domingo, 8 de noviembre de 2020

DÍA DE TODOS LOS SANTOS

Publicado por el sacerdote Manuel Cantero (R.I.P.) el 1 de Noviembre de 2019.


1 noviembre: De dónde han venido LITURGIA Todos los Santos Hoy celebra la Iglesia la fiesta de TODOS LOS SANTOS en una solemnidad que se elevó a la Iglesia universal en el S-IX. La pregunta que surge ante esta celebración es la que plantea al final la 1ª lectura: “Quiénes son y de dónde han venido”, expresión del libro del Apocalipsis (7,2-4.9-14). Y la respuesta es: Éstos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero. Por tanto, los santos son todos los que han vivido la vida entre las luchas diarias y las tribulaciones diarias. Sencillamente los que han vivido la vida decorosa y honradamente, entre las tribulaciones del día a día. No son personas distintas del resto de los humanos, ni han nacido superhéroes. Sencillamente han luchado las batallas de la vida en el día a día. Los que frente al egoísmo reinante, han caminado con el corazón abierto a cada momento. Los que frente al afán del dinero, se han mantenido en una vida austera. Los que vivieron con templanza y castidad frente a los muchos llamados de una sociedad ávida de sexo. Sencillamente, los que hicieron del sacrificio de lo cotidiano su modo de proceder por la vida. Eso les acarreó el caminar en pos del Cordero, con vestiduras blancas y con sus palmas en las manos, como muchedumbre inmensa de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Y su vida fue tan limpia en su conjunto fundamental, que acabaron viendo el rostro de Dios (1Jn.3,1-3). Digo que “en su conjunto fundamental” porque los santos que celebramos no fueron seres impecables, ni en los que no se hallaran ningunas deficiencias. Fueron seres de carne y hueso, y por tanto sometidos a tentaciones de muchos géneros, y a esos leves resbalones de la vida, que son imprescindibles en la realidad humana. Pero que nunca se conformaron con esas deficiencias sino que trabajaron para irlas purificando y corrigiendo. Y para ser verdaderos hijos de Dios, que el mundo vulgar no sabe estimar, pero ellos han estado ahí para ser auténticos modelos de vida. Hoy es muy fácil traerle flores al P. Arnaiz e incluso pedirle que resuelva problemas que hacen sufrir. Pero quedaría vana esa mirada al Beato si no se traduce en una imitación de las virtudes, un tomar en serio que la devoción conlleva una parte de mejora y cambio de las propias actitudes. Por eso la liturgia de hoy se corona con el evangelio de las Bienaventuranzas (Mt.5,1-12), que son el documento constituyente del Reino de Dios. Donde quedan expuestas las líneas maestras de lo que debe ser un seguidor de Cristo: personas sufridas que no se rebelan ante el dolor y ante las ofensas. Personas misericordiosas que están abiertas a necesidades ajenas, frente a los muchos egoísmos que encierran sobre sí mismo. Personas deseosas de fidelidad, que están dispuestas incluso a padecer la incomprensión y la crítica de otros, pero que permanecen en sus puestos con toda grandeza de espíritu. Personas que lloran por el propio sufrimiento y por el sufrimiento de los otros, que muchas veces está provocado por las envidias y los ataques de terceras personas. Pero que viven con el corazón limpio sin dejarlo envenenar por las contrariedades de la vida, ni por la suciedad de un mundo perdido en sus pasiones. Y personas amantes de la paz y que trabajan por la paz, porque saben que es el distintivo de quien se deja llevar por el estilo de Jesucristo. A todos ellos les ha llamado Jesús: pobres de espíritu, personas sencillas y humildes que están por encima de todos los avatares de la vida, y centran su confianza en Dios. Su recompensa está en el Cielo. Y esa recompensa es la santidad de esas criaturas, que hoy sabemos que han alcanzado la vista de Dios, y le ven tal cual es, sin los velos que ahora le dejan oculto bajo el celaje de la fe. Todos estamos llamados a sentir hoy la llamada de Dios a cada uno de nosotros para sembrar en nuestros corazones la semilla de la EUCARISTIA, que ha de hacernos crecer y crecer y darnos fruto en el Cielo, revestidos también nosotros de las blancas vestiduras de la Gracia, y llevando en nuestra manos la palma de nuestra vida honrada, con la que damos gloria a Dios y con la que caminados detrás del Cristo triunfador y liberador del pecado, del demonio y de las pasiones.



AÑO 2018

  La 1ª Lectura pregunta: quiénes son éstos y de dónde han venido. Pues busquemos en la historia:
             1º.- Al principio fue la fiesta de todos los Santos Mártires.  Establecida la paz de Constantino, la Iglesia vuelve su mirada hacia los miles de cristianos innominados que han sido martirizados en las persecuciones de los tres primeros siglos, y los celebra conjuntamente en una fiesta.  Es esta fiesta de TODOS LOS SANTOS MÁRTIRES.
             2º.- Se amplía a todos los Santos, porque el martirio no es sólo el que derrama sangre.  Hay otros ‘martirios’ de cada día, menos llamativos, pero no menos meritorios...  Y la fiesta se establece ya -como nosotros la tenemos- FIESTA DE TODOS LOS SANTOS.
             3º.- Tenemos familiares, amigos, conocidos..., gentes con las que nos cruzamos por las calles..., que entran también en la celebración en la que estamos, porque tenemos la seguridad de que fueron almas que agradaron a Dios -que vivieron y murieron ejemplarmente-  y ya están con Él.
             4º.-  San Pablo, cuando escribe sus cartas, las dirige a los santos de la Iglesia de Éfeso..., Corinto..., los que van a leer sus mensajes.  O sea: a gentes que viven y que luchan y que fallan en la vida diaria, pero que viven en Gracia de Dios, y quieren avanzar en el camino de más fidelidad. Ahí estamos también nosotros, y hoy podemos vernos celebrados también en esta fiesta .  La 1ª L. dice que son una multitud inmensa, incontable...

             ¿Pero de dónde han venido?, que pregunta también la Lectura.  Pues son  los que caminan hacia el trono de Dios, tomándose así el gran signo del avanzar, progresar...  La “procesión” es parte importante en la vida de la Iglesia (hablo de “procesiones litúrgicas” -vg.: cuando se va avanzando para Comulgar...- que no es simple acercarse, sino un ir al encuentro del Señor...)  De hecho, en la liturgia pontifical solemne, en la Misa hay “procesión”: DE ENTRADA, AL IR A LEER EL EVANGELIO, AL PRESENTAR OFRENDAS, EN LA COMUNIÓN, AL MARCHARSE...:  “procesión” es progresión, avance, dirigirse a...)   Los santos avanzan hacia el trono de Dios...

             Con las palmas en las manos: palmas de ‘martirio’ (cruento o diario...), sus buenas obras.
             Marcados en su frente...   El signo de pertenencia a Dios; el CARÁCTER BAUTISMAL (‘jaracter’, en griego, era la señal o marca a fuego con que se señalaban a los animales para saber siempre a qué dueño pertenecían).  El CARÁCTER BAUTISMAL es la señal o marca que llevamos indeleblemente en nuestras frentes, que nos distinguen como pertenecientes a Dios, en exclusiva, por razón de nuestro Bautismo.  ESO ES LA SANTIDAD.  POR ESO SOMOS SANTOS, y podemos caminar hacia el Trono de Dios.

             Y la 2ªL. nos situará ya en el centro mismo de esa pertenencia: que somos hijos de Dios..., que seremos semejantes a Él..., porque será un encuentro cara a cara que nos transformará.

             Y Jesús concreta ya eso en un PROGRAMA VITAL, en LAS BIENAVENTURANZAS, que son lo que pudiéramos llamar los nuevos mandamientos de Dios; eso sí: no dirigidos ya a poner delante lo mandado o lo prohibido, sino a dar un estilo, un talante, en el que desenvolver el mismo corazón de la persona (que será lo que sea su corazón).  Así:
Bienaventurados son los que eligen ser pobres..., los que no simplemente sufren la pobreza sino los que hacen de eso su actitud de humildad, de confianza, de abandono en las manos de Dios...Y Dios es su Rey.  Y así ponen en Dios toda su esperanza.  Y aunque tengan dinero como ricos, están a disposición y servicio de las necesidades ajenas..., y no ponen su confianza en sus riquezas..., ni se creen mejores que los demás.
Son felices y santos los misericordiosos, abiertos a la misericordia y amor, y salen a ayudar ante la miseria ajena..., miserias espirituales que son perores todavía...  Y se acercan así al modo del Corazón de Jesús, que es misericordioso.
- Felices y santos los que viven en paz de alma, que tienen paz en sí y que trasmiten paz alrededor...  Y la PAZ ES LA SEÑAL DE DIOS.  Realmente son hijos de Dios, como decía Jesús de ellos.
- Santos y dichosos los de corazón limpio..., los que buscan a Dios y el agrado de Dios, por encima de todo.  Los que no se dejan atrapar por sus pasiones; los que antes de actuar se preguntan: qué querrá aquí Dios de mí...
- Son dichosos y bienaventurados y santos los que son fieles con ansias de fidelidad, y aun en medio de la incomprensión, las burlas, el sufrimiento y el llanto que les provoca el mal a su alrededor.  Y son sufridos..., que lloran, pero que no toman venganza...   SERÁN CONSOLADOS, HEREDARÁN LA “TIERRA” DE DIOS, POSEERÁN EL REINO...  
             Que también Jesús sufrió, lloró el dolor y la ingratitud y el padecimiento..., y tuvo hambre de hacer siempre lo que agrada al Padre (era “su alimento”), y acabó poseyendo en plenitud el reino de Dios, que le llegó tras su muerte, por su fidelidad al Padre y su amor a los hombres.
             Esta es la síntesis de la vida cristiana, el comienzo de la santidad...  Y nadie se sienta ni excluido de ella,  ni piense que no es para ella.  Porque todos estamos invitados y urgidos a ser santos, y nadie puede abdicar de esa llamada de Jesús en su Evangelio. Los Santos que hoy celebramos no fueron ningunos seres extraños o diferentes, sino personas como nosotros, pero fieles a Dios con responsabilidad de verdad.

             La Eucaristía, semilla de santos en la Tierra, debe hacer crecer en nosotros el tallo que acabará dando su fruto en el Cielo.  Sea, pues, un reclamo de Jesús para que -al Comulgar- nos sintamos ante Él, que nos pregunta y llama. Y alimentándonos con su Cuerpo, manjar de Santos, respondamos a esa llamada que él nos hace. 

