viernes, 19 de junio de 2020

SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN

NOVENA al Sagrado Corazón
          Día del Sagrado Corazón de Jesús (año 2017. TEXTO DEL PADRE MANUEL CANTERO).
          Sin metáforas, San Pablo escribe a los Romanos (5, 5-11) que “el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones”. Y se ha manifestado en la muerte de Cristo que murió cuando todavía éramos pecadores”. En su Resurrección somos salvados por su vida.  Ese Jesús resucitado se aparecerá a sus apóstoles siempre con su paz y amor: Paz a vosotros, saludo con el que sigue ayudándonos desde el Cielo.
          Sigamos las lecturas de la fiesta de hoy en el Ciclo A.
          La verdad es que la 1ª lectura (Deut 7, 6-11) es más para leerla que para comentarla. Viene del Antiguo Testamento pero ya expresa el AMOR DE DIOS. Dice así: Tú eres un pueblo santo para el Señor tu Dios: él te eligió para que fueras entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos –pues sois el pueblo más pequeño- sino que por puro amor vuestro, por mantener el juramento hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto y os rescató de la esclavitud. Merecía la pena detenerse en el texto porque expresa ese amor de enamoramiento que se expresa en hechos. Amor gratuito de pura elección, y no porque hubiera unos méritos o títulos anteriores. Sólo que su amor primero de la liberación de Egipto, permanece fiel al cabo de los tiempos. Así sabrás –concluye-  que el Señor tu Dios es Dios: el Dios que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos.
          Y si pasamos a la 2ª lectura (1Jn 4, 7-16) tenemos ya todo “traducido” a Jesucristo: En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios mandó al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
          San Juan saca la conclusión de ese amor inmenso de Dios, manifestado en Cristo, y es que también nosotros debemos amarnos unos a otros. Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
          No expresa la Sagrada Escritura que todo eso sea el Corazón de Jesús, pero el amor se simboliza en el Corazón, y el lenguaje normal hace decir que alguien ama “con todo su corazón”. Y el Corazón de Dios se ha hecho patente en el Corazón de JesucristoY nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
          El Evangelio (Mt 11,25-30) encierra uno de los párrafos más hermosos que pronunció Jesús desde el fondo de su corazón: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. ¡Ahí ha salido directamente el Corazón de Jesús!, MANSO y HUMILDE…, pacífico y acogedor, tierno y amplio. Que no niega que su seguimiento lleva el yugo del dolor, pero que sabe hacerlo suave con el ejemplo de su vida y de su propia muerte por amor. Sobre todo POR AMOR, porque su obra está movida siempre por el amor
          En la fiesta del Sagrado Corazón, hemos de agradecerlo y alabarlo, y formular deseos y propósitos de que este amor se haga realidad en nuestra vida. Que tengamos la experiencia personal de sentirnos objeto particular del amor de Jesús, y que esa experiencia nos arranque amor afectivo hacia él. Como decía del amor de Dios la 1ª lectura: porque se ha enamorado de ti, así sea nuestra respuesta al Corazón de Jesucristo: respuesta de enamorados que nos sentimos envueltos en ese caudal de afecto hacia quien lo merece todo.

          Comenzábamos la novena pidiendo CONOCER A JESÚS para SEGUIRLO. Y ya entonces desembocábamos –con la petición de San Ignacio de Loyola- en que todo eso era PARA AMARLO. Y es que Jesús, una vez conocido, bien conocido, conocido al modo que se nos presenta él mismo, no puede dejar de ser amado, por ser la Persona que en todo es buena, que en todo actúa como tal persona buena y que pasa por la vida haciendo el bien. Eso lleva consigo una necesaria respuesta de amor. Y ahí confluyen los dos amores y ahí se polariza el culto verdadero del Corazón de Jesús. El elemento del amor extendido hacia el prójimo va inmerso en el amor a Jesucristo, porque no podría entenderse ni una letra del evangelio si no estuviera nuestro corazón abierto al otro, al hermano, al “otro cristo” que queda ante nosotros. Y ahondando en su verdadera dimensión, sobre todo cuando ese hermano es el débil, el necesitado, el que tiende su mano hacia nosotros porque espera de nosotros lo que aquellos leprosos, ciegos, cojos, paralíticos…, esperaron de Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario