domingo, 18 de octubre de 2020

SAN LUCAS

Escrito por el padre Manuel Cantero (R.I.P.) 


AÑO 2019

Día de San Lucas evangelista. Fiesta litúrgica, lo que supone seguir las lecturas de la fiesta. Y la verdad es que no son muy ricas para un comentario. De la 1ª (2Tim.4,9-17) sólo interesa una frase: Tan solo Lucas está conmigo, que dice Pablo. Lo demás son actos meramente externos que se encomiendan o comunican a Timoteo pero que tienen poco para aplicar a la vida, a no ser la atención a los pequeños detalles de la vida común, que llegan a tener su valor, el valor de lo cotidiano.
          Acaba con una afirmación ejemplar. Pablo ha sido llevado al tribunal. Nadie le ha acompañado. Pero él ha aprovechado la circunstancia para anunciar íntegro el mensaje del evangelio, de modo que lo oyeran los gentiles. Preso y solo, lo que no desaprovecha es la ocasión para llevar el evangelio ante los mismos que lo juzgan.

          El evangelio (Lc.10,1-12.17-20) hace poco que lo hemos comentado en la lectura continua. Hoy tiene el sabor de aplicarlo a Lucas como uno de los discípulos enviados. Y no porque lo fuera sino como una manera de centrar el pensamiento sobre el propio envío de Cristo.
          Digo que no era del grupo de los 72 porque el propio Lucas confiesa en el prólogo que él había venido después de los hechos y se dedicó a investigarlos sobre lo acaecido en la vida de Jesús. No había sido discípulo directo.
          La liturgia se lo aplica y así Lucas aparece como un enviado del Señor a ir delante de él, a lanzar a los cuatro vientos la vida de Jesús y la obra de paz que él traía. La mies es abundante y los obreros son pocos. Lucas llega a ser un obrero que sigue sembrando la obra de Jesús. Su misión no es aún la de recoger sino la de sembrar. Y Lucas escribe su evangelio en el que de modo magistral muestra la misericordia de Dios, como uno de los temas recurrentes que aparecen en diversos momentos de su descripción. Si es el relato del samaritano bueno que acude en ayuda del caído en manos de ladrones, o si es el capítulo 15 con la culminación de la parábola del padre bueno, Lucas ha sido el evangelista que nos ha dejado mayor demostración de que Jesucristo es el enviado de Dios para salvar. Lo que concreta perfectamente en el caso del buen ladrón que suplica desde la cruz, y al que acoge sobre la marcha esa misma tarde en el Paraíso.
          El mensaje de este evangelio es un mensaje de austeridad y de paz. Austeridad en el enviado de Jesús, que debe ir desprovisto de apoyos humanos, para que quede constancia de que la conversión de las gentes no viene de los argumentos humanos, sino de la gracia de Dios: de ir en nombre de Dios.
          Por eso va  en aras de la paz: a llevar la paz por dondequiera que vaya, y a dejar asentada la paz y de asentarse el propio mensajero en la paz de Cristo, porque eso será lo que deje constancia de que está cerca de vosotros el Reino de Dios.


AÑO 2013
 SAN LUCAS
             Hoy celebra la Iglesia a San Lucas evangelista. Le aplica la parte de evangelio que él escribió y que hace poco comentamos en el blog: el envío de los 72 discípulos para anunciar la proximidad del Reino de Dios. Como Lucas no es apóstol ni convivió con Jesús y los apóstoles, se le engloba en ese grupo amplio de los setenta y dos, como una forma de expresar que fue discípulo fiel de este Reino. Lucas conoció el mensaje algún tiempo después, e investigó a través de los que habían convivido con Jesús y eran testigos fieles de los hechos de su vida, pasión, muerte y resurrección.