AÑO 2017

Liturgia:  TODOS LOS SANTOS
                      Un autor dice que él cambia ligeramente el nombre de esta fiesta y que la llama la fiesta de TODOS SANTOS. La diferencia está en el artículo. “Todos los Santos” reduce el campo y se queda en esos 144,000 señalados (Apoc,7,2-4.9-14) que, con ser un número bíblico de amplitud, no lo es de totalidad. Mientras que el autor defiende que son TODOS SANTOS-TODOS PECADORES los que celebramos en la realidad, porque en el Cielo no ha entrado nadie –excepción de María y Juan Bautista- que no sean pecadores. Y el título que podemos esgrimir para estar en el Cielo, no es el de nuestros méritos (que no los tenemos), sino el de pecadores…, arrepentidos y admirados de la misericordia de Dios. Ese es nuestro “carné de identidad” para gozar de la gloria eterna. Ese es nuestro “derecho”, expresado por Jesús en el evangelio, donde los que se adelantan en el Reino con los publicanos y las prostitutas, en tanto que reconociéndose pecadores, se abren a la misericordia de Dios. El publicano del templo es justificado; el fariseo que pretende presentar sus “títulos”, no. La pecadora amó mucho; el fariseo Simón no tuvo deferencia con Jesús.
          Las BIENAVENTURANZAS, escogidas para evangelio de la fiesta (Mt.5,1-12) no son ni normas ni aspectos de vida que cumplir. Son en realidad caminos trazados por Jesús para que los  recorramos a través de nuestra vida, en realidad de POBRES que han escogido su pobreza y han renunciado a todo otro para hacer de Dios su herencia: Dios es su rey. Y eso se concreta en actitudes que se van desgranando a través de las 7 dichas o felicidades que describe Jesús, y que formula un autor de la siguiente manera:
          "¡Cuánto más felices seríais si no necesitarais tantas cosas, si no os fiarais tanto de tener y consumir!"
"¡Cuánto más felices seríais si vuestro corazón no fuese violento!"
"¡Cuánto más felices seríais si aprendierais a sufrir!"
"¡Cuánto más felices seríais si tuvierais hambre de un mundo justo!"
"Cuánto más felices seríais si aprendierais a perdonar!"
"¡Cuánto más felices seríais si tuvierais un corazón transparente!"
"¡Cuánto más felices seríais si trabajarais por la paz!"
"Y si tenéis que sufrir algo por ser así, ¡mucho más felices todavía!"
          Queda la 2ª lectura (1Jn.3,1-3) donde se describe cuál es la suerte del SANTO. Y es nada menos que ver a Dios tal cual es, y poder ser llamados ‘hijos de Dios’, porque verdaderamente lo somos.

          Quiere decir que en esa realidad de TODOS SANTOS-TODOS PECADORES, pero precisamente por ello pudiendo entrar a la presencia de Dios, están tantas almas santas de la historia que no están declarados santos de una manera oficial, pero que vivieron su vida en acuerdo con la voluntad de Dios, y fueron ejemplo vivo de bondad y de sacrificio, de amor y de entrega, tantas veces sin apariencias ni a bombo y platillo pero que bien lo pudieron gozar quienes convivieron y que estuvieron bajo la influencia de esas personas. Personas que no son para nosotros tan innominadas, a las que podemos poner nombres muy concretos porque fuimos beneficiados de su influencia, posiblemente muy cercanas y a las que nos hemos sentido muy afectiva y familiarmente unidos.

          Personas que vivieron nuestra misma Eucaristía y que nos dieron ejemplo de cómo darle un sentido de comunión que sobrepasa lo que separa y que extiende la mano del perdón allí donde sea necesario. Que nos enseñaron a hacer de la participación en la Misa una exigencia para que –al salir a la calle- siga actuando la fuerza de lo vivido y participado sacramentalmente, y que no se quede en una mera celebración y menos aún en un cumplimiento del precepto. Nada tan lejano a la intención de la Iglesia al ponernos delante esta fiesta, y hacernos rememorar el ejemplo de tantos santos y santas, los oficialmente reconocidos y elevados a los altares, como los que fueron al Cielo de incógnito para nosotros, pero recibiendo el inmenso abrazo de Dios.


2016

Liturgia: TODOS LOS SANTOS
          La Iglesia agrupa hoy a todos los santos y les ofrece esta fiesta, a partir del Siglo IX. Es una manera de tener presentes a esa pléyade de santos y santas que no tienen un día propio de celebración, pero que son bienaventurados del Cielo como todos los demás. De hecho el Martirologio Romano nombra cada día a muchos santos, que no pasan más allá de ese catálogo. Y además son muchos los santos y santas que se han ido añadiendo a ese elenco, y que siguen engrosando las listas de hombres y mujeres ejemplares: mártires, confesores de la fe, consagrados y seglares, jóvenes y mayores. A todos ellos engloba esta fiesta de TODOS LOS SANTOS de la Iglesia Católica.
          La primera lectura (Ap. 7, 2-4. 9-14) los cita en un número simbólico de plenitud: 144,000 señalados, (12 x 12 x 1000) que en el lenguaje bíblico muestran una ingente multitud incontable, que vienen de la gran tribulación –la vida en el mundo- y han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero…, en la redención de Jesucristo, que es la fuente de la santidad. Y en la enseñanza de Jesucristo y de su evangelio, en el que han aprendido los principios básicos en los que Jesús fundamentó toda su doctrina.
          Así el evangelio de esta fiesta son las BIENAVENTURANZAS (Mt 5, 1-12), en las que queda marcado el camino esencial del Reino, que empieza por LA POBREZA y se desenvuelve a través de grandes horizontes a los que ha de tender el que busca la santidad.
          Lo importante de la santidad no es haber cumplido muchas cosas, sino haber seguido unos caminos sin fin, que indican la dirección que hace semejantes a Jesucristo. Caminos que suponen el SUFRIMIENTO, pero que no son una tragedia sino una identificación con la vida de Jesús. No es el sufrimiento en sí sino el cómo se vive ese sufrimiento. Los sufridos, es como los designa el Señor. O como también los ve como los que lloran, es decir, los que derraman sus lágrimas humildes y pacientes, sin ánimos de revancha ni venganza, ni amargura. Por el contrario, tienen hambre y sed de la justicia de Dios, que es la santidad misma de Dios, a la que van caminando, bien a sabiendas de que nunca llegarán a esa perfección, pero sin renunciar a un ápice en su caminar diario.
          De ahí que los santos sean imitadores de la misericordia de Dios, porque se han tomado en serio eso de ser misericordiosos como el Padre es misericordioso. En esa línea buscan su perfección, su adultez espiritual. En esa línea tienen su corazón limpio de resabios, de todo lo que puede empañar la “visión” para ver con ojos de Dios. Jesús los define como limpios de corazón, y les pone un precioso destino: ellos verán a Dios.
          En la línea de Dios, los santos están dentro de esa característica que es tan propia de Dios y tan definitiva en Jesús: LA PAZ. Los pacíficos. Los que viven en paz interior, los que buscan la paz alrededor, los que pacifican a otros con su equilibrio personal, los que trabajan por la paz. Porque viven en el ámbito de Dios, serán llamados hijos de Dios. Y eso, aunque hayan de padecer la persecución por causa de fidelidad. De ellos ES YA EL REINO. Son reyes en medio del sufrimiento, porque están por encima de él. Y eso, aunque los insulten y los persigan y los calumnien por causa de Jesús…, hasta derramar la sangre. Y cuando llegan a ese extremo, unos llegarán de forma cruenta, otros en el día a día, la característica de la santidad es estar alegres y contentos porque les espera una recompensa grande en el cielo.
          Se cierra la descripción de la santidad con una 2ª lectura (1Jn 3, 1-3) que nos hace soñar y aspirar a todos los que quedamos en la tierra y vamos llenando el ciclo de nuestra vida, y es que los santos no sólo son llamados hijos de Dios sino que realmente lo son. Y como la santidad no ha sido reservada para unos cuantos, aunque sean miles, sino que a ella estamos llamados todos, podemos henchir el alma pensando en la dicha que nos espera: que veremos a Dios cara a cara, podremos llegar a tener la luz de la gloria por la que nos dice San Juan con evidente hipérbole, que llegaremos a ver a Dios tal como es.
          La celebración de la EUCARISTÍA, en la que recibimos el pan de los ángeles, a Cristo mismo sacramentado, nos tiene que ir transformando de día en día hasta hacernos “ver” con visión más propia a ese Jesucristo al que comulgamos, y el que desde el sacramento nos está atrayendo a que nos parezcamos más a él. Será una prenda de gloria futura…, de verlo tal cual es. Que ahí no hay hipérbole.

2015

Fiesta de TODOS LOS SANTOS
Hace pocos días teníamos un evangelio en el que las gentes preguntaron a Jesús si son muchos los que se salven. No daba Jesús una respuesta directa sino que decía cómo se llega a esa plenitud de la vida que es la salvación y la santificación,
Hoy la 1ª lectura –Apoc. 7, 2-4. 9-14- nos dice que es una multitud incontable, simbolizada en el número “144,000”, cuya lectura es: las 12 tribus de Israel, multiplicado por 12 (que es número de totalidad), y multiplicado por mil (que es número de universalidad). Por eso la multitud incontable que camina hacia el trono de Dios, son personas procedentes de todas las razas, naciones, pueblos y lenguas, que proclaman: la salvación es de nuestro Dios. Es Dios quien salva, quien llama, quien abraza a todos como hijos, que no sólo los llamó “hijos” sino que realmente lo son, y que caminan hacia el trono de Dios a quien van a poder ver cara a cara por toda la eternidad. Así lo ha dejado dicho la 2ª lectura -1Jn, 3, 1-3-, que no se queda en los que ya alcanzaron el Cielo sino que es una llamada e invitación a todos nosotros, que –de alguna manera- formamos ya parte de ese cortejo triunfal.
Caminamos. Y el Evangelio de hoy (Mt. 5, 1-12) nos presenta el camino. Es una inmensa avenida de 8 carriles que se dirigen al Reino de Dios (o lo que podemos ya llamar: la vida cristiana). Esos 8 carriles están expresados en forma de dichas o bienaventuranzas, que no son mandatos o prohibiciones sino caminos que van hacia el encuentro con Dios. No todos hemos de avanzar por los 8 carriles a la vez, ni siempre permanecer en el mismo carril de por vida. Sino que hemos de ocupar el que nos corresponda en cada momento de nuestra existencia. Porque no dice Jesús que la santidad está –sin más- en la pobreza o en sufrir la incomprensión, sino que cuando llega esa circunstancia que limita, que hace carecer, que duele y hace llorar, sepamos mirar a Jesucristo que siendo rico se hizo pobre, o que maltratado perdonó a los que le hacían padecer.
Hablamos, pues, de una actitud, un caminar, un superar los martirios diarios y mantenerse siempre con las palmas en las manos en ese avanzar hacia el encuentro con Dios. Los santos no fueron superhombres o superhéroes, sino personas de carne y hueso como nosotros, que fueron capaces de recorrer esa avenida de la vida con el corazón puesto en Dios, para desembocar en Él, en imitación y seguimiento de Jesucristo, el Señor. Cada santo tiene su matiz, su acento y diríamos “su especialidad”. Siendo Jesucristo inabarcable, la santidad de cada santo imita una faceta de esa santidad de Dios. Y nos dejan un ejemplo de cómo esa avenida es inmensa y en ella cada uno hemos de desarrollar nuestra peculiar manera de ser fieles a la voluntad de Dios.
Pero comenta un teólogo que el recorrido de las 8 bienaventuranzas no deja todo resuelto. Dice que sería como quien va al cine, saca la entrada y se queda a la puerta. Para ver la película tiene que adentrarse en la sala y descubrir que las bienaventuranzas son el comienzo de 3 capítulos en San Mateo, y que los 3 capítulos van desarrollando la película completa. Y por tanto que la Fiesta de Todos los Santos no se limita a celebrar a aquellos hombres y mujeres que vivieron de acuerdo con las bienaventuranzas sino que desde ahí avanzaron por el meollo de los principios evangélicos que van mucho más allá y abarcan muchas actitudes del alma. Poco haría hoy quien se quedara parado en la lectura litúrgica y no cogiera un libro del Evangelio y fuera recorriendo despacio –y haciéndose cargo- de esos principios fundamentales en los que Jesús condensó su vida y su obra en el llamado “Sermón del Monte”: Mt, capítulos 5, 6 y 7.
El final de esa avenida y de todo ese recorrido está condensado en la Celebración Eucarística, porque hace falta alimentarse para recorrer ese trayecto. La Eucaristía es Banquete y el “banquete” evangélico representa siempre la celebración del encuentro con Dios, el gozo eterno del abrazo con Dios y con Jesucristo, en el cara a cara que nos espera a todos, porque a él estamos destinados.

Un día esos santos que ya gozan de la felicidad de Dios, también estaban aquí en la tierra, entre las penurias humanas. Ellos ya recorrieron el camino y ahora –desde allí, desde la gloria de Dios- nos atraen para que nosotros encontremos fuerzas y decisión para llegar adonde ya están ellos. Y nosotros, desde aquí, los veneramos y nos sentimos atraídos por sus virtudes y ejemplos. Y sucederá que cada cual de nosotros puede experimentar una mayor afinidad hacia unos santos o hacia otros. Para eso tenemos el ingente retablo de los incontables santos del Cielo, que fueron seguidores de Jesús en una u otra faceta de la vida del AMOR DE SUS AMORES.

2014

1 noviembre. FELICIDADES, SANTOS DE DIOS

El día de TODOS LOS SANTOS
          Es una fiesta de mucha amplitud a la que se le puede enfocar desde diversos planos. Si una fiesta que se vivió como fiesta que englobaba a los mártires primeros del cristianismo fue ampliada a todos los santos no mártires, por las mismas razones podemos hoy abrir el objetivo de esta fiesta. Así tendríamos diversos niveles de esta celebración:
1.- Los santos que reconoce la Iglesia como tales. No sólo los conocidos y expuestos a la veneración en los altares, sino esa ingente multitud de los no expresamente canonizados pero que vivieron y murieron en olor de santidad.
2.- Toda esa multitud de almas santas, que ha pasado por la vida haciendo el bien. Almas anónimas para el mundo, a veces incluso para los católicos. Personas con quienes hemos convivido, que nos han servido o a quienes hemos servido. Familiares, gentes con las que hemos viajado en el mismo autobús, hormiguitas de la santidad que han pasado desapercibidas a los ojos humanos. O las otras, de las que hemos tenido ejemplos de santidad, ayudas que casi nos han pasado desapercibidas. Tantas y tantas personas que han sido profundas y muy serias en su fe, y que hasta pueden habernos influido en nuestra vida real.
3º.- El grupo de los santos de hoy, los que somos santos por vivir en gracia de Dios. Santos en el pequeño detalle de la vida, y porque toman en serio esa vida ante los ojos de Dios. En lucha contra los agentes del mal, fieles a sus promesas bautismales, servidores de sus hermanos, sin aspavientos (casi sin que nadie lo advierta). Santos en medio del ambiente actual, y quizás hasta señalados con el dedo por “anticuados”, “carrozas”, “viejos ignorantes”. Santos que todavía creen en el Evangelio más que en los mensajes y bombardeo de los medios de comunicación.

