espíritu de temor del Señor. Mal entiende el lenguaje bíblico quien interpretara ese “temor” como un espíritu divino de miedo a Dios, de terror ante Dios, porque la Biblia siempre que expresa el sentimiento de “temor” añade en el renglón siguiente la idea del amor, de la adhesión, del respeto filial, la reverencia. Y ya dice San Pablo, escribiendo a los romanos que no hemos recibido espíritu de miedo para recaer en el temor, sino el espíritu de hijos para llamar a Dios: ‘Padre’.  Y el contexto lo pide, porque Isaías está pretendiendo elevar la esperanza del pueblo exiliado, y no la iba a levantar predicándoles un Dios al que hay que tenerle miedo.
          Consecuencias de ese Espíritu de Dios que va a presidir, no juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas…, defenderá con justicia al desamparado, con equidad dará sentencia al pobre… Será la justicia ceñidor de sus lomos…
          Y para poner todo eso en imagen, añade ese poético párrafo, de belleza extraordinaria para indicar la paz, la buena fe, la novedad de esa etapa que se abre con la venida del Mesías: habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo con el león… Pastarán juntos. Un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, el león comerá paja con el buey. El niño jugará con la hura del áspid y meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.
          ¿No es todo eso contra natura? Pues aún así, ese será el efecto de la llegada del Mesías. Aquel día la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos…, el Señor tenderá otra vez su mano para recatar al resto del pueblo.
          ¿Verdad que resulta bello y reconfortante el seguir esa lectura? Máxime cuando ahora ya no la leemos desde la angustia de aquel pueblo sino desde la experiencia gozosa de que Jesús ha llegado y es una realidad entre nosotros. La leemos desde otra concepción del adviento –el adviento litúrgico- que ya no es una espera desesperada sino una seguridad de Jesús actuando en la vida de las personas y, en definitiva, de la Iglesia. Ya no se trata de tener que esperar sino de ponerse en acción…, de plantearse en la vida real lo que inspira el tal Espíritu del Señor. Y lo que quizás nos puede tocar para hacer vida ese lobo que habita con el cordero, esa pantera con el cabrito, ese novillo paciendo tranquilamente con el león, ese no ser envenenado por el áspid o la serpiente. Un mundo de paz donde siempre hay una capacidad de interpretación que favorece y no condena.

          Más aún: con el evangelio (Lc.10,21-24), hay por todo una elevación del alma a Dios y convierte la crítica farisaica de aquellos que se habían puesto contra Jesús, en una emoción del Corazón de Cristo que exclama: Te doy gracias, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Preciosa reacción. Y como quien vuelve sobre su propio pensamiento, sigue diciendo: Sí, Padre, porque así te ha parecido mejor.
          Todo eso supone que es el Padre quien da la gracia para conocer al Hijo, los entresijos del Hijo, como que es el Hijo quien revela al Padre, sin cuya inspiración nadie podría conocer al Padre. De ahí que a Jesucristo se le conozca como sacramento del Padre porque lo mismo que los sacramentos son realidades visibles que nos hacen conocer lo invisible y divino, así Jesucristo nos hace conocer al Padre a través de las obras y la vida humana de Jesús, que era tan fácil de conocer. Pues bien: quien me ve a mí, ve al Padre. Y quien va descubriendo a Jesús, va descubriendo a Dios Padre.

          Todo esto nos hace sentir el adviento como una acción de gracias a Dios, porque nos lleva como Padre amoroso hasta sus brazos. Y nos pone ante Jesús para que mirándolo a él, repitamos su vida y la hagamos patente, y nos vaya acercando a la vivencia de un adviento que no pasa de largo. Ahora toca CONCRETAR a realidades de la vida personal para no quedarnos en la poesía de la 1ª lectura ni en una acción de gracias tan genérica que no refleja el pensamiento de Jesús.

MIÉRCOLES

Manjares enjundiosos

Liturgia:
                      Otro texto de Isaías (25,6-10) para mostrar la novedad que va a suponer el día en que el Mesías haga su aparición en la tierra. Porque el Salvador y libertador del RESTO de Israel va a venir. Y su llegada va a suponer un cambio esencial en la vida de aquel Pueblo. De su penuria como  desterrados va a surgir un suculento banquete de manjares enjundiosos y vinos generosos.
          Es más: El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y alejará el oprobio de todo el país. Y todo eso será una realidad porque aquel día se dirá: ‘Aquí está vuestro Dios’, de quien esperábamos que nos salvara. Celebremos y gocemos con su salvación.
          Aparece claramente todo el sentido triunfal del anuncio profético, para que ese RESTO no se desencante con el paso de los años. Es cierto que han de pasar cientos de años hasta que ese anuncio se cumpla. Pero la promesa va también pasando de padres a hijos y de hijos a nietos, por generaciones, que saben que la palabra de Dios no fallará, aunque aún no puedan vislumbrar que ha llegado el momento anunciado.

          Se podría haber respondido a aquellas ansias de salvación con cualquier episodio evangélico. La liturgia ha preferido escoger Mt.15, 29-37 para poner de manifiesto cómo realmente el Pueblo halló ese manjar en la venida y en la acción de Jesús.
          Jesús ha bordeado el Lago y tras él se ha juntado una muchedumbre que ansía encontrarse con él, porque le llevan sus tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros, que echaban a los pies de Jesús. Esa es la necesidad humana. El resumen de una desgracia social que podría representar muy bien a aquel pueblo que esperó durante siglos la llegada del Salvador. Esta muchedumbre de ahora, con todas sus carencias, ha encontrado al Mesías. Y el Mesías responde curando a los enfermos y dándoles la comida generosa que tanto necesitaban cuando estaban a punto de desfallecer por el camino, y por el tiempo que llevaban sin comer.
          Jesús llama a sus discípulos y les hace una confesión de su sentimiento ante aquella multitud que le sigue: la da compasión, me da lástima de la gente, porque llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen por el camino. Ese es el Mesías Salvador. Ese es el Mesías que había sido anunciado, que iba a cambiar las cosas. Ahora lo tienen allí, y su obra responde a lo anunciado por el profeta. Esperábamos que nos salvara…, y la presencia de Jesús les lleva a la liberación. Por lo pronto, de cada una de aquellas enfermedades y carencias que acarrean sobre sus espaldas. Pero más allá de esas enfermedades y de ese pan material, hay otra liberación mucho más fuerte y honda, que mira a lo profundo de la persona, al nuevo estado de cosas que surge de la presencia de Jesús. Verdaderamente el mundo ha cambiado. Y con creces. Del hambre pasan a que sobran cestos de pan, después de haber comido una multitud con sólo 7 panes y unos pocos peces. Jesús les da más de lo necesario y aquella obra de Jesús les muestra que han llegado los tiempos esperados en los que se cumple aquella profecía del festín de manjares suculentos y vinos de solera. Se ha cumplido la promesa y el Mesías esperado esta allí entre ellos.


          La pregunta que se impone es si la posición ventajosa que tenemos nosotros, con Jesús “al alcance de la mano”, nos supone ese festín, que se traduce en algo concreto para ese adviento. Y si dejamos que se verifique en nosotros esa “multiplicación” por la que un panecillo se convierte en ventaja para otros y para uno mismo, en un crecer de nuestras respuestas a las insinuaciones de Dios en nuestra alma. Porque algo puede manifestarse como frutos concretos de este período de tiempo que estamos viviendo y en el que la Iglesia nos quiere llevar de la mano a gozar de la venida del Señor.

JUEVES

Sobre roca

Liturgia:
                      Sigue Isaías (26,1-6) expresando las novedades que se van a producir con la venida del Mesías: Dios defiende a su Pueblo, con murallas y baluartes, haciendo de él una ciudad fuerte. Y el Pueblo que observa la lealtad, entrará por las puertas abiertas. Confiando en el Señor que es su Roca perpetua, su seguridad. En cambio a la ciudad que oprimía, la humilla, la abaja hasta el polvo.
          De hecho Babilonia se acaba para el pueblo de Dios, mientras que ese Pueblo vuelve a su patria y a su templo.