AÑO 2017

Creo que el especialista litúrgico que escogió la 1ª lectura de la fiesta no estuvo afortunado. Cierto que es un texto que nombra a Lucas, pero el resto no dice nada que pueda ser útil a la concurrencia que asiste a una celebración en este día del evangelista Lucas. De hecho, en el Oficio de Lectura se elige una que deja un contenido que edifica y da un sentimiento de devoción. No nombra a Lucas pero ese texto lo escribió él. Y hubiera dicho más que el que nos ocupa: 2Tim 4,9-17.

          Intentando sacarle algún provecho a esa cita, diremos que tiene un sabor familiar, una comunicación de andar por casa, unas letras en las que Pablo revela su parte humana, con su dolor por los que se han ido o –peor aún- los que le han jugado una mala pasada. Lo mismo en los encargos que le hace a Timoteo sobre el abrigo o los libros de pergamino. Es decir: es un texto muy humano, que expresa sentimientos muy humanos y nos pone ante un Pablo muy sobre la tierra.
          Sólo Lucas está conmigo es lo que ha hecho que se elija ese párrafo de encargos y comunicaciones tan sencillas.

          El evangelio (Lc 10,1-12. 17-20) escrito por Lucas, manifiesta el envío de Jesús de “otros 72 discípulos”. No significa que Lucas estuviera entre ellos pero se le aplica, como alguno de los enviados para anunciar el Reino de Dios, y por tanto para manifestar la doctrina de Jesús. Jesús iría después. Estos otros preparaban el camino. La mies es mucha, los obreros, pocos. Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Ahí sitúa la liturgia la realidad de Lucas, el evangelista que nos trasmitió la vida de Jesús, y tuvo extraordinarias intuiciones para dar a conocer el Corazón misericordioso de Jesucristo. Lo de menos es que fuera uno de entre los 72. Lo importante es la misión evangelizadora que llevó Lucas a cabo con su enseñanza. No fue primero él a las aldeas y ciudades y luego Jesús, como dice el texto de los 72 enviados. Pero Lucas nos describe las andanzas y las enseñanzas de Jesús y nos trasmite lo más sentido del Corazón de Cristo. Podríamos decir que Lucas es el evangelista de la delicadeza y humanidad de Jesús, de su cercanía y su ternura, de sus sentimientos profundos en los que nos dejó la mejor descripción del Padre Dios.
          El capítulo 15 de San Lucas es para encuadernarlo en libro de oro. La parábola del Padre Bueno no tiene comparación con ninguna otra. Es la parábola que ha convertido más almas desde su delicadeza del perdón incondicional y un corazón de un padre que se vuelca plenamente sobre el hijo díscolo –pródigo- y le da todo como si allí no hubiera pasado nada. Corazón de padre que no guarda nada de resentimiento, y mucho menos de castigo o reprensión al hijo que vuelve. Y para afinar todavía más, dará la cara ante el hijo mayor, al que también trata con delicadeza pese a sus reacciones hostiles contra el hermano y contra el mismo padre. “Hijo, todo lo mío es tuyo”, le dice a ese hijo protestón, soberbio y engreído, expresándole también a él su corazón abierto para acoger.
          El gran mensaje de este evangelio de la fiesta es la palabra final: Está cerca el Reino de Dios. San Lucas quiere dejar claro que la misión de aquellos discípulos que Jesús envía, es una misión de paz. Si en la casa en que entréis hay gente de paz y os reciben, quedaos allí, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decidles: “Está cerca de vosotros el reino de Dios”.
          Evangelista de la paz y evangelista del Reino. Precisamente es Lucas quien narra aquel momento cumbre de la cruz cuando el malhechor admirado de la paz interior de Jesús, ajusticiado como él, acaba pidiendo a Jesús que se acuerde de él cuando esté en su reino. En medio de aquella catástrofe del Calvario, aparece de nuevo el Reino de Dios. Y Lucas tiene este rasgo sublime de Jesús, que promete al ladrón que hoy estarás conmigo en el Paraíso. Sí, en efecto: ajusticiado, aparentemente vencido, hombre que es una piltrafa humana, un objeto de burlas y desprecio, se yergue en el evangelio de Lucas y se manifiesta Rey y dueño de ese Paraíso al que llevará consigo al hombre que en el último minuto se ha volcado hacia él. Alguien dijo que por eso era “buen ladrón” porque robó el corazón de Cristo en el momento final.

          Gran riqueza la que nos dejó Lucas, que no había convivido con Jesús, pero que investigó hasta la saciedad los detalles que podían dar a conocer las entretelas del Corazón del Maestro.



AÑO 2018
San Lucas.
                      Hoy celebramos la fiesta del evangelista San Lucas, con su evangelio tan cercano, y con su maravillosa descripción de la misericordia de Dios. A San Lucas le debemos esas piezas inconfundibles del pastor que busca a su oveja perdida y cuando la encuentra, convoca a los otros pastores para que celebren con él la alegría de haber encontrado su oveja. O la mujer que ha perdido la moneda y barre y limpia hasta que la encuentra. Y cuando la encuentra no se conforma con haberla encontrado sino que llama a sus vecinas para que festejen el encuentro de la moneda. Y se saldrá San Lucas cuando describa al padre bueno de aquel hijo pródigo, al que no sólo se le recibe cuando vuelve humillado y destruido, sino que el padre organiza la fiesta del encuentro y deben alegrarse todos porque el hijo que se había perdido ha sido encontrado.
          La nota no se queda, pues, en el encuentro de lo perdido sino en la alegría contagiosa con la que quiere cada actor que los demás se unan a su alegría por el hallazgo final de aquellas realidades perdidas.
          Cierto que el artista de esas narraciones es el propio Jesús, que contó aquellas parábolas. Pero tuvo que ser la sensibilidad de Lucas quien las plasmara en su evangelio y nos diera esa maravilla de lo que es el Corazón de Dios, el Dios Bueno que no sólo perdona el pecado sino que monta una fiesta por el encuentro de lo que se había perdido. Así nos trasmite los sentimientos del propio Dios, que casi nosotros no hubiéramos sido capaces de imaginar con esas características.
          Todavía, hace sólo unos días, nos encontrábamos con otra narración emocionante para manifestarnos la delicadeza de la misericordia de Dios, en la parábola del buen samaritano que acude al herido, víctima del ataque de unos bandidos, y al que el samaritano auxilia con delicadeza y cuidados y se encarga de que se le atienda en la posada, costeándolo él. Es toda una descripción del amor de Dios, que sale en ayuda del necesitado, con una atención y ternura singulares.
          Y será luego en la cruz donde presentará al ladrón que suplica la compasión de Jesús, al que Jesús le promete estar esa misma tarde con él en el paraíso. No le exige nada. Basta que el hombre ha leído la causa de la condena: “Jesús Nazareno, REY”, y que haya recurrido a él y le ha suplicado que se acuerde de él cuando esté en su reino. Repito: es la sensibilidad del evangelista.
          Para más insistencia, gracias a Lucas tenemos la historia de los primeros pasos de la Iglesia en el segundo libro (los Hechos de los Apóstoles) donde nos deja realidades tan importantes como Pentecostés, o la presencia de María aglutinando al grupo de los discípulos de Jesús.

          La LITURGIA de la fiesta nos deja una 1ª lectura poco enjundiosa (2Tim.4,9-17) en la que no hay mucho que explicar. Está escogida por la referencia que hace San Pablo a LUCAS. En medio de una queja por infidelidades de otros, sólo Lucas está conmigo. Es lo que ha hecho que se escoja ese trozo, que es más bien descriptivo de una situación que vive Pablo.
          Y como no hay en los evangelios ninguna referencia a este evangelista, se ha tomado como evangelio de la fiesta la designación que hizo Jesús de otros 72 discípulos (10,1-12.17-20), a los que envía a predicar e ir preparando el terreno delante de Jesús, por aquellos lugares por los que luego iba a ir el propio Jesús.
          Es claro que Lucas no estaba entre ellos, porque el autor escribe su evangelio investigando los hechos de los testigos oculares, y sopesando los datos y redactándolos por su orden, con el fin de que los que vengan detrás puedan tener una narración fidedigna de las cosas que vivió Jesús de Nazaret.

          Personalmente yo recomiendo a quienes se quieren introducir en la meditación de los evangelios que empiecen por San Lucas, por la mayor posibilidad de adentrarse cordialmente en los entresijos del Corazón de Jesucristo.

AÑO 2015
La Pasión en San Lucas (2)
Siendo así que Lucas es el evangelio más cercano y –podríamos decir- más “humano”, tiene diversos rasgos que elevan su relato a conocer que el que padece es Hijo de Dios. Su mismo comienzo: “He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros…, y no la volveré a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios”, pone ya una nota que se sale de un anuncio humano.
El “ángel” del Huerto, otro detalle que pone sobre un hecho que se sale de normal.
Y cuando es apresado Jesús “los que estaban alrededor, viendo lo que iba a pasar, dijeron: ‘Señor, ¿acometemos con la espada?’ Y antes de esperar respuesta ya uno de ellos hirió al siervo del pontífice y le cortó la oreja. Pues bien: el único evangelista que dice que Jesús “cogió la oreja y lo curó” es San Lucas. Y acabará el relato con la expresión: ésta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas, que no expresan los otros sinópticos.
Y aunque sea adelantar acontecimientos, Lucas se extiende en el diálogo de Jesús con el ladrón de su derecha y le promete: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso, lo cual es una confesión abierta de la divinidad.
Volviendo al punto del Huerto, prendimiento y conducción de Jesús a los sacerdotes, el tercer evangelio es el que sitúa el juicio contra Jesús “al amanecer”, como algo distinto de los otros dos evangelios.
Otro momento característico de Lucas es la ida a Herodes, que no es recogido por ninguno de los otros. Y es un momento de gran importancia porque Herodes se situaba al margen del proceso, con tal de que Jesús les divirtiera con algún milagro. Y sin embargo Jesús no dijo allí ni una sola palabra, hasta el punto de que la reacción de Herodes es considerarlo “un loco” (o un tonto, un infeliz) del que se burla y hace que los demás se rían, porque no supo aprovechar “su oportunidad”. Su guardia, después de despreciarlo e insultarlo, le puso un vestido brillante y lo remitió a Pilato. Aquel día se hicieron amigos Herodes y Pilato, que estaban enemistados.
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, y les dijo: ‘Me habéis traído a este hombre como a perturbador del pueblo, y veis que yo –después de examinarlo ante vosotros- no he encontrado culpa alguna de la que le acusáis. No tampoco Herodes, pues lo ha remitido. Por tanto, nada ha hecho digno de muerte’. También esto es solo de San Lucas. Con una conclusión que rompe todos los moldes de la lógica y de la justicia: Por tanto, lo soltaré después de castigarlo. Como no ha hecho nada digno de muerte, lo sustituye por un castigo, que Lucas no concreta. Juan sí lo hace con el primer “castigo” –terrorífico en sí mismo, que son los azotes. Pero es que esa misma referencia del 4º evangelio nos lleva a un paso previo a la crucifixión. Pilatos engañaba (y se engañaba) pensando que con la flagelación podría evitarse la cruz…, pero –por si acaso- ya llevaba eso adelantado.
Y Juan, con Mateo y Marcos nos narrará después ese otro castigo (al que hace Pilato oídos sordos) de la corona de espinas y la burla de los soldados. San Lucas no ha contado ninguno de los dos “castigos”.

Aparecerá la novedad de San Lucas en aquellas mujeres llorosas que se ponen junto a Jesús en el camino del Calvario, a las que Jesús les advierte que no lloréis por mi; llorad más bien por vuestros hijos, causantes o víctimas de esta situación que se produce en el leño verde.

La Pasión en San Lucas (4)
San Lucas es quien más espacio dedica al tema de los dos malhechores que fueron crucificados con Jesús: Llevaban a dos malhechores para ser ejecutados con Él. En los otros relatos, los dos injuriaban a Jesús. En Lucas uno de ellos le injuriaba. Le tentaba a bajar de la cruz y a hacer que ellos también quedaran liberados der aquel suplicio. El otro respondió y reprendió  al primero, y le decía: Ni siquiera  temes a Dios tú, que estás en el mismo tormento. Aquí aparece un reconocimiento que llama la atención. Y nosotros, en verdad, justamente, porque recibimos lo merecido por nuestras obras; pero éste no ha hecho nada malo.
Es un momento sublime. El malhechor se estaba confesando y reconociendo su culpa. Y a la vez estaba manifestando a las claras que Jesús no había hecho mal alguno. Lucas está dibujando una situación impensable. Aquel malhechos había reconoció en Jesús a Dios en el mismo suplicio…, a Jesús que no ha hecho mal alguno. Está en las alturas de la fe. Y desde ahí ya es muy normal volverse a Jesús y suplicarle humildemente: Acuérdate de mí, Jesús, cuando estés en tu reino. La confesión completa de la divinidad de Jesús. ¿Cómo ha llegado a ello aquel hombre? Lo que podemos barruntar es que se había impresionado al verlo padecer con tal paz, con tal serenidad, con tal humildad y grandeza frente a tanta ignominia. Jesús no era un desesperado, un crucificado que se retorcía ante su dolor inmenso. Allí había algo. Y el letrero clavado sobre su cabeza, rezaba así: Jesús nazareno, REY DE LOS JUDÍOS. Y para el ladrón aquello le dijo mucho; podrían haberlo puesto como acusación, pero el seguía teniendo en su alma que “el rey de los judíos” era el Mesías que esperaron, y que el Mesías verdadero era “Hijo de Dios”, “Rey de Israel”, “Bendito que viene en nombre del Señor”… El malhechor había orado y su corazón se había ido purificando y ahora, estando en el mismo suplicio, reacciona al revés que el otro de la izquierda.
Entonces ya habla a Jesús directamente. Y obtiene una respuesta que está en el marco mismo de este episodio sublime: En verdad te digo (era como un juramento de Jesús): Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso. Es un momento para meditar de rodillas. Incluso para muchos es una prueba fehaciente de que lo que se purga, se purga en este mundo, porque al que había sido malhechor no le espera un paso intermedio antes de llegar al “Paraíso”. Será HOY MISMO. Será a tu muerte, tras este tormento que estamos padeciendo.
Y es tan inmediato ese paso en Jesús, que San Lucas pone a continuación el momento cumbre de su vida, entregándose confiadamente en los brazos de Dios, su Padre: “Padre: en tus manos entrego mi espíritu”. Y el sol se eclipsó, dice Lucas (y solo él), oscureciéndose la tierra hasta las 3 de la tarde.
San Lucas dirá como algo distinto que la turba que había concurrido al espectáculo, al ver las cosas sucedidas, se volvía golpeándose el pecho. Por supuesto el centurión dio gloria a Dios reconociendo que “Este hombre era realmente justo”. Son matices diversos respecto a las otras narraciones de los sinópticos. Y matices muy cordiales, que hacen de este evangelio un relato muy sentido y cercano

AÑO 2011

San Lucas es el evangelista del adviento. El ADVIENTO duró siglos, muchos siglos. Por eso Isaías -8 siglos anterior a Jesús- es el profeta que más aparecerá en estos días. Y dicho esto, me vuelvo al principio.
Comienza San Lucas: “Puesto que muchos han emprendido el trabajo de coordinar la narración de las cosas verificadas entre nosotros, según nos las trasmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares…"
San Lucas no fue discípulo de Jesús. No vio con sus ojos. Pero es hombre culto, honrado, parte historiador y, mucho, hombre de fe, ha leído muchas narraciones de aquella vida de Jesús. Unas le han interesado más. Otras, menos. Algunas, nada, salvo la curiosidad del “cuentecillo piadoso” y lleno de fantasías, de aquellos primeros cristianos que pretendían “llenar lagunas” o ver un puro milagro sobrenatural. (Son los evangelios apócrifos (no revelados por Dios, que unas veces encierran costumbres de la época, historietas más o menos verosímiles, y muchas fantasías).
Por eso Lucas, el médico, no se limitaba tomar de aquí y de allí. Él sabe que hay muchas cosas escritas, muchas verdades sublimes, y mucha necesidad de expurgar. Y para eso tiene a mano “testigos oculares”, contemporáneos de Jesús o muy cercanos a “los suyos”, que desde el principio habían visto y oído o recibido de primera mano. Y, además, “ministros de la palabra”. ¡Que no es decir poco!
La devoción pretende que la gran confidente de Lucas fue María, la Madre de Jesús, y por eso Lucas es el “evangelista de la infancia”. Por lo que yo puedo sabes, eso queda en la “piedad” pero no en los hechos históricos probados.
Lo que sí es cierto –son cosas que se verán a lo largo de este periplo- es que testigo ocular y plenamente fidedigno de Lucas fue el Espíritu Santo, Por eso Lucas será el evangelista más humano, más sencillo, más asequible…, a la par que el gran evangelista del Corazón misericordioso. Para el que quiere entrar por primera vez en el Evangelio, yo siempre le llevo a San Lucas.
Él, sus datos, mi fantasía (apoyada en ciertas costumbres de Isreal), va a ser nuestro acompañante en el Adviento, si Dios quiere. Por supuesto que MARÍA va a ocupar el protagonismo, como persona que vivió de lleno el adviento histórico, y fue parte esencial de él.
Con Lucas, “he resuelto yo también, después de haberlo investigado (meditado gozosamente muchísimos años) escrupulosamente desde su origen, escribírtelas por su orden, excelentísimo Teófilo [persona amante de Dios], para que reconozcas la solidez de las enseñanzas que aprendiste.


Otra vez dos temas. SAN LUCAS, porque hoy es el día del Evangelista, como fiesta litúrgica, que lleva sus propias lecturas. No me detendré mucho en el Evangelio de "los 72 discípulos" enviados por Jesús a predicar y echar demonios. Está reciéntemente explicado. Como San lucas no fue apóstol (sino compañero fiel de Pablo), no hay ningún evangelio que haga mebción de él. Pero de San Lucas puedo decir que es el evangelista mejor para quien quiere iniciarse en el conocimiento del Evangelio y del propio Jesús, por la humanidad de Lucas, su ternura en las naraciones y porque entró en los sentimientos deel Corazón de Cristo, mejor que ningún otro. Siempre lo recomiendo. Basta leer su "Prólogo" para quedarse uno prendado. Y luego tiene la excepcionalidad de tocar la vida de Jesús desde la Encarnación. El paso "más divino" en Lucas es el momento del "buen ladrón" en que Jesús le promete el "hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso".