          La liturgia sitúa a todos los santos como un ingente ejército, incontable [¿se salvan muchos o pocos? preguntaron a Jesús…: ¡pues una multitud ingente!], con sus palmas en las manos –sus buenas obras-, caminando tras Jesús, y caminando hacia el Trono de Dios. Por tanto, no sólo quienes ya llegaron sino quienes estamos en camino, y seguimos aún caminando, y caminando en la buena dirección que nos marca el Evangelio.
          Santos que se saben HIJOS DE DIOS, y su caminar es del agrado de Dios y viven para agradar a Dios. Y hasta seremos semejantes a Él, no solo porque Él nos hizo a su semejanza, sino porque rellenamos ese dibujo inicial con suficiente arte como para que un día podamos ya verle en nosotros mismos como quien ve cara a cara, y disfruta de ver a Dios sin velos, sin imaginaciones, sino tal cual es.

          Y la gran avenida que hay tras la puerta estrecha es la avenida de las Bienaventuranzas, los grandes carriles que están ahí abiertos para que la vida en la tierra ya vaya acercándose a la gran autopista del cielo. Partiendo de la humildad de ser uno quien es (pobreza del corazón), realizar la vida en medio de la lucha diaria, con sencillez, con lágrimas que no paralizan, con ansia de acercarse a la bondad infinita de Dios; trabajando por vivir en paz y trasmitirla por donde se va, con una limpieza de alma que no alberga ni pensamientos, ni sentimientos, ni recelos torpes, para desembocar en la plenitud que ha arrostrado persecuciones, ridículos, mofas, humillaciones… En una palabra: los santos han reproducido la vida de Jesús.









2013

Los 144,000 señalados

1 novb.: TODOS LOS SANTOS
             La Iglesia recuerda  todos sus hijos que ya gozan de la visión de Dios. Durante todo el año ha ido recordando a santos particulares. Pero aun situando a uno cada día del año, no se abarca a los otros muchos santos que sabe la Iglesia que han superado el paso de esta vida y han desembocado en el abrazo eterno de Dios.
             La 1ª lectura viene  a decirnos –por lo pronto- que son una muchedumbre incontable. Hace sólo unos días que leíamos un evangelio en el que uno le preguntó a Jesús si eran muchos los que se salvan [los que viven el Reino y desembocan en el Cielo de Dios]. Hoy sabemos que es una multitud incontable. Sabemos que siguen a Jesús, y sabemos que llevan en sus brazos las palmas que sintetizan su vida entera. Los hay mártires, que dieron su sangre por amor a Dios. Los hay gentes de a pie que no recibieron en vida un reconocimiento particular de sus méritos. Los hay que el año pasado veían esta procesión desde fuera, y que este año caminan ya con sus palmas, tras el Cordero, en su avance hasta el trono de Dios. Sencillamente hoy celebran su onomástica esos innumerables fieles que se han visto marcados por el amor de Dios, y van avanzando hacia Él en las volandas de sus respuestas de amor.
             Esos innumerables, se saben hijos de Dios.  No sólo es un título como de medalla externa. Es que ya han entrado en la fragua del fuego divino y ya no son sólo humanos… Ya participan de esa naturaleza divina, como la gota de agua que el sacerdote echa en el vino, que ya dejó de ser gota de agua y quedó convertida en vino.  Santos que se saben hijos de Dios, y gozan de esa maravilla por toda la eternidad, sin que nada ni nadie se lo pueda arrebatar.
             Ahí están tantos conocidos, tantas personas que viajaron en el mismo autobús, que estuvieron en la misma consulta del médico, que vivieron codo con codo con nosotros. A ellos los santificó Dios; ellos respondieron con su fidelidad diaria, su pequeña gota de agua.
             El día que Jesús predicó en el Monte, las Bienaventuranzas o dichas de su Reino, marcó líneas blancas, avenidas que recorrer, que sobrepasaban y venían a dejar los Mandamientos como línea de salida. Pero el recorrido de ahora era muy diverso.  Ahora se preconizaba al POBRE y se estaba hablando de la persona sencilla, humilde, sin rincones ocultos, de alma abierta. Se estaba hablando de un pobre que no estaba necesariamente metido en el cajón de lo económico o social, sino en su libre elección de ser hermano de sus hermanos…, de aceptar a cada uno tal como es sin pretender cambiarlo para amarlo…, aunque siempre dispuesto a ayudarle si el tal otro lo pide o necesita. El pobre que ha llegado al grado superior de ser “él mismo”, de aceptarse plenamente a sí mismo, de ser feliz consigo mismo.  Sin complejos, sin recelos, sin envidias, sin nostalgias ni añoranzas. Es quien es, ¡y ese es su tesoro!  Sabe que ASÍ lo ha amado Dios y no “a pesar de”…, y así se ama a sí mismo.  ¿Significa entonces que se cruza de brazos…, comamos y durmamos que mañana moriremos? – Ni mucho menos. Arranca de la aceptación de sí pero no renuncia nunca a ser como Dios lo ha soñado. Su vida fue un caminar siempre…
Y haciendo camino llegó a saber sobrellevar las flaquezas ajenas y propias; a no amargarse por nada, aunque llorara dolores propios o ajenos. A ansiar ilusionadamente esa mejor respuesta al amor de su alma: ¡a Jesucristo!..., aun cuando le supusiera burlas, incomprensiones, persecuciones… Por su parte, siempre hubo respuestas de paz. Actitudes de corazón misericordioso, comprensivo, esperanzado… Suavidad de alma, como tocada por el terciopelo de la mano de Dios…  Verdaderamente reflejaron en sus vidas esa filiación divina: ¡eran hijos de Dios!