          Pasamos al evangelio, tomado del final del Sermón del Monte (7,21.24-27). Empieza con una advertencia de Jesús. Con él no está alguien por el sólo hecho de que se le llame “Señor”. Jesús se hace presente cuando la persona conoce y vive la voluntad de Dios, el Padre que está en el cielo.
          Ya ese comienzo es suficiente para hacer pensar. Echamos una mirada alrededor y encontramos numerosos creyentes que viven  muchas formas exteriores de religiosidad pero están lejos de acoger de verdad los 10 mandamientos. Y no digamos si ya entramos en temas evangélicos en los que correspondería sobrepasar los Mandamientos y entrar en terrenos del Sermón del Monte o de las muchas enseñanzas de Jesús, que conducen a irse acercando a lo que Dios quiere. No es inútil esa reflexión porque la llamada del adviento no se queda en aspectos superficiales, y ni siquiera en mirar a la  venida de Belén.
          Ahora se trata –en palabras de Jesús- de construir la vida sobre roca firme, sobre actitudes fuertes. Pone Jesús la comparación de la casa construida sobre roca, que no puede ser derruida por las avalanchas de los ríos ni por los embates de los vientos. Construida sobre roca, tiene sus cimientos tan hondos como la roca misma.
          Ya puede ocurrir alrededor lo que ocurra, ya pueden fallarnos los hombres, ya puede haber un cataclismo en la Iglesia…, no se hunde la fe del creyente ni se cambian los pensamientos, ni se alteran los criterios. Como decía San Claudio de la Colombiére: “he visto caer las estrellas del cielo y las columnas del firmamento; en cuanto a mí, estoy seguro” porque me he afincado en la persona de Jesús, y mi adviento nunca se puso en bombillas de colores ni en árboles de navidad, ni en esperanzas que se derrumban como belenes de cartón.
          La esperanza que se viene abajo es la que se construyó sobre arena, como la casa que se construye sobre suelo lábil, porque en cuanto soplan los vientos o los ríos se desbordan, la casa se abate. Y esto no es imaginación ni mera parábola. Lo mismo que las catástrofes naturales parecen cebarse en los más pobres, (y la realidad es que los pobres no pudieron construir sobre roca), así ocurre en el ánimo de aquellos que son impresionables por cualquier contrariedad. Acaban desesperando y reaccionan fuera de lógica, que con frecuencia atañe a su fe y a su misma relación con Dios.
          Así encontramos hoy día a tantos escandalizados de la Iglesia o de los que somos iglesia, porque no dimos la talla que ellos esperaban. Y en vez de situar el problema en lo personal de “alguien” en concreto (que puede haber fallado), rompieron por la calle de en medio y proyectaron contra la iglesia todas sus quejas. Y su ruptura. Y su pelea. Habían puesto su fe donde no está el objeto de la fe. O bien podría decirse que lo que en ellos se albergaba no era propiamente la fe teologal sino una emotividad religiosa que se viene abajo en cuanto le tocan a la emoción religiosa de esa persona. ¿O no será que le toca a su idea particular de lo que apoyaba su YO más cómodo? Cuando Jesús habla de la “casa sobre arena”, está abarcando todo ese conjunto de posibilidades de una fe que carece de sustentáculo real.
          La liturgia nos ha situado hoy este evangelio en este día de adviento como un complemento o reafirmación de la “ciudad fuerte” de la 1ª lectura, para que nuestro enfoque de vida en estos momentos sea muy arraigado en eso de buscar hacer la voluntad de Dios. De ahí ese comienzo del texto evangélico que nos advierte de la superficialidad de quien invoca a Dios y dice: “Señor, Señor”, pero no vive de acuerdo a la voluntad de Dios.

            Que nuestro adviento vaya sobre roca. Y eso se traduce en realidades que tienen que plasmarse en cosas concretas que nos puedan hacer dar un paso en nuestra preparación a recibir la visita del Señor.


VIERNES

Del año 2011.
¿CREEIS O NO CREÉIS
Viernes 1º de adviento
Las lecturas son las propias de este tiempo: un pueblo oprimido, desterrado, que empieza a “perder la vista” de su fe. Isaías,, profeta que comunica en nombre de Dios que VERÁN. Hasta el desierto echará flores. Hasta los sordos oirán. Se acabó el opresor. [y aún quedaban siglos…; pero la fe no tiene reloj]. Y cuando aquellos ciego se llegan hasta la casa donde está Jesús y le piden la vista, Jesús les hace una pregunta: ¿Vosotros creéis que Yo puedo hacerlo? CREÍAN QUE SÍ,. Y volvieron a ve,r y a irse por aquellos lugares gritando su alegría.
He pensado si hoy buscarán a Jesús para VER… Si hoy CREERÁN que puede hacerlo. Y respondiéndome que sí, imagino a ese mundo ciego que se vuelve loco al VER, al VOLVER A VER. Porque en la oscuridad que tanto ciega con gafas oscuras, saltarán de gozo y no podrán ya callarse quienes VEN DE NUEVO, Y CREEN DE VERDAD QUE ES POSIBLE VER OTRO MUNDO DIFERENTE.