AÑO 2016

Liturgia. San Lucas, evangelista
          A la liturgia de la fiesta de San Lucas le corresponden unas lecturas. La primera es más una relación de sentimientos personales de Pablo (2Tim 4, 9-17) sobre varios de sus discípulos; unos testimonios a favor y otros en contra. Está elegida esa lectura para este día porque en ella hay una frase referente a nuestro protagonista: sólo Lucas está conmigo. Pero evidentemente no queda mucho margen de explicación. A lo sumo podrá hacerse una referencia a los discípulos que permanecían fieles y a los que no, dándonos así una idea de las experiencias directas que tuvo Pablo en aquella obra de propagación del evangelio.
          En el evangelio de la fiesta (Lc 10, 1-12. 17-20) volvemos a un texto que hace poco comentamos. Hoy no me meteré en detalles sino en lo que puede constituir su esencia: por una parte el envío de aquellos 72 discípulos (no los apóstoles) que deben ir a preparar el camino a la llegada de Jesús. Han de ir en pobreza total, sin bolsa, sin alforja, sin dinero, sin sandalias, sin detenerse por el camino. Lucas es el evangelista de la pobreza porque su comunidad de cristianos era muy pobre. Y el segundo mensaje básico de este envío es ir como gente de paz, porque a Dios sólo se le puede trasmitir desde la paz. Al llegar a una casa, saludarla con la paz. Y si hay gente de paz, quedarse. Si no es gente de paz, irse. Siempre habrá un lugar en donde encaje esa paz que ellos llevan y que ellos deben trasmitir.
          En evangelio de Lucas puede ser el más apropiado para introducir a las gentes en el evangelio por ser el más cordial, el que pudiéramos considerar “más dibujado”, más expresivo, y el que presenta más claramente la misericordia de Dios. No fue discípulo directo de Jesús pero el día que Lucas se decidió a escribir, se informó muy bien de aquellos que habían sido testigos directos de los acontecimientos, y les supo dar una forma que entra en el corazón de quien se detiene despacio a descubrir la personalidad de Jesucristo.


AÑO 2012

SAN LUCAS
          Uno de los dos evangelistas que no fueron testigos directos de la vida de Jesús. San Lucas fue compañero de Pablo y Marcos de Pedro. Lucas escribió su evangelio y los Hechos de los Apóstoles. El Evangelio, centrado en la misericordia de Jesús. Los “Hechos, en momentos importantes de aquellos primeros momentos de le Iglesia. Y luego se reduce ya a San Pablo, del que se hace casi un biógrafo.  Para su Evangelio hace una primera costatación de que lo que él no vivió directamente, lo ha investigado a fondo, rodeándose de testigos fidedignos de los que estuvieron con Jesús. Su evangelio es el más humano, el que más muestra la misericordia de Jesucristo y la bondad de Dios. Y tiene la gran pincelada divina del diálogo de Jesús con el buen ladrón, prometiéndole, hoy mismo, estar con Él en el Paraíso.
             En las lecturas de su Misa (fiesta litúrgica) hay una primera que casi parece nimia e impropia, porque son detalles de  muy poca monta para estar incrustadas en la “Palabra de Dios”. Está tomada porque en ella nombra San Pablo a su discípulo Lucas, el único que está con él.  Otros o bien han ido de misión apostólica a otros lugares, o han abandonado a Pablo porque les atrajo más la tranquilidad del mundo, o incluso alguno le ha hecho mucho daño. En el tribunal, nadie salió por él.  Y ahora a Timoteo cosas muy triviales…  Siendo tan simple esta lectura, nos muestra la gran realidad de la vida.  El hombre fogoso, emprendedor, que se ha dejado la piel…, ahora solo, sin ayudas humanas.  Pero sin perder la ayuda de Dios que le da fuerzas para predicar íntegro el mensaje de Jesus ante los mismos gentiles.
             Solos también, sin pertrechos humanos, casi ni los indispensables, aquellos muchos discípulos –no apóstoles- que envía Jesús a anunciar la llegada del Reino…, preparando el terreno delante de Él.  Su única arma, la paz y el mensaje de esperanza.  ¿Qué no les aceptan la paz que llevan y quieren trasmitir?  No se incomoden, no se desanimen.  Sencillamente hay más ciudades por delante a las que llevar la paz.  Y donde no la hay, se sacuden el polvo de los pies.  Pero se van al otro lugar.  Eso sí: en uno o en otro lugar, rechazados o acogidos, el anuncio es el mismo:  Está cerca el Reino de Dios.  Eso no se lo puede quitar nadie. Sacudirán el polvo…, tendrán que marcharse de allí…, pero EL REINO DE DIOS VIENE.

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