La fiesta de hoy tiene un reflejo vivo hacia nuestro momento actual. Si aquellos santos lo fueron a través de la vida normal, y de la fidelidad y la lucha normales, quiere decir que nos estamos situando ya detrás de esa fila incontable de quienes fueron como nosotros y dieron respuesta generosa. ¿Por qué no vamos a engrosar nosotros ese número incontable, si hacemos de nuestra vida una antesala de ese cortejo que ya camina?  Sabemos que un día vamos a caminar. Y lo único que ahora hemos de ir fraguando es ese estilo que nos marca Jesús en las grandes avenidas de las BIENAVENTURANZAS…, bajo la cobertura protectora y estimulante de la vida que Jesús vivió aquí entre nosotros…, la vida que movió a esos hermanos que ya hoy caminan felices.
Íñigo de Loyola era soldado desgarrado y vano [=pecador], como él se define a sí mismo. Pero el día que conoció la vida de San Francisco o Santo Domingo, se planteó un desafío: Y si ellos lo hicieron, ¿por qué no lo voy a poder hacer yo?

Nos aferramos a la fuerza que nos da la Eucaristía, para vivirla de tal manera que sea en nosotros un botón de fuego. Porque si tantos y tantos SANTOS, han podido, ¿por qué no voy a poder yo, si tengo las mismas armas y ayudas que ellos tuvieron?


2012

TODOS LOS SANTOS


DÍA DE LA ESPERANZA
          Alguien ha llamado a este día de TODOS LOS SANTOS, el día de la esperanza. Y pienso que es un muy acertado modo de haber  entendido esta festividad solemne de la liturgia cristiana.  Lo que está celebrándose  en la mentalidad actual del pensamiento cristiano no es una especie de asamblea solemne que reúne a todos los santos canonizados o Beatos, ya así declarados por la Iglesia. Sino que la fiesta de hoy reúne a esa multitud innumerable –que describe la primera lectura- y que abarca a tantos santos que no han subido a los altares, pero que su santidad está reconocida en el Cielo.
             Aquí encontramos ya esa ingente multitud de todos los siglos, y toda es gran cantidad de personas con las que tantas veces nos hemos relacionado o con las hemos coincidido en el autobús, el metro, en el ascensor…, tan desconocidos en su realidad y sin embargo hombres y mujeres, jóvenes, ancianos y ancianas, que han formado parte de nuestra vida cotidiana aunque sea de forma innominada.  Pero si extendemos más el concepto, según la expresión de San Pablo, ahí estamos todos los santos de la comunidad tal o cual, los que también caminamos en dirección hacia Dios, siguiendo a Jesús, que es quien abre camino y lo desbroza para que lo podamos seguir transitando.
             Esa es NUESTRA ESPERANZA. Todos somos hijos de Dios como realidad actual, y en tanto que nuestra vida de hijos se va desgranando con esa mirada puesta en Dios, y bien seguros de Él. Porque si hijos, también herederos junto a Cristo, y por eso caminamos cada cual con nuestra palma (nuestras buenas obras, nuestros sufrimientos y oraciones, nuestros gozos y alegrías, nuestros trabajos y nuestras cargas…), en esa dirección inequívoca que desemboca en el Cielo: en el abrazo pleno y eterno de Dios.
             Todo eso tiene un camino, y Jesús lo ha llamado “Avenida de las bienaventuranzas” porque no es una vereda que obligue –por seguridad- a poner el pie con precaución para no salirse ni a derecha ni a izquierda.  En esta avenida hay un indicador general que marca la velocidad mínima y máxima (coincidentes): Escoger a Dios como único Rey y Señor de nuestra vida, a través de ser pobres de espíritu.  Eso es lo que nos garantiza ser hijos de Dios, como no dijo San Juan en la 2ª lectura.  Pero ser pobres de espíritu no es una indefinición abstracta, ni un término de llegada, ni una norma etérea.   Porque la esperanza y seguridad de nuestra vida tiene amplios horizontes como labor a ir desarrollando en nuestro caminar diario. Y pone Jesús en primer lugar a los sufridos.  No es simplemente los que sufren, sino los saben llevar el sufrimiento con la grandeza y la elegancia de quien se sabe ir pisando sobre la huellas de Jesucristo. Se podría entender perfectamente con la otra dicha que expresa Jesús de los que lloran.  O sea: saber sufrir es también saber llorar. Hay llantos de rabia, de soberbia humillada, de amor propio aplastado… Esos –evidentemente no hacen feliz a nadie, sino todo lo contrario. Esos se han salido de la avenida de la felicidad y se han metido en el atajo del Yo, que está lleno de espinos hirientes. Saber sufrir y saber llorar quita de en medio todo ese mundo del amor propio, de la irreflexión, del victicismo, y pasa a hacerse lágrimas pacíficas y suaves:  unas veces en la aceptación del propio pecado reconocido, aceptado y superado por la esperanza gozosa, que se derrama en esas lágrimas consoladoras. Otras en la reflexión profunda que busca dentro el tesoro que uno tiene en los hondonales de su vida interior. Y todo eso aderezado por la gran bienaventuranza del que vive la paz y es portador de paz.  En cuanto falla la paz, falla todo el sistema, porque la paz es el termómetro que nos dice si nuestro llanto, nuestro sufrir, nuestro arrepentimiento…, se cuecen en el silencio del alma, de lo profundo del alma, para digerir y hacer como Maria Santísima:  guardar todas las cosas en su corazón.  No sólo las gozosas (que eso pude ser más fácil), sino las otras que no se entienden pero que –por lo mismo. Piden a gritos adentrarse en los hondos pliegues del alma.  Y es que hay una verdadera ansia y sed de fidelidad a Dios, y eso es lo que marca el trayecto (al margen de cualquier mirada o juicios humanos).  De ahí, el salto a la misericordia es automático.  Todos entendemos muy bien la necesidad que tenemos de que otros sean misericordiosos.  Buena escuela interior para vivir uno mismo esa misericordia, que es capaz de bajar a los detalles en juicios, palabras y actitudes…, para usar hacia fuera la misma misericordia que tenemos con nosotros y que reclamamos para nosotros. Y estamos llegando al punto crucial de la gran avenida (que no el final…): cuando experimenta uno la felicidad de padecer por su fidelidad… Padecer hasta incomprensiones, y –dice Jesús- que las persecuciones en razón de esa fidelidad.
             Es día DE LA ESPERANZA porque el final de ese trayecto (que no está pleno en esta vida) es que tendrán su recompensa grande en los Cielos. Porque el verdadero destino del hijo de Dios es el abrazo eterno de su Padre.  Pero lo normal es que eso quede velado aún en este mundo, donde el ya…, pero todavía no… nos está acompañando.  Eso sí: Dios sabe que el camino es largo y que hay que desbrozar a trechos.  Y para eso nos da la merendilla para ir reponiendo fuerzas por el camino.  La Iglesia lo llama viático, que no es ya la antesala de los muertos, sino la EUCARISTÍA con la hemos de ir alimentándonos y fortaleciéndonos para recorrer este camino de esperanza…, de seguridad.  Porque la semilla que Comulgamos en cada Misa, tiene su fruto granado en el encuentro definitivo con Dios en el Cielo.


