lunes, 1 de junio de 2020

LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO. DOMINGO DE PENTECOSTÉS.


Hoy culmina el tiempo pascual. Celebrada la Resurrección de Jesús y su Ascensión al Cielo, queda por celebrar la fiesta del Espíritu, que Jesús prometió enviar cuando él se fuera, de modo que Dios se quedaba entre los hombres. Ese Espíritu es Espíritu de la Verdad, que nos lleva al conocimiento más pleno de Jesús y de nuestra salvación. Es Espíritu impulsor de las gracias de Dios sobre nosotros, inspirándonos en los momentos más necesarios, y moviéndonos hacia el bien. Por eso Jesús advirtió a sus apóstoles que os conviene que yo me vaya porque entonces os enviaré el Espíritu Santo, que os hará comprender todas las cosas que os he dicho.

El 9 de Junio de 2019, el sacerdote Manuel Cantero, Q.e.p.d. escribió en su blog sobre el día de Pentecostés que celebramos ayer.


          La liturgia nos lleva primero al momento histórico en que se produce la invasión del Espíritu sobre los apóstoles, estando ellos juntos. (Hech.2,1-11). De repente se produce un ruido del cielo, como de un viento recio que resonó en toda la casa. El viento como primer signo de esa presencia. Ya advirtió Jesús a Nicodemo que el Espíritu sopla donde quiere y es como el viento que no se sabe de dónde viene y adónde va, pero lo perciben los que aceptan al Espíritu.
          Vieron aparecer unas lenguas como llamaradas que se repartían, posándose encima de cada uno. El fuego, otro de los signos de ese Espíritu: “ser bautizados en Espíritu Santo y fuego”, que es elemento acrisolador, que purifica. Y que se posa sobra cada uno de los apóstoles, que quedan llenos del Espíritu Santo y empiezan a hablar en lenguas diferentes.
          El suceso se hace patente porque acuden gentes procedentes de 16 países y dialectos o lenguas distintas y cada cual oía hablar en su propia lengua las maravillas de Dios, lo que deja desconcertados a los oyentes. Pero es uno de los efectos de ese Espíritu, que se expresa en cualquier lengua y habla todas las lenguas, y así pueden entenderlo gentes del mundo entero. La inspiración del Espíritu es muy interior, y cada uno puede “escucharlo” en el fondo de su alma.

          La 2ª lectura es una enseñanza sobre el Espíritu que da Pablo a sus fieles de Corinto (1ª,12,3-7.1213) en la que le dice que ni siquiera puede hacerse la afirmación de “Jesús es el Señor” si no es inspiración que pone en el alma el Espíritu Santo. Ese espíritu se manifiesta de muchas formas, pero siempre es el mismo Espíritu.
          Lo que sí es cierto es que siempre se manifiesta para el bien común, de manera que cada miembro del Cuerpo de Cristo recibe un impulso, pero lo que uno recibe, no lo recibe para si sino para el bien del conjunto. Porque todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

          El evangelio nos retrotrae al domingo de resurrección (Jn.20, 19-23), que es –en el evangelio de San Juan- el momento de Pentecostés. Estaban encerrados los Once en el Cenáculo con las puertas y ventanas cerradas por el miedo a los judíos. Allí se les presenta de improviso Jesús resucitado, que se pone en medio de ellos y les saluda: Paz a vosotros, como el signo primero de la presencia de Jesús: la paz.
          Luego sopla sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo. El “soplo”, el “aire” o el “viento”…, formas diferentes castellanas que responden a una sola palabra hebrea que expresa al Espíritu. Por eso el gesto y la palabra de Jesús son una misma realidad. El Espíritu viene sobre aquellos Once, que son constituidos los trasmisores de la acción de ese Espíritu, y muy concretamente en un sentido: A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes no se los perdonéis, no se les perdonan. Aspecto que desconocen los que pretenden la imaginaria “confesión directa con Dios”, o que dejan la Confesión como un sacramento que sólo se recibe de muy tarde en tarde. El poder del perdón ha sido depositado en los apóstoles, que serán los que vayan trasmitiendo a sus sucesores la misma potestad para que el perdón de los pecados sea posible a través de la historia en todas las lenguas y en todos los países.

          Pentecostés tendrá hoy su realización entre nosotros a través de la EUCARISTÍA, en la que Jesús nos hace constar que su presencia permanente en la Iglesia se verifica por la presencia del Espíritu, que nos impulsa vivir acordes con la voluntad de Dios.


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