lunes, 8 de junio de 2020

SANTÍSIMA TRINIDAD



En el año 2019, el sacerdote Manuel Cantero, escribía esto:
LITURGIA: Santísima Trinidad
                      Celebrados los grandes misterios de Jesucristo: la navidad, la Pasión y Muerte y la Resurrección, culminados por la realización de la Promesa en Pentecostés, hoy la Liturgia recopila todo el misterio bajo la adoración a la Santísima Trinidad, con la mirada hacia las tres Personas divinas, que son un solo Dios, y que actúan al unísono en los diversos misterios que hemos contemplado.
          No pretenden las lecturas darnos una clase sobre la Santísima Trinidad. Más bien quieren hacernos presente que la obra de cada una de las tres Perdonas es obra al mismo tiempo de las tres.
          Así la 1ª lectura (Prov.8,22-31) nos eleva a la Sabiduría de Dios. Y nos hace una descripción que es como una mirada a la eternidad de Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu viven desde siempre y a ellos se debe esa acción de “jugar con la bola de la tierra y gozar con los hijos de los hombres” cuando llega el momento de la Creación, obra de los tres.
          En la 2ª lectura (Rom.5,1-5) Pablo comienza diciendo: Ya que hemos recibido la reconciliación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Para acabar con una mirada al Espíritu: Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que nos ha dado. Y ha quedado expresada la obra de las tres Personas.
          Más explícito aún el Evangelio: Jn.16,12-15. Jesús se despide de sus apóstoles en la última Cena, y les dice que le quedan muchas cosas por decirles, pero ahora no pueden cargar con ellas: cuando venga el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. El Espíritu dirá las palabras de Jesús, y Jesús dice las palabras del Padre: Todo lo que tiene el Padre es mío, y el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará.
          ¿Nos quedamos sólo en el recuerdo del misterio? En realidad Dios no revela inútilmente. La fe en la Trinidad nos enseña la manera de vivir unidos los que somos diversos…, de poder tener un solo corazón los que somos distintos. Poder ser familia aun con la diversidad de pareceres. Poder formar parte de una sociedad donde cada uno piensa a su modo. Mientras se mantenga la línea de la Verdad, es posible entenderse y tenemos que intentarlo.
          Cuando recibimos hoy la Eucaristía, recibimos a Jesús. Pero Jesús no vive solo. Es la segunda Persona de la Trinidad. De ahí que somos Templos de la Santísima Trinidad, de la que misteriosamente participamos al comulgar.
          De hecho la celebración se desarrolla en un constante recuerdo de la Trinidad: Hemos comenzado En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. En el canto del Gloria hemos alabado al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. En el Credo haremos acto de fe en las tres Personas. Acabaremos la plegaria Eucarística Por Cristo, con él y en él, al Padre la gloria en unión del Espíritu Santo. Y saldremos bendecidos con la bendición del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La fe cristiana no puede prescindir de este gran misterio de amor.

En el año 2018, el sacerdote Manuel Cantero, escribía esto:
Liturgia: La SANTÍSIMA TRINIDAD
                      El final del tiempo pascual ha llegado con Pentecostés, pero queda una recopilación de todos los misterios en el misterio por excelencia, que es el de la Santísima Trinidad, el misterio de UN SOLO DIOS que se expresa EN TRES PERSONAS distintas pero que son un solo y único Dios.
          Comparaciones se han hecho muchas para intentar acercarse al misterio. En realidad es un misterio de fe y la mejor explicación que cabe es CREER sin más explicaciones ni comparaciones. Dios es Padre en cuanto que en su eternidad engendra al Verbo, el Hijo. Dios es Hijo porque ese Verbo es igual al Padre, porque ese Verbo o Palabra o Pensamiento eterno (=Logos) de Dios es una realidad viva que es Persona en el seno de Dios. Ese Verbo se encarna en el tiempo, “en la plenitud de los tiempos” y toma la realidad humana y el nombre de Jesús, Salvador. El Padre y el Hijo se aman con amor eterno y ese AMOR personificado es el Espíritu Santo, igual al Padre y al Hijo. Tres personas y un solo Dios. Una infinitud que se manifiesta de tres maneras, y ninguna es mayor ni anterior a la otra. Como he dicho: no hay razonamientos que expliquen. Sólo la fe, que asiente convencidamente de que Dios es uno y trino.