2011

1 nociembre. SED SANTOS COMO YO SOY SANTO



¡¡¡TRENTA Y NUEVE Y MEDIO TRANCAZOS me han ausentado de vosotros estos días!!! Pero hoy puedo hacerlo y me pongo a traduciros -como de ordinario- mi propia ORACIÓN.

Ante este SAGRARIO (que hoy está en la Capilla de Enfermería de los Jesuitas en un ala del Colegio de San Estanislao (El Palo). aprendí muchas cosas en muchas horas de oración!
Todos los Santos! "144,000" dice simbólicamnte el APOCALIPSIS para expresar una casi inmensa, incontable inmensidad, y casi totalidad. Porque santos los hay a montones y muchos más de los que creemos. Los hay que traen por su sencillez, bondad, ternura. sacrificios que no se notan. Y posiblmente muchos lectores han convivivido con santos así.

Los hay que no son atractivos, pero son santos. Y que hasta es posible que su santidad "haga santos" a los que conviven con ellos. Son santos "de carisma" excepcional, que no es fácil convivir con ellos y que ellos se van haciendo santos a través de la fiel respuesta a su "carisma". Bien es verdad que un carisma está a disposición de la comunidad, pero no seríamos justos pensando que "la comunidad" en que ellos aplican su carisma no fuera también una comunidad.

Lo importante es que sea como sea, "son llamados hijos de Dios" que es lo más a que puede aspirarse, y "ser realmente son hijos de Dios". ¿Y quien sería el capaz de definir esa situación, que sólo Dios sabe"

Y concluye la LITURGIA con las BIENAVENTURANZAS, que son en realidad la piedra de toque. "POBRES". Evidentemente tienen que serlo por dentro, EN EL ESPÍRITU, porque si no, no son pobres, sino soberbios o niños encaprichados. Pobres que, lo mismo, son MANSOS, MISERICORDIOSOS, PACÍFICOS, CON ILUSUIONES DE JUTICIA (=santidad, perfección, finura, respeto, delicadeza, uno más entre todos -aunque fuera el Papa-). Quitadme cualquiera de esas características y ya no hay "santo". O diré como antes: el el santo que "hace santos" a quienes lo rodean.

El santo bienaventurada NO ES VIOLENTO, SABE LLORAR (que más de una vez será sufrir con paciencia las flaquezas de sus prójimos), y en otra ocasiones -si hay gallardía- se pide perdón y reconoce uno el daño que ha hecho. También eso es saber llorar e incluso PADECER PERSECUCIÓN POR LA JUSTICIA. (Dicho en román paladino: saber echar marcha atrás porque se es conseciente de que puede haberse herido gravemente).

Por eso Jesús acaba dejando la explicación, como suele hacer, y diciendo: !COMO YO! Y ahí es donde está la santidad auténtica y verdadera, la que no enfada con sus originalidades. la que camina adelante y deja caminar. ¿Porque quién puede decir: "Yo soy más santo que tú". El "COMO YO" no es cualquie cosa. Es un exidencia en el resumen de las buienaventuranzas. Y si eso falla, falla ser SAL DE LA TIERRA Y LUZ DEL MUNDO, etc., etc., etc.

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