SÁBADO

El Reino está cerca

Liturgia:
                      Is.30,18-2123-26 sigue en la línea habitual de estas lecturas de adviento, con una carga notable de promesas esperanzadoras, que van adelante independientemente de la respuesta del pueblo. El pueblo no tendrá que llorar porque se apiadará Dios a la voz del gemido de ese pueblo, apenas se oiga.
          Puede ser que Dios dé el pan medido y el agua tasada y que el pueblo no nade en la abundancia y hasta que carezca  de algo. No obstante ya no se esconderá vuestro Maestro…, tus ojos verán a tu Maestro.
          Es posible que el pueblo se desvíe a derecha o a izquierda; entonces escuchará una voz que le llama al verdadero camino para que camine por él.
          El Señor dará la lluvia para la semilla y dará el grano para la cosecha, y será substancioso; los ganados pastarán en amplias praderas. Y así va poniendo delante el nuevo mundo que vendrá con la llegada del Mesías, que va a hacer una realidad feliz. Va a ser como la luz, que la de la tarde va a lucir como la de la mañana y la de la mañana lucirá siete veces más. Todo esto va a suceder cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure la llaga de su golpe.

          El Salmo responderá a todo este precioso panorama con la exclamación: Dichosos los que esperan en el Señor, nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

          Pasamos al evangelio (Mt.9,35 a 10,1.6-8). Es la conmiseración de Jesús ante el pueblo que le sigue, al que le anuncia la buena noticia de la salvación, y –pasando a la obra- cura todas las enfermedades y todas las dolencias, porque estaban las gentes extenuadas y abandonadas, ‘como ovejas que no tienen pastor’. Es esa una figura que se le clava a Jesús en el alma. ¿Por qué las gentes le siguen y –en ocasiones- se olvidan hasta de comer? Precisamente porque han buscado su refugio en los mentores del pueblo y no han encontrado acogida. Se vienen a Jesús y Jesús les acoge, les habla con el alma, les cura sus enfermedades… Son gentes que “no tienen pastor” y se acogen a Jesús que es el Pastor bueno que está siempre abierto a las gentes.
          Jesús entonces se vuelve a sus apóstoles y les incita a orar a Dios para que Dios envíe trabajadores a su mies. Él hace su parte, pero Israel necesita de buenos pastores que se ocupen del bien del pueblo, y que se acerquen a él con el corazón abierto y el desinterés completo. Buscando ese beneficio de las gentes y no los propios provechos.
          Y como en una aplicación concreta de la oración que él mismo ha suscitado, multiplica por doce su acción, enviando a los suyos a predicar por las ciudades y aldeas a las ovejas descarriadas de Israel, anunciando la buena nueva: El Reino de los cielos está cerca. Y como un anticipo de ese reino en que Dios sea el rey, curad a los enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Es así la mano de Dios, “el dedo de Dios” el que aparece por encima de las desgracias y dolencias y carencias que padece aquel pueblo. Queda así concretado en realidades patentes los anuncios proféticos de la 1ª lectura. La llegada del Mesías realiza ese mundo de misericordia que el pueblo está necesitando, y que –en definitiva- le acerca a Dios porque puede entender –por los hechos- que Dios está detrás de aquellos tiempos que viven tan dolorosamente, pero que van a quedar luminosamente salvados por la venida de Jesucristo.
         

          El meollo de todo eso hay que succionarlo en este momento presente nuestro, y por tanto en el sentido de este período litúrgico que estamos viviendo y que debe tener su traducción concreta en alguna respuesta personal. Soy consciente de que al cabo de muchas llamadas en este sentido, somos capaces de ponernos el impermeable y que todos estos toques resbalen en nosotros y sigamos en lo que tenemos y no nos actuemos en alguna concreción aplicada a nuestro caso particular. El peligro es que demos por hecho todo lo que podemos dar y que ya no haya un planteamiento sobre algún detalle que muy bien podríamos aplicar a nuestro caso. El adviento litúrgico es más que la casulla morada y el moderno e importado encender de la vela de adviento. Esa luz que luce ahora y que va emprendiendo otras conforme avanzan las semanas, es un buen símbolo para decirnos que cada semana pide una nueva luz en nuestro proceder personal, y que debe acabar con la LUZ DE BELÉN, el encuentro con Jesús en nueva plenitud.

No hay comentarios:

Publicar un comentario