          La liturgia en el ciclo B, en el que estamos, nos trae un texto del Deuteronomio (4,12-14.39-40) en el que hay toda una admiración ante Dios…, Dios que es excelso y a la vez se ha acercado a la tierra, a los hombres. No hay otro dios que lo haya hecho así. Dios se ha acercado a los hombres y les ha hablado y se les ha revelado, y se ha hecho un pueblo en medio del cual habita, con signos y prodigios, con mano fuerte y brazo poderoso. Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón que el Señor es único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra. En consecuencia, guarda sus preceptos y mandatos que te prescribe hoy para que seas feliz tú y tus hijos y tus descendientes y prolongues tus días en la tierra que el Señor tu Dios te da para siempre
          La 2ª lectura es de Rom.8,14-17 y en ella se hace una directa referencia al Espíritu Santo, quien habita en nosotros y desde dentro de nosotros nos hace clamar: ABBA (=Padre), de manera que el Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también herederos de Dios y coherederos con Cristo. Aparece, pues la conjunción de las tres divinas Personas en una misma acción en nosotros: que podamos llamar “Padre” a Dios y seamos coherederos con Cristo por la acción del Espíritu Santo.
          El evangelio (Mt.28,16-20) es el final de ese evangelio de Mateo, con el encargo de despedida de Jesucristo, quien envía a sus discípulos a bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñando a guardar todo lo que os he enseñado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Quiere decir que el misterio de la Trinidad de Dios no se queda solamente en la mente y el corazón que asienten con fe, sino que supone una llamada fuerte al creyente para hacer lo que Dios manda. Y que esa unión de tres Personas en un solo Dios, nos está invitando al difícil arte de sentir, pensar y querer con actitud de unidad aunque seamos muchos. Aplicable a la familia, a las relaciones humas, sociales y en lo esencial de las políticas, aunque sean diferentes concepciones de la vida y de la historia.
          COMULGAMOS el Cuerpo de Cristo, la 2ª Persona de la Trinidad, pero donde está el Hijo está el Padre y el Espíritu. Y así todos los días hasta el fin del mundo.


En el año 2017, el sacerdote Manuel Cantero, escribía esto:

Unidad en la diversidad

Liturgia.- La Santísima Trinidad
          Imagino que el liturgo que escogió las lecturas de esta fiesta para el ciclo A, tuvo una visión más amplia y significativa de lo que yo capto, pues la verdad es que en estas lecturas sólo se roza el misterio de la Trinidad en la doxología final de la 2ª lectura (2 Cor 13,11-13) en que Pablo concluye con una referencia expresa al misterio que celebramos: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con vosotros. La originalidad del Apóstol –que hoy presentan descafeinada muchas formas de expresarlo- es el empleo del imperativo: “esté con vosotros”. Ha hecho Pablo referencia al amor del Padre, que viene ahí como principio de todo lo demás, que es quien envía al Hijo, a Jesucristo, como el que gana para nosotros la gracia de Dios por su obra redentora de su muerte y resurrección; y el Padre y el Hijo se quedan permanentemente con nosotros en esa comunicación del Espíritu Santo, que es la presencia permanente de Dios en nosotros, porque es el Espíritu de Dios que ha constituido su templo, su casa, su “sala de estar” en el corazón de cada persona  que vive en gracia de Dios.
          Todo esto tiene una trascendencia muy fuerte porque hemos de ser conscientes de la permanencia de Dios en nosotros mientras estamos en gracia, y cómo el Espíritu de Dios abandona su “sala de estar” que queda manchada por el pecado. Y hoy no es extraño que las pasiones de la sensualidad humana acaben expulsando a Dios de ese su templo en nosotros, por el penoso disfrute de  unas malsanas curiosidades.
          La otra lectura –la 1ª, del libro del Éxodo (34,4-6. 8-9)- están más centradas en la acción de Dios que baja a entregar a Moisés las tablas de la Ley, con sus dos partes diferenciadas y complementarias de lo que toca a la relación del hombre con Dios y a la relación que tenemos que tener unos con otros. A ese Dios pide Moisés que acompañe al pueblo siempre, y perdone sus pecados, aun contando con que es un pueblo muy duro de cabeza, que no la doblega fácilmente. Pero Dios pasa por medio proclamándose a sí mismo Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. Es evidente que no hay una relación al misterio que celebramos, pero presenta a Dios que, lo mismo en el Antiguo como en el nuevo Testamento, es un Dios de perdón y de misericordia.
          Así también en el evangelio de Jesús con Nicodemo (Jn 3,16-18) en el que Jesús presenta la realidad de Dios como Dios del amor: Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo, para que no perezca ninguno de los que creen en él. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no se condenará. El que no cree en el Hijo salvador, ya se ha condenado a sí mismo, porque no ha creído en el Hijo único de Dios.
          He querido mantener la secuencia completa, según el propio texto evangélico, porque no se puede decir mejor ni de forma más expresiva. En la Trinidad, el amor del Padre se manifiesta en el envío de Jesús, y la salvación consiste en esa fe que provoca en nosotros el Espíritu Santo, para que creamos en la salvación que nos ha traído la redención de Jesucristo.
          Luego, creo que hemos de sacar alguna consecuencia de tipo realista a esta mirada a la Trinidad. Y es la fuerza que ha de hacer en nosotros el hecho de un Dios en 3 personas que realizan una obra común…, la diversidad que se plasma en una unidad. Y la hemos de proyectar en las relaciones humanas, empezando por la familia, en la que hay una diversidad natural de personas pero donde hay que ir al unísono en el enfoque de los temas importantes sociales o familiares. Ser distintos no debe suponer estar encontrados unos contra otros, sino aunar las fuerzas diversas en la consecución de un fin común. Pensemos seriamente en el modo de vivir de una familia. Pensemos en cómo se resolverían los problemas políticos y sociales. Pensemos, pues, que el misterio de la Santísima Trinidad no se queda para sólo hacer un acto de fe en el misterio sino que tiene repercusiones en la vida, si verdaderamente creemos en este misterio de Dios.

          Cuando ahora nos acerquemos a la eucaristía, EL QUE VIENE A NOSOTROS SACRAMENTALMENTE es el Hijo Jesucristo. Pero el Hijo no se concibe sin el Padre, y el Padre y el Hijo juntos están produciendo en nosotros el efecto importantísimo de dejarnos su presencia habitual en el Dios Espíritu Santo, que es el Dios permanente en nuestras almas que se mantienen en Gracia de Dios. Porque el Espíritu Santo es LA GRACIA misma.

En el año 2016, el sacerdote Manuel Cantero, escribía esto:

Liturgia.- Día de la Santísima Trinidad
          Es lo más difícil de predicar. De una parte estamos ante algo tan sencillo como que Jesús nos ha manifestado esa realidad; y ante algo tan complicado que no hay mente humana que pueda explicar nada de tal misterio.
Sabemos que Jesús nos ha hablado del PADRE. Sabemos que el Padre tomará de Jesús lo que se nos anuncie. Y sabemos que lo que Jesús nos ha dicho necesitará de la venida del Espíritu Santo para llevarnos a la verdad completa. Y más allá de ello son elucubraciones teológicas o populares para querer explicar lo inexplicable. (Evangelio de hoy: Jn 16, 12-15).
Es que MISTERIO es misterio. Y el misterio es algo indescifrable. Los esfuerzos por explicarlo pueden ser meritorios, pero siempre quedarán en meras comparaciones externas, mientras que nuestra relación con Dios-Trinidad es tan simple como nuestra relación con Dios. Y como Dios se ha hecho Palabra en Jesús, Hombre que vivió nuestra humanidad, el conocimiento que podemos tener más claro es el de Jesús. Eso nos basta. Ahora Jesús nos enseña que conocerlo a él es conocer al Padre, y eso nos tiene que bastar.
Incluso ese Espíritu que nos enviará Jesús y que revelará la verdad completa, no nos revelará el misterio de la Trinidad porque dejaría de ser misterio y equivaldría a saber nosotros lo arcano de Dios. A nosotros nos basta la fe en esa obra de Dios que es Jesús. Todo lo que tiene el Padre es mío; tomará de lo mío y os lo anunciará
La 1ª lectura (Prov. 8, 22-31) nos transporta a la eternidad. Una lectura que expresa la Sabiduría de Dios, identificada con Dios mismo, y nos expresa cómo el misterio se realiza ya en esa eternidad. Dichos todos que –al modo humano- tienen necesariamente que hacer referencia al tiempo, que es lo que nosotros entendemos: “al principio”, “al comienzo”, “en tiempos remotísimos”, antes de…”. No podemos explicarlo de otra manera pero se está refiriendo a la eternidad de Dios, que no tiene comienzo. “Entonces” ya estaba realizado el Misterio en la esencia misma íntima de Dios.
Con razón desemboca en el Salmo 8: Señor, Dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierraCuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Salmo mesiánico porque concluye con una mirada al propio Jesús, el Hijo, al que todo lo sometiste bajo sus pies, rebaños de ovejas y toros y hasta las bestias del campo, las aves del cielo y los peces del mar, que trazan sendas por el mar.
La 2ª lectura afirma que estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo y el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. Caminamos, pues hacia Dios, por medio de Jesucristo en el amor derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.
En la celebración eucarística comenzamos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Cantamos el himno trinitario del Gloria, y dirigimos nuestra oración a la Trinidad. En el Credo hacemos profesión de fe trinitaria, y ofrecemos luego la Plegaria al Padre, por Cristo, en la unidad del Espíritu Santo. Y concluye todo con la Bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es decir: nos movemos en un ámbito en el que la Santísima Trinidad lo encierra todo.

En el año 2015, el sacerdote Manuel Cantero, escribía esto:
La Santísima Trinidad
          Las celebraciones del año litúrgico concluyeron con la celebración de Pentecostés el pasado domingo. Ahora quedan determinadas acentuaciones de misterios cristianos de mucha importancia, que la Iglesia nos pone delante para avivar aspectos centrales de nuestra fe: la Santísima Trinidad, el Corpus, el Sagrado Corazón.
          Hoy detenemos la atención en la esencia íntima de Dios, que es UN SOLO DIOS, pero que por ser tan infinito se desenvuelve y manifiesta en TRES PERSONAS.
          Jesucristo nos lo pone delante en su despedida de este mundo, cuando envía a sus apóstoles a predicar el evangelio por todo el mundo, bautizando en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
          Un Dios que no tiene igual, como nos lo expresa Moisés hablando a su Pueblo, y exhortándole a reconocer que el Señor es el único Dios, allá arriba en el Cielo y aquí abajo en la Tierra. En consecuencia hemos de aceptar y vivir sus preceptos, mandatos y enseñanzas.
          Es el mismo Dios, que es Padre, y que envía a su Hijo al mundo. Y nuestro mundo ha tenido la insospechable realidad de que Dios ha vivido en nuestra tierra, ha caminado por nuestros caminos, ha trabajado  como los otros hombres. Ha padecido como uno cualquiera y con su muerte ha levantado de la basura al pobre hombre que somos, y nos ha levantado y nos ha hecho poco menores que los ángeles. Gracias a la obra de Dios en nuestro mundo, en le persona de Jesús, nosotros podemos mirar a Dios y caminar hacia Él, siguiendo las huellas del Hijo.
          Y el Hijo, al marcharse de ste mundo para regresar al trono del Cielo, nos ha enviado a Dios, en la Persona del Espíritu Santo, que vive dentro de nosotros y que cierra el círculo de nuestra vida con esa impensable realidad de que el hombre mortal pueda dirigirse a Dios y llamarle: ¡PADRE!
          En consecuencia nosotros somos hijos de Dios y somos –en Cristo- herederos de la Gloria del Padre.
          Todo ello está marcado a fuego en nosotros por el carácter bautismal, una señal imborrable que llevamos grabada a fuego en el alma desde el momento de nuestro Bautismo.
          Y una realidad que nos transforma y nos hace dignos de acercarnos a recibir a Jesús en la Comunión y a participar de pleno derecho en todos los misterios cristianos, porque hemos sido elevados a ser HIJOS DE DIOS.


En el año 2014, el sacerdote Manuel Cantero, escribía esto:

 Al acabarse el año litúrgico –centrado en los misterios de la vida de Jesucristo, la liturgia hace una síntesis de la fe cristiana, estableciendo el DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, que recopila la Historia de la salvación.
             Dios, el único y soberano Dios que conocían los primitivos, que ha creado el universo y al ser humano, anuncia la llegada a la humanidad de un Salvador triunfador. Pasarán siglos, y en cuando llegó la plenitud del tiempo que Dios mismo había señalado, envió al mundo a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley. El que era Dios misterioso, de quien Moisés no podía ver el rostro –[1º lectura]- aparece ahora en medio de la humanidad con rostro y figura y realidad humana: pasa por entre los hombres, vive con ellos, hace el bien y sufre el mal… Aunque es igual al Padre, aprende sufriendo a obedecer, y llegado a la consumación, es fuente de salvación eterna para cuantos creen en Él. Dios se ha hecho visible, y sin dejar de ser Dios, es también Hombre. Tenemos a Dios –en Persona de su Hijo- siendo el Dios cercano, tangible…, un Dios que sufre y goza… Un Dios que enseña y padece. Un Dios que ama hasta el exceso y puede llegar a la muerte en la muerte de Jesús.
             Por Él –[Evangelio]- palpamos el amor de Dios, que ha mandado a su Hijo al mundo para salvar al mundo. Y todo el que cree en Él tiene vida eterna y no se condena.
             Y cuando Jesús, Hijo de Dios, cubierta su misión en la Tierra se vuelve al Cielo, no nos deja huérfanos, sino que nos envía al Espíritu Santo, que realiza la Presencia de Dios, permanente, íntima, profunda, en las almas… Que es la GRACIA MISMA DE DIOS, que nos invade y nos va transformando. Vivimos ya la era del Espíritu Santo, por el que mora en nosotros TODA LA SANTÍSIMA TRINIDAD, y nos acompaña en todos los momentos de nuestra vida.

             La inteligencia teológica del MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD debe, sin embargo, “abajarse” hasta hacer de esa realidad sublime algo práctico, algo que exprese aplicaciones actuales y que aporten a nuestro vivir diario.
             El primer reflejo de la Trinidad en la vida humana es LA FAMILIA. Personas distintas y diversas, pero una sola familia. En ella hay diferentes estilos, gustos, modos. La familia supone que en medio de esa variedad se mantiene siempre una unidad. Se camina en una dirección, se persiguen unos objetivos…, aunque cada uno aporta sus propias cualidades, sus propias limitaciones, su edad, su psicología... Pero todos van arropando una UNIDAD familiar.
             Son un reflejo de la Trinidad santa, ¡y deben serlo, y tienen que procurar irlo siendo! Porque lo que no puede ser es que la fe vaya desencarnada por la vida, sino encarnada en las realidades más concretas.
             Otro reflejo trinitario lo constituye la sociedad. O para cerrar un poco más el círculo, todo colectivo humano: laboral, social, de asociación voluntaria… Caben múltiples tipos de personas, múltiples formas colectivas. Pero la única manera de que una variedad de personas funciones en un determinado fin es que haya un OBJETIVO COMÚN, una unidad de fin. Luego, cada uno es quien es y como es. Pero todos los miembros de una empresa, de una hermandad, de un club, tienen que remar en la misma dirección del fin que se pretende. Es posible y es necesario LA UNIDAD EN LA DIVERSIDAD.

             En la Liturgia Eucarística comenzamos En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…; exultamos en el himno del “Gloria” dirigido a la Trinidad, y hacemos solemne Profesión de fe en la Trinidad. Oramos al Padre con la intercesión del Hijo, cuya presencia en el Altar se hace bajo la invocación del Espíritu Santo, para concluir en la solemne doxología final: Por Cristo…,a ti, Dios Padre…, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria. Y acabaremos con la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. El misterio trinitario está ahí constantemente presente, como el magma en que se desenvuelve la fe católica.


             El AMOR DE DIOS al mundo, se expresa en el AMOR DEL HIJO ENCARNADO –amor plasmado en la gama de sentimientos nobles del CORAZÓN DE JESÚS-, que nos revela y a los que nos mueve e impulsa el Espíritu Santo, que es EL AMOR MISMO PERSONAL DEL PADRE Y DEL HIJO. ¡Tanto amor que no se quedó “dentro” y se expresó en una PERSONA!

En el año 2013, el sacerdote Manuel Cantero, escribía esto:
SANTÍSIMA TRINIDAD
             Realmente el misterio más alto de toda nuestra fe, al que podemos acercarnos de alguna manera pero nunca pretender comprenderlo. Podemos intentar explicaciones, figuras, comparaciones.  Pero el Misterio es el misterio, y no intentamos poseer su secreto último.  CREEMOS, porque así nos lo va mostrando la Sagrada Escritura, que Dios infinito y eterno se expresa en tres Personas, como una forma de ofrecernos más campo de expresión y conocimiento de su Divina Majestad. Pero que –en definitiva- estamos siempre hablando del DIOS ÚNICO, porque sólo puede haber UN DIOS.
             EL Ciclo litúrgico designado con la letra C no es el más explícito. Lo que expresa en la primera lectura es la eternidad de Dios. Porque al hablar de la Sabiduría, siempre va expresándola como anterior y pre-existente a cualquier otra realidad.  Cuando surge el globo de la Tierra, ya estaba antes la Sabiduría. Cuando se hizo la Creación, con sus montes, sus vegetales, sus animales, ya existía esa Sabiduría.  Lo que puede interpretarse de dos formas: ya existía Dios, que tiene esa Sabiduría, o llega a expresarse a Dios en esa SABIDURÍA que precede a todo, y que ha ido haciendo sabiamente el mundo entero.
             En la 2ª lectura San Pablo empieza diciendo que ya hemos recibido la gracia de poder estar en paz con Dios por medio de Jesucristo…, y acaba con la afirmación de que Dios ha derramado en nuestro corazones el Espíritu Santo, con lo cual nos está mostrando que Dios actúa en nosotros indistintamente desde una u otra de sus Divinas Personas.  Lo que con simplicidad puede decirse que Dios actúa en nosotros;  o que Cristo nos ha salvado, según el plan de Dios. O que el Espíritu Santo habita en nuestros corazones, como Dios que ha tomado posesión en nosotros y se ha establecido ahí, como en su propia casa.
             El Evangelio vuelve a esa misma realidad: Jesús, el Hijo, hace lo que le agrada al Padre. El Espíritu Santo no hace nada que no vea hacer al Hijo. Y al final queda que estamos bajo esa realidad trinitaria de Dios ÚNICO, que se expresa indistintamente por una u otra de sus divinas personas.

             ¿Cómo poner eso en lenguaje simple?  - Vivir en GRACIA DE DIOS es vivir en ese –ámbito en el que Dios es quien nos lleva. Cuanto podemos hablar de Dios, cuanto podemos intentar barruntar del Espíritu Santo, se nos ha puesto de manifiesto en Jesús, el Hijo de Dios que se hizo hombre y vivió entre la humanidad de su tiempo como un hombre cualquiera. Con eso podemos nosotros acercarnos mucho más a la verdad de Dios, porque Jesús nos lo pone delante en las propias obras, criterios, pensamientos, enseñanzas de Jesús.  Él ha estado aquí abajo, Él ha vivido el día a día de la vida humana. Él ha conocido nuestras debilidades y nuestras grandezas. Él ha podido poner ante nuestros ojos la grandeza del amor de Dios. Por eso la fe no tiene que complicarse pretendiendo comprender el misterio, sino centrarse en Jesús, en su Evangelio, que nos va desarrollando –en la propia vida de Jesús- todo el misterio de Dios, puesto a la altura de una realidad humana, como la que Él vivió.

             A la altura de una EUCARISTÍA en la que Él se viene a nosotros para ser dentro de nosotros una semilla que va desarrollando y desplegando nuestra fe.  Para ser un EVANGELIO vivo que nos va ampliando con gran pedagogía –adaptada a nuestras capacidades- quién y cómo es ese Dios Trinitario que vive en nosotros y va haciendo su obra en nosotros.  Al que hemos de ir respondiendo sin dejarnos anquilosar en modos y formas que ya se tienen, sino creciendo siempre porque Dios es SIEMPRE MÁS.




En el año 2012, el sacerdote Manuel Cantero, escribía esto:


SANTISIMA TRINIDAD
             Estamos hoy ante el más grande misterio de los misterios, incomprensible e inexplicable: el misterio de TRES PERSONAS que están siendo UN SOLO Y ÚNICO DIOS.  Misterio de la infinitud de Dios, que es inabarcable por la mente humana, pero propio del Ser Infinito, que rebasa todas las medidas mensurables por la realidad nuestra.
             Bajando a la Liturgia de este Domingo, tres lecturas van acentuando la realidad de cada una de las Personas de la Trinidad única.  La primera mira al Dios eterno, único conocido por los antiguos. Un Dios que siendo Dios se ha dignado acercarse a la humanidad, a un Pueblo, sin que ese infinito fuego lo derrita y aniquile.  Por el contrario ha bajado hasta este mundo y los hombres han podido oírlo y seguir sobreviviendo; ha hablado de amigo a  amigo, y ha realizado portentos y maravillas para conducir a ese Pueblo.  Debe haber una coherente respuesta en ese Pueblo, cumpliendo sus preceptos, mandatos y decretos.  Amor con amor se paga, y en el amor a Dios no cabe sino la obediencia, la reverencia, el sentirse de rodillas ante la inmensa Majestad divina.
             La segunda acentúa la obra y Presencia del Espíritu Santo. Mientras las religiones expresan siempre el temor y el terror ante sus dioses, a los que hay que aplacar, el cristiano ha recibido un Espíritu para no recaer en el temor sino para vivir el amor, ese amor que nos hace poder llamar a Dios: PADRE, sintiéndonos verdaderamente hijos de Dios.
             En el Evangelio, Jesús ha constituido una Iglesia que se asienta sobre la fe en un Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y una consagración vital del creyente para dedicación a ese Dios que santifica y une en una sola Iglesia.

             Para mucha gente todo esto es un misterio que se cree y con ese asentimiento de fe ya está todo hecho. Y sin embargo es de una concreción práctica amplísima en la vida de la persona y la sociedad.
             UNA PERSONA tiene memoria, entendimiento y voluntad. UN ALMA O ESPÍRITU, pero con potencialidades diferentes. Recuerdo hechos y situaciones que tienen que levantar modos de pensamiento y actitudes de voluntad. Tienen que estar estructuradas en una sola dirección. La memoria pondrá la materia prima. El entendimiento elabora en uno u otro sentido. La voluntad reacciona de acuerdo con él.  O la voluntad se apoya en un recuerdo, evoca circunstancias, y reacciona primariamente sin dejar entrar el tamiz del entendimiento.  Tendremos una persona estructurada o desestructurada; normal y equilibrada o “esquizofrénica”, rota, tensa, fuera de quicio.
             Llevado al plano espiritual, UNA ES LA FE.  Pero la fe tiene que llevar a un modo de pensar, a una criba de trigo y paja, a una superación de “impresiones” y de “particularidades” (tan posibles en donde hay tantas diversas personas).  UNA SOLA FE estará asentada sobre el cimiento de la Iglesia, y se expandirá sobre las mil y una variedades de instituciones y –dentro de ellas- de personas.  Cuando hay una fe sólida, auténtica, basada en UN SOLO DIOS, ya puede haber la variedad que haya y hasta las diferencias que haya y los errores o situaciones que pueden darse… LA FE EN LA ÚNICA IGLESIA, y el apoyo en esa fe y en esa iglesia tendrán una persona equilibrada, centrada, firme, asentada.  En cuanto tiremos de la manta para “mi comunidad”, “mi asociación”, “mis modos de entender”, estamos rompiendo el manto sin costura del propio Cristo.
             La sociedad civil es otra aplicación muy sencilla de comprobar en los momentos presentes. ¿Cómo estamos? ¿Cómo nos devoramos? Ni políticos, ni naciones, ni ideologías, ni personas…, están al servicio del bien común.  Hablamos de UNA SOCIEDAD y es mentira.  No hay sociedad. Hay egoísmos infames y destructores, confusos (como en Babel).  Sin embargo estábamos llamados a un entendimiento como el de Pentecostés, que –aun con diversas lenguas- todos entendían el mismo discurso.
             La familia. UNA FAMILIA, UN HOGAR, y diversos miembros de diversas edades y generaciones. UNA FAMILIA donde hay armonía, acogida, cariño, comprensión…  Y los hijos son normales, felices, sanos. Es una familia estructurada, imagen de la Trinidad, donde la diversidad no rompe la unidad.  Cambiamos los términos y tendremos unos niños difíciles, imposibles de barajar, díscolos, violentos. ¿Son los niños los difíciles o son los padres y el clima familiar?  Familia desestructurada. Psicologías enfermas.  Allí no hubo un espejo de UNIDAD EN LA DIVERSIDAD como en la Trinidad divina.
             Y cuando toso eso se proyecta en la EUCARISTÍA, realización de todo cuanto Dios ha enseñado, querido y hecho por su mano, podremos encontrarnos con algo tan serio como esa acuciante palabra de Pablo a aquella comunidad en Corinto, a la que le llega a decir que lo que están haciendo en sus asamblea –aunque se reúnan para común unión, eso no es COMUNIÓN ni es asamblea, porque eso no es celebrar la Cena del Señor.  Cuanto más pienso esas palabras, más me dicen la terrible ruptura de unas facciones de iglesia que en vez de apiñarse, se disgregan.  ¿Estará realmente presente Cristo en esas pretendidas eucaristías?

No hay comentarios:

Publicar un